Su mano es un glacial recorriendo mis entrañas,
llega despacio cada noche hundiendose en mis
sábanas, sedienta de mi rigidez.
Me masturba en las madrugadas, susurrandome
al oido todas sus lujurias de mujer triste que vaga
por un mundo morado, sin sexo.
Una noche le pregunté su nombre, me dijo,
me llamo Mara, la bruja que visita el sopor
de los dormidos.
Y cabalgó sobre mi cuerpo por estepas blancas,
tejiendo poemas entre fronda y fronda, llorando,
riendo, ajena a la durmiente de mi izquierda.
Rios fueron sus orgasmos, y sus uñas puñales
sobre mi piel.
Nunca vi su rostro, pero sí se que murió joven
y virgen
Autor ERG
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