Humea la sopa en la cocina grasienta,
invadida de finos rayos de sol.
Abuela canta una tonada aprendida
en sus días de pigmea rubia, cuando
jugaba a ser mujer por los pasillos
umbríos.
Sentado en un rincón la contemplo,
contandole de perfil sus arrugas,
admirando la perfección de su nariz griega.
Los grillos despiertan de su letargo,
la brisa del norte entra sin pedir permiso,
extasiada por el olor de la olla, y abuela
sigue cantando tatuada en mis pupilas
mientras escribo estos versos.
Autor; ERG
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