Komer le da un abrazo a su compañero e inicia un rápido vuelo vertical al estrellado cielo.
Gotor pálido y delgado, queda escuchando el batir de alas hasta que el sonido desaparece.
Sus semejantes y él vienen y van desde su lejano planeta nombrado Yuter al planeta llamado Tierra.
La misión que los trae es alimentarse de la carroña humana, de los cadáveres que se pudren en sus tumbas.
Los yuteros son los buitres del universo, van de planeta en planeta devorando.
Komer fue en busca del resto del comando que esperan planeando más abajo de las nubes, les informa que la exploración tuvo éxito y en picada bajan al suelo.
Cerca está el cementerio, corren y saltan la cerca y sigilosos recorren las tumbas olfateandolas hasta oler la carne fresca de un enterramiento reciente o la putrefacta de varios días.
Colgadas en sus espaldas traen unas livianas máquinas electrónicas excavadoras capaces de perforar y succionar la tierra haciendo pilas alrededor de las tumbas.
En sus mochilas cargan bolsas negras de un material resistente, sacan los cadaveres los acuestan sobre mantas del mismo material y sacando sus cuchillos cortan la carne a veces llena de gusanos y llenan sus bolsas, luego colocan los pelados cadaveres y cierran las tumbas no dejando rastro de profanación.
Si están hambrientos, se sientan en circulo y cada uno pone una porción de su carne recolectada, después sacan botellas con una sazón de un sabor agridulce, aderezan el manjar y lo comen con las manos tragando con avidez mientras beben un fuerte licor fosforecente.
Después de tamaño banquete despliegan sus fuertes alas y se marchan con su botin.
Los he visto en noches blancas.
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