Existe el pastel intocable que los duende antiguos guardan en una alacena de hojalata en los subterráneos de sus reinos.
Lo se porque una madrugada seguí a Vielka la duende desde mi cama a la entrada secreta que da paso a su mundo.
Su padre me esperaba fumando picadura aromatizada frente a su casa rosada.
Siéntate- me dijo con tono imperativo.
Lo hice,nervioso
Es cierto que mi hija está embarazada?
Ella sabrá- le respondí casi en un susurro
Humano insolente- estalló rojo como la grana- la sedujiste con tus artimañas.
Su hija y yo nos amamos.
El duende dio una larga chupada a su pipa, sus ojos saltones lagrimeaban.
Tienes que llevarla a tu mundo- ,y mirando a su hija que lloraba queda en un rincón le dijo con aflicción.
Violaste el código de no contacto con humanos, ve con él y nunca más regreses, las entradas secretas serán cambiadas.
No padre, soy tu hija, perdoname-clamó Vielka temblorosa.
Yo me quedo en su mundo- dije con resolución- mis padres murieron y no tengo hermanos, quiero tener hijos con su hija.
El duende estuvo de acuerdo y una comitiva me llevó a contemplar el pastel intocable que será devorado el día que la raza humana deje de existir y los duendes aband sus subterráneos y suban con sus tesoros para verlos brillar al sol.
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