Las nasas bajan al fondo en busca de peces,
y acostadas esperan mudas.
El pescador rema rumbo a puerto rodeado
del mar índigo y sus bandadas de aves marinas.
El sol se desvanece, dejando un rastro naranja,
y haciendo las aguas bronce.
El tabaco va prendido de los dientes y la saliva
salta en el aire.
En el cielo una temprana luna influye en las mareas,
mientras los brazos de acero se acercan a la costa.
Las bocas negras de las nasas son un embudo a la muerte
y un pasadizo a la vida.
Autor; Ernesto Ravelo
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