No recuerdo de niño haber escuchado ningún famoso cuento infantil,
mi padre me contaba una historia de su invención donde los protagonistas
eran dos guayabitos nombrados Miquito y Tronquito y una vieja mala
llamada La vieja Pata de palo.
Siempre el viejo utilizaba los mismos personajes en distintas situaciones
y al estilo de la comedia haciendome llorar de la risa.
Pero las historias que más me fascinaban eran las contadas por mis tios
solterones Ramón y Ricardo, dos guajiros isleños hermanos de mi abuelo
Fernando García.
Nací y crecí en medio de los bosques y muy cerca del mar, en una finca
nombrada Punta de los Colorados en honor a la cantidad de cangrejos rojos
que marchaban a desovar atravesando los arenosos caminos e invadiendolo todo,hasta las camas y los techos.
En aquel bello, salvaje y desolado paraje solo existian tres casas de familia y un faro
donde vivian dos fareros con sus familias.
Recuerdo que cada atardecer despues de comer y ayudar a mi abuela a espantar los mosquitos con un humazo de cagajón seco de vaca, mis hermanos, mis primos, primas y yo esperabamos con impaciencia la llegada de mis tios que vivian a 500 metros.
Los recuerdo llegar, Ramón, alto, delgado y de pelo rojo y Ricardo, pequeño, tostado por el sol y de pelo rebelde y negro.
Se sentaban en sus taburetes, tomaban café conversaban un rato con mi abuelo sobre asuntos de trabajo y al rato el circulo de muchachos se iba estrechando hasta rodearlos.
Tio, nos cuentas un cuento?- le pedíamos a Ramón que era un experto en historias de aparecidos y cosas extrañas, Ricardo solo escuchaba y asentía cuando su hermano le decía.
Recuerdas Ricardo?
Y comenzaba a contarnos la historia de la mujer de blanco, del hombre sin cabeza y del animal pelú que les salió en la playa bajo una mata de uva caleta y que ni capitan su perro feroz y criado a soga había querido enfrentar.
Otras de sus historias eran la de su tia Eloisa que habia soñado con un dinero y debia ir a sacarlo a las doce de la noche,pero desobedeció al muerto y fue a las doce del dia y se murió de una sirimba, y cuando la encontraron hallaron una botija de barro llena de cenizas.
Como hombres de campo eran superticiosos y aseguraban que en aquella región vagaban las apariciones.
Recuerdo que después de sus cuentos de terror, Ramón nos decía.
Bueno, ahora necesito un voluntario que esté dispuesto ir hasta la mata de tamarindo,
o hasta el plan de horno y traer un puñado de arena negra como prueba.
Y siempre nos advertía.
Cuidado con agarrar los cocuyos porque los ñañigos los utilizan para atraer a los niños y llevarselos en sus enormes sacos para ser degollados ante sus altares.
Mis hermanos,mis primos y yo nunca conocimos a los hermanos Grim, pero fuimos felices
porque el mundo mágico de la niñez es único.
Mis tios murieron pero mi hija y mis sobrinos conocen sus historias.
Yo a veces sentado en la sala de mi casa de Miami, preparo el café, me lo sirvo y sentado en mi comodo sofá veo llegar los fantasmas de Ramón y Ricardo y les pido un cuento.
ERG
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