Nada material me dejó mi padre,
solo su recia terquedad por la vida.
Nunca lo vi deprimido, sus venas
eran alambres de acero y su voluntad
un colibrí estático ante la flor.
Era un cedro oloroso del monte, guerrero
de pachanga y camisa abierta siempre
persiguiendo el amor.
Lo recuerdo caluroso bajo el árbol,
bebiendose el viento de bahía mientras
tarareaba una canción aprendida en su
juventud.
Nada material me dejó mi padre, pero
sí el valor de andar por la vida rugiendo,
espantando al león y al fantasma,
despedazando sombras y haciendo luz.
No lo imagino sentado en un parque,
se que deambula por las esquinas persiguiendo
periódicos, faldas, cigarros y una taza de café.
De noche lo descubro dormido en un banco,
ronca ajeno al rodar de la gente mientras
yo de pie a su lado velo su sueño.
ERG
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