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Pobre trovador

He aquí la historia del hombre que no supo escapar de una ideología funesta, era un poeta y con su guitarra a cuestas compuso canciones a l...

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Existes y es bueno

Existes y habito en la madeja de tus sentimientos,
lo has permitido por todos estos años.
Es genial existir a tu lado, saber tu intimidad y beber de tu vino
en tardes ociosas y perfumadas.
Existes y es bueno, como es para ti mi existencia, tanto tiempo
unidos, como amantes, como amigos, como fusión de átomos.
.
 Cómo logramos lo sublime sobre
esa palabra tan complicada llamada AMOR?

martes, 27 de septiembre de 2016

Bajo frondas

Finos hilos de luz filtrandose por los resquicios de las frondas,
un pájaro azul caza insectos, la brisa lo mece en su verde rama.
Hormigas caen de las alturas, un lagarto sube el tronco hacia
su refugio en orquídeas aéreas.
Boca arriba sobre un colchón de hojas, me pierdo en lo sublime.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Polvo y hojas de otoño

Polvo y hojas levanta el remolino calle abajo, el otoño es rey,
camino por las calles de la antigua ciudad pensando en ella,
se fue un día hastiada de vivir a mi lado y nunca más he vuelto
a verla.
Quedó en mi piel la tibieza de su cuerpo, la recuerdo sonriente
cuando le traía flores, la besaba y le decía que era la mujer
más bella del universo.
Polvo y hojas levanta el remolino, me envuelve y vuelo tras
sus huellas pero no la encuentro y lloro como un niño.
Soledad y sombras es mi castigo, aprendí a quererla y hoy
me arrepiento de no haberla entendido.
Polvo y hojas de otoño.




sábado, 24 de septiembre de 2016

Siempre estás en mi mente

Esta tarde un cuervo grazna posado en mi,
acaricio su azulado plumaje y sus ojos
agradecidos arden.
Sin ti el tiempo es un personaje extraño, va
con bastón y pensativo mientras yo, desespero.
Siempre estás en mi mente amor en fuga,
eres gacela rumbo al este en noche de luna.
Siempre estás en mi mente como atadura,
y recorro continentes buscando tu hermosura.
Esta tarde el cuervo conoce tu ausencia, pica
mis dedos y mi sangre corre en pos de ti, grazna
posado en mi, acaricio su azulado plumaje y agradezco
su presencia.
Siempre estás en mi mente amor en fuga,
y mi vida se pierde en torrentes de amarguras,
siempre estás ausente mujer oscura
sin importarte mi suerte y mi locura.




domingo, 18 de septiembre de 2016

Criterio propio

La palabra diseminada ruge y se esparce
para bien o para mal, por ella se ama
o se muere.
Seguir a dioses posados en labios de hombres?
Seguir a incrédulos?
Yo sigo la lógica de los tiempos, salto tan alto
como la liebre y desde mi altura contemplo
la caída del alce derribado por lobos y la balanza
incrustada en mi cerebro sabe que la sangre
es parte de la carne y en el cubil esperan los lobeznos.
No permito que el búho ulule en mi oído diciendome
que es noche cuando veo luz, sin criterio propio
el hombre duerme con los ojos abiertos y muere
sin morir.




Los buitres del universo

Komer le da un abrazo a su compañero e inicia un rápido vuelo vertical al estrellado cielo.
Gotor pálido y delgado, queda escuchando el batir de alas hasta que el sonido desaparece.
 Sus semejantes y él vienen y van desde su lejano planeta nombrado Yuter al planeta llamado Tierra.
La misión que los trae es alimentarse de la carroña humana, de los cadáveres que se pudren en sus tumbas.
Los yuteros son los buitres del universo, van de planeta en planeta devorando.
Komer fue en busca del resto del comando que esperan planeando más abajo de las nubes, les informa que la exploración tuvo éxito y en picada bajan al suelo.
Cerca está el cementerio, corren y saltan la cerca y sigilosos recorren las tumbas olfateandolas hasta oler la carne fresca de un enterramiento reciente o la putrefacta de varios días.
Colgadas en sus espaldas traen unas livianas máquinas electrónicas excavadoras  capaces de perforar y succionar la tierra haciendo pilas alrededor de las tumbas.
En sus mochilas cargan bolsas negras de un material resistente, sacan los cadaveres los acuestan sobre mantas del mismo material y sacando sus cuchillos cortan la carne a veces llena de gusanos y llenan sus bolsas, luego colocan los pelados cadaveres y cierran las tumbas no dejando rastro de profanación.
Si están hambrientos, se sientan en circulo y cada uno pone una porción de su carne recolectada, después sacan botellas con una sazón de un sabor agridulce, aderezan el manjar y lo comen con las manos tragando con avidez mientras beben un fuerte licor fosforecente.
Después de tamaño banquete despliegan sus fuertes alas y se marchan con su botin.
Los he visto en noches blancas.

La casa de campaña

Desperté temprano con el proposito de ver la salida del sol desde la altura de un antiguo farallon situado frente al mar, andube de prisa por la pedregosa playa y comencé a escalar  por un pequeño desfiladero aferrandome a los salientes de las rocas.
En cinco minutos alcancé la cima y el aire frío del amanecer llenó mis pulmones.
Fui al borde del barranco y me senté sobre una roca lisa por la acción de los siglos, comenzaba a clarear y el espectáculo era imponente.
La marea estaba alta y las olas rugian en las rompientes y espumosas se desplazaban hacia las orillas, lentamente la luz del amanecer hizo desaparecer las últimas sombras.
Me incorporé y volviendome al este quedé extasiado.
El sol apareció tras el tenue azul metálico de las montañas del Escambray y sus chorros plateados abarcaron tierra y mar, haciendo chispiar el mundo.
Me volví al vasto océano de aguas plateadas aspirando su olor, mi mirada se paseó por la lejana costa filosa de arrecifes y allá lejos vi una figura humana que caminaba hacia la playa.
Era una mujer de vestido suelto y blanco movido por la brisa, usaba un ancho sombrero que se aguantaba con las manos para que no volara de su cabeza.
Durante un tiempo la vi acercarse hasta que alcanzó la playa, era alta, delgada y de largos cabellos, al parecer amaba el mar y la soledad para aventurarse sola por aquel lugar tan callado y alejado de la civilización.
Se detuvo al ver mi casa de campaña abierta y de repente fue, entró y cerró la entrada.
Quedé desconcertado y con gran curiosidad esperé a que saliera, pero se prolongaron los minutos, la media hora y cuando faltaban pocos minutos para la hora decidí regresar y averiguar que hacía aquella intrusa invadiendo mi privacidad.
Supuse que era una mujer madura quizás de más de cincuenta años por el blanco de sus largos cabellos, pudo pensar que mi tienda estaba abandonada y decidió descansar y dormir un rato.
Bajé la escalera de piedra y de prisa me dirigí a la playa, no quería asustarla así que al acercarme a mi tienda me detuve a unos dos metros y dije.
Hey senora, la vi entrar, es mi sitio, mi nombre es Ernesto y no le haré dano.
No obtuve respuesta.
Holaaa, despierte.
Y al ver que no respondía corrí el zipper, no había nadie dentro.
Quedé perplejo y algo asustado, comprendiendo que mientras bajaba la mujer había abandonado la casa de campaña.
Pero, donde estaba?
Revisé los alrededores sin hallarla, tampoco encontré sus huellas en la arena,
y al levantar la mirada hacia mi atalaya la vi parada en el borde del farallon, inmóvil mirándome fijamente y de repente, saltó al vacío.
Escuché el estrépito de su cuerpo al dar sobre las rocas y lajas sueltas del suelo y corrí en su auxilio.
Pero no vi su cuerpo, solo escuché gemidos lastimeros que se convirtieron en gritos espantosos.
Y corrí poseído por el terror dejando atrás mi tienda y todas mis pertenencias.
Nunca regresé.

jueves, 15 de septiembre de 2016

La mujer de gris

Un anochecer estaba yo sentado en un taburete en mi portal,  admirando la lenta muerte de la tarde cuando vi venir por el sendero a una mujer con sombrero y vestida de gris.
Mi curiosidad se activó
Qué hacía una mujer a aquella hora en un lugar tan desolado?, (vivo en un pequeña casa de madera junto al mar) la carretera pasa a dos millas de distancia y para llegar a mi morada se necesita andar por caminos que se cruzan y entrelazan a través del monte.
La mujer al verme se detuvo y estuvo un rato inmóvil analizando su situación.
Mi vida de ermitaño voluntario me ha provisto de gran barba blanca, piel tostada, ojillos hundidos y aspecto amenazante.
La mujer dudaba acercarce y para darle confianza le dije en voz alta.
Venga a mi casa, es usted bienvenida.
Me puse en pie.
La visitante dio un respingo y echó a correr de regreso.
Maldición, la asusté.
Y eché a correr para darle alcance y
explicarle que a pesar de mi soledad y de mi aspecto intimidante, soy inofensivo.
Después de una curva la vi, se volvió y vi que era pelirroja, me acerqué más y me detuve en seco, un escalofrío recorrió mi cuerpo, no tenía ojos y sus cuencas vacías me buscaban.
Entonces fui yo quién huyó despavorido.
Me encerre en mi casa respirando con dificultad, tratando de cobrar aliento, atento a los ruidos de la noche que me rodeaba espesa y cómplice de la ciega.
Aquella aparición había disparado mi miedo, mis nervios nunca se habían alterado de aquella manera.
Estaría la mujer rondando mi casa? pensé que tendría un desmayo si escuchaba toques en mi puerta.
Mi existencia había transcurrido sin contratiempos en aquel lugar que escogí para pasar los últimos años de mi vida alejado de la vida estresante de la ciudad, renuncie a las comodidades que hacen felíz al humano y lo convierten en inútil.
En mi paraíso habitaba aislado del mundo moderno, cazando y sembrando como los primeros humanos y solo una ves al mes iba a la ciudad a abastecerme de algunos viveres y utensilios necesarios.
Me fui tranquilizando , la ciega al parecer había regresado de donde vino, son hábiles en orientarse y mucho más cuando son ciegos de nacimiento.
Me desvesti y me acosté tapándose hasta el cuello, y bocarriba estuve desvelado toda la madrugada hasta notar la luz del amanecer.
Han transcurrido diez años de aquél suceso, nunca más la vi, pero sus cuencas vacias quedaron tatuadas en mi memoria.

martes, 13 de septiembre de 2016

Balada a los árboles

Todos los árboles están alegres, el viento los agita y la lluvia
los refresca del rigor del verano,
Los divide una línea ferrea por donde cruzan trenes apurados
rumbo a ciudades distantes.
Mojado camino sobre los rieles seguido por un felino naranja
que ruge a mis espaldas.
Dante y sus infiernos me esperan, descuelgo mi guitarra y rasgo
una canción inédita.
Todos los árboles están alegres,
los aviones vuelan bajos,
disparan sus trenes de aterrizaje
y como libélulas gigantes tocan
tierra.
Soy reo de la era, de mi mente y del
paisaje, voy descubriendo emociones
olvidadas y maneras distintas de ver
las imperfecciones de la existencia.
Tomen sus guitarras, cuando llegue
la noche haremos una flor roja
y cantaremos baladas.
Traigan flautas para que Dante
baile al borde de sus infiernos
y las ascuas salten eufóricas.
Que corra el vino como río
y emborrache a los árboles.


lunes, 12 de septiembre de 2016

El insignificante

He aquí la historia de un hombre al que todos llamaban, el insignificante.
Era un tipo grande, torpe y desdentado, solo poseía un afilado colmillo del color de yema de huevo y un vozarron intimidante que nada más asustaba a los gorriones pues sus ojos mansos delataban un carácter pusilánime.
Un día Rodolfo, ese era su nombre, se dijo.
Soy alto, fornido y musculoso, pero nadie me respeta por mi mansedumbre, eso hoy acaba, a partir de ahora mis bravuconadas dirán de mí, haré temblar a los que siempre me han ignorado y burlado de mi persona, no seré nunca más el insignificante.
Tomó un bate de beisbol y saliendo de su casa a las afueras, se fue por el rojo camino rumbo al pueblo.
Al rato se cruzó con dos hombres conocidos.
Hey Rodolfo, después de tonto, pelotero?- dijeron al unísono en tono de burla.
Se equivocan, ahora soy un garrotero que acabará rompiendo sus huesos.
Y si los hombres no corren los hubiera golpeado.
Entró al pueblo con mala cara y diciendo palabrotas y la gente comenzó a apartarse y murmurar.
Qué le sucede al insignificante? es tan manso, será que está enfermo y delira, tiene la mirada extraña y la boca torcida, llamemos al doctor.
Rodolfo entró a la cafetería y dando alaridos amenazó con el bate a los comensales que despavoridos corrieron hacia la calle.
Por qué huyen como conejos?
No me apodan ustedes el insignificante?
A partir de hoy exijo respeto- y como estaba hambriento devoró algunas empanadas y bebió un vaso de batido, la espuma quedó posada en su bigote y labios.
En ese momento arribaron a la puerta de la cafetería el doctor y dos policías del pueblo.
De qué padece este hombre doctor- preguntó uno de ellos nervioso.
El doctor lo escrutaba con fijeza, vio sus ojos enturbiados y la boca espumosa.
Rodolfo se golpeó el pecho y poniendo cara de pocos amigos les gritó con voz atronadora.
Dejenme en paz.
Tiene rabia- advirtió el doctor- hay que sacrificarlo.
 Lo acribillaron a plomo.
Y en su tumba reza
Aquí descansa el insignificante rabioso




El insignificante

He aquí la historia de un hombre al que todos llamaban, el insignificante.
Era un tipo grande, torpe y desdentado, solo poseía un afilado colmillo del color de yema de huevo y un vozarron intimidante que nada más asustaba a los gorriones pues sus ojos mansos delataban un carácter pusilánime.
Un día Rodolfo, ese era su nombre, se dijo.
Soy alto, fornido y musculoso, pero nadie me respeta por mi mansedumbre, eso hoy acaba, a partir de ahora mis bravuconadas dirán de mí, haré temblar a los que siempre me han ignorado y burlado de mi persona, no seré nunca más el insignificante.
Tomó un bate de beisbol y saliendo de su casa a las afueras, se fue por el rojo camino rumbo al pueblo.
Al rato se cruzó con dos hombres conocidos.
Hey Rodolfo, después de tonto, pelotero?- dijeron al unísono en tono de burla.
Se equivocan, ahora soy un garrotero que acabará rompiendo sus huesos.
Y si los hombres no corren los hubiera golpeado.
Entró al pueblo con mala cara y diciendo palabrotas y la gente comenzó a apartarse y murmurar.
Qué le sucede al insignificante? es tan manso, será que está enfermo y delira, tiene la mirada extraña y la boca torcida, llamemos al doctor.
Rodolfo entró a la cafetería y dando alaridos amenazó con el bate a los comensales que despavoridos corrieron hacia la calle.
Por qué huyen como conejos?
No me apodan ustedes el insignificante?
A partir de hoy exijo respeto- y como estaba hambriento devoró algunas empanadas y bebió un vaso de batido, la espuma quedó posada en su bigote y labios.
En ese momento arribaron a la puerta de la cafetería el doctor y dos policías del pueblo.
De qué padece este hombre doctor- preguntó uno de ellos nervioso.
El doctor lo escrutaba con fijeza, vio sus ojos enturbiados y la boca espumosa.
Rodolfo se golpeó el pecho y poniendo cara de pocos amigos les gritó con voz atronadora.
Dejenme en paz.
Tiene rabia- advirtió el doctor- hay que sacrificarlo.
 Lo acribillaron a plomo.
Y en su tumba reza
Aquí descansa el insignificante rabioso




El insignificante

He aquí la historia de un hombre al que todos llamaban, el insignificante.
Era un tipo grande, torpe y desdentado, solo poseía un afilado colmillo del color de yema de huevo y un vozarron intimidante que nada más asustaba a los gorriones pues sus ojos mansos delataban un carácter pusilánime.
Un día Rodolfo, ese era su nombre, se dijo.
Soy alto, fornido y musculoso, pero nadie me respeta por mi mansedumbre, eso hoy acaba, a partir de ahora mis bravuconadas dirán de mí, haré temblar a los que siempre me han ignorado y burlado de mi persona, no seré nunca más el insignificante.
Tomó un bate de beisbol y saliendo de su casa a las afueras, se fue por el rojo camino rumbo al pueblo.
Al rato se cruzó con dos hombres conocidos.
Hey Rodolfo, después de tonto, pelotero?- dijeron al unísono en tono de burla.
Se equivocan, ahora soy un garrotero que acabará rompiendo sus huesos.
Y si los hombres no corren los hubiera golpeado.
Entró al pueblo con mala cara y diciendo palabrotas y la gente comenzó a apartarse y murmurar.
Qué le sucede al insignificante? es tan manso, será que está enfermo y delira, tiene la mirada extraña y la boca torcida, llamemos al doctor.
Rodolfo entró a la cafetería y dando alaridos amenazó con el bate a los comensales que despavoridos corrieron hacia la calle.
Por qué huyen como conejos?
No me apodan ustedes el insignificante?
A partir de hoy exijo respeto- y como estaba hambriento devoró algunas empanadas y bebió un vaso de batido, la espuma quedó posada en su bigote y labios.
En ese momento arribaron a la puerta de la cafetería el doctor y dos policías del pueblo.
De qué padece este hombre doctor- preguntó uno de ellos nervioso.
El doctor lo escrutaba con fijeza, vio sus ojos enturbiados y la boca espumosa.
Rodolfo se golpeó el pecho y poniendo cara de pocos amigos les gritó con voz atronadora.
Dejenme en paz.
Tiene rabia- advirtió el doctor- hay que sacrificarlo.
 Lo acribillaron a plomo.
Y en su tumba reza
Aquí descansa el insignificante rabioso




domingo, 11 de septiembre de 2016

Una breve historia subterránea

Existe el pastel intocable que los duende antiguos guardan en una alacena de hojalata en los subterráneos de sus reinos.
Lo se porque una madrugada seguí a Vielka la duende desde mi cama a la entrada secreta que da paso a su mundo.
Su padre me esperaba fumando picadura aromatizada frente a su casa rosada.
Siéntate- me dijo con tono imperativo.
Lo hice,nervioso
Es cierto que mi hija está embarazada?
Ella sabrá- le respondí casi en un susurro
Humano insolente- estalló rojo como la grana- la sedujiste con tus artimañas.
Su hija y yo nos amamos.
El duende dio una larga chupada a su pipa, sus ojos saltones lagrimeaban.
Tienes que llevarla a tu mundo- ,y mirando a su hija que lloraba queda en un rincón le dijo con aflicción.
Violaste el código de no contacto con humanos, ve con él y nunca más regreses, las entradas secretas serán cambiadas.
No padre, soy tu hija, perdoname-clamó Vielka temblorosa.
Yo me quedo en su mundo- dije con resolución- mis padres murieron y no tengo hermanos, quiero tener hijos con su hija.
El duende estuvo de acuerdo y una comitiva me llevó a contemplar el pastel intocable que será devorado el día que la raza humana deje de existir y los duendes aband sus subterráneos y suban con sus tesoros para verlos brillar al sol.

Pobre trovador

He aquí la historia del hombre que no supo escapar de una ideología funesta,
era un poeta y con su guitarra a cuestas compuso canciones a los represores
mientras su alma lloraba en las sombras.
He aquí su sumisión a los atropellos de una cruel revolución,
su piel se hizo de hojalata para evitar las cuchilladas del terror.
Pobre trovador
Pobre trovador
Que apostó su talento a la censura y el dolor
Pobre trovador
Pobre trovador
Que ve sufriendo a su pueblo y se refugia en su mansión.
He aquí la historia del hombre que no encontrará perdón,
de los vivos y los muertos ni de su corazón.
Su poesía será heno esparcida por el viento y su legado
una ría revuelta y sin sol.
Pobre trovador
Pobre trovador
Confundió el odio con amor
Pobre trovador
Pobre trovador
Juglar de tiranos, un ciego que nunca vio


sábado, 10 de septiembre de 2016

La soledad del escritor

Septiembre 10 2016
Siempre solitario, es el castigo del escritor, su precio a pagar por saber vivir en mundos imaginarios.
Mientras el resto del mundo disfruta de las cosas banales el escritor da vida a sus personajes armando castillos de letras.
Siempre solitario, incomprendido por excéntrico, extraño e introvertido, para muchos un tipo aburrido y sin sustancia, un psicópata que decide si sus personajes viven o mueren.
Así somos, por gracia o maldición.