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Pobre trovador

He aquí la historia del hombre que no supo escapar de una ideología funesta, era un poeta y con su guitarra a cuestas compuso canciones a l...

jueves, 31 de marzo de 2011

El cazador de iguanas

El día que Luisa Vera vio por primera vez a la iguana dio un alarido y corrió dentro de la casa con las manos en la cabeza diciendo.
Ave María que animal tan crecído y repugnante.
Fue hasta el cuarto y levantando el mosquitero zarandeó por el hombro a su marido que dormía la siesta.
-Qué sucede mujer?
Marcelino, no lo vas a creer pero una iguana grandísima está devorando mi jardín.
El hombre bostezó y le dijo malhumorado.
-Las iguanas no comen flores.
Y siguió a su ágil mujer aún medio dormido.
El manso lagarto de casi un metro y de piel color tierra y rugosa, estaba inmóvil junto a la fuente tomando el despiadado sol del mediodía.
Marcelino se disponía a azorarlo hacia la manigua pedregosa y cercana cuando Luisa se lo impidió.
-Tenías razón- dijo ya más calmada- no se come las flores ni se baña en la fuente.
y entrando a la cocina murmuró.
La pobrecita, tiene hambre.
Y salió al jardin con un plato con raspas de arroz.
Marcelino movió la cabeza en señal de desaprobación.
-Mujer, las iguanas solo comen moscas.
Luisa se hizo la sorda y dejó el plato al lado de una mata de rosas,
regresó junto a Marcelino y esperó aguantando la respiración.
El reptil se acercó al plato y comenzó a devorar las raspas.
-Berta, se llamará Berta- exclamó la mujer.
Desde aquel día la iguana Berta fue parte de la familia, todas las tardes salía del monte en busca de su alimento que incluía además del arroz,frijoles, lechuga, bananas y otras exquiciteces.
Con el tiempo Berta se dejó acariciar por su dueña que orgullosa la mostraba a sus vecinas y a todas las visitas.


Cuando Eduardo Pavón supo de la iguana domesticada una idea fija se le alojó en el rincón más oscuro de su cerebro.
Durante años las había cazado poniendole trampas para venderselas a los chinos verduleros que amaban aquella carne tierna, blanca, jugosa y con sabor a pollo.
Un día borracho perdido la probó en la trastienda del chino Carlos y cuando estuvo sobrio se pasó una semana vomitando.
Nadie en el pueblo sabía que era cazador de iguanas pues se las ingeniaba en poner sus trampas en lugares del monte donde abundaba la roca dura y afilada.
Todos los días atrapaba gran cantidad de lagartos en sus trampas, los mataba con una fija, los desollaba a cuchillo en la espesura y ponía la carne en jabas de nilon, luego las guardaba en una mochila y se iba al poblado chino.
Con el tiempo las iguanas comenzaron a escasear y las que lograba atrapar eran muy pequeñas.
La famosa Berta había crecido más de un metro y engordaba por día, con una pieza así calculaba que le darían 100 pesos.
Empezó a planear como robarsela.
Pero la empresa no era tan facil, ya Berta no se marchaba a su cueva y ahora dormía
junto a la fuente vigilada por el perro de la casa, un pilbull blanco y fiero.
Primero debía eliminar al perro y lo haría con una perra en celo.
Estuvo varios días vagabundeando por el pueblo observando a los perros callejeros hasta que un anochecer vio una jauría de machos cortejando a una perra flaca y sarnosa.
Comenzó a tirarle huesos de pollo y pedazos de pan viejo y cuando el hambriento animal se descuidó le tiró un lazo al cuello y se lo llevó a rastras hasta su casa.
Amarró a la perra en el patio, era de mediano tamaño y temblaba de miedo.
A las doce de la noche salió rumbo a la casa de Marcelino y Luisa, con la perra dentro de un saco de yute y la fija en la otra mano, no había luna y las calles estaban desiertas.
Llegó a la cerca, el jardin estaba oscuro, el perro ladró amenazante pero enseguida olfateó el olor a hembra en celo y comenzó a gemir y escarbar para escapar al otro lado.
A los pocos minutos un bulto blanco se deslizó bajo la cerca y Pavón liberó a la perra que asustada echó a correr perseguida por su nuevo pretendiente.
El camino estaba libre, el ladrón lanzó la fija al jardín y encaramandose a la cerca
cruzó al otro lado.
Recogió la fija y se fue cauteloso hasta la fuente pero la iguana no estaba allí.
la buscó por el rosal pinchando con la fija para que saliera pero todo fue inutil.
Entonces, sudoroso y asediado por los zancudos se fue a la caseta del perro, se puso en cuclillas y introdujo la fija.
Un ruido atronador brotó de su interior y un bulto negro salió disparado como misil golpeandolo en el centro de las piernas.
Pavón calló a lo largo agarrandose los testiculos y vomitando.
Maldita iguana- balbució apretando los dientes.
En ese momento las luces del portal se prendieron, quiso huir pero el atenazante dolor se lo impedía.
Marcelino brotó del interior de la casa sin camisa y con la escopeta de cartuchos entre sus manos.
Quién anda ahí? identifiquece o disparo.
Pavón se pudo sentar en la hierba empapada de rocío, aún aguantandose las bolas.
Marcelino lo reconoció.
Eduardo que hace usted dentro de mi propiedad, digamelo o lo mato.
El hombre comenzó a sollozar.
No me tires Marcelino, por tu madre.
El dueño de la casa se extrañó de no ver a su perro y lo llamó a voces.
-Ladrón- vociferó- venías a robar, que le hiciste a Campeón ?- y le pegó el cañón en la cabeza.
El hombre pensó de prisa, en ello le iba la vida.
Hice un trato con tu perro.
Que trato? le preguntó Marcelino desconcertado.
Luisa escuchaba asomada en la puerta y envuelta en una sábana.
-Le prometí que le traería una perra ruina con la condición de que me permitiera entrar al patio para que Berta me hiciera sexo oral- hizo una pausa tragó en seco y agregó.
Dicen que las iguanas son muy buenas mamadoras, pero esta tuya no le gustan los pichicortos como yo y me la mordió.
Eres un enfermo- lo increpó Marcelino.
Luisa telefoneó a la policia y el cazador de iguanas fue a parar al calabozo.
Al amanecer la noticia corrió como polvora por el pueblo y toda la región.
Pavón estuvo tres días preso, pagó una multa y una madrugada desapareció para siempre.
Berta siguió creciendo, engordando y divirtiendo a los niños que la visitaban al salir de la escuela y no faltaron los malintencionados que murmuraban que la obesa iguana estaba embarazada de Campeón.


Autor; Ernesto Ravelo

viernes, 25 de marzo de 2011

El corazón dormido

Salvador Moreno no pudo despertar de la siesta del mediodía.
Sentía su cuerpo lívido, frío.
Una desesperación creciente lo embargó.
Quiso gritar, moverse,pero su lengua era un pedazo de trapo dentro de la boca y sus extremidades ramas secas.
Fue entonces que su espiritu flotó fuera de su cuerpo y vio a Panchita trajinando en la cocina.
Corrió hacia ella y zarandeandola por los hombros le dijo.
Mujer, ve a la cama y despiertame, me estoy muriendo.
Pero Panchita permaneció inmutable.
Regresó al lado de su cuerpo, lucía azulado y gruesas gotas de sudor perlaban su frente.
Entonces, Salvador, miró dentro de su pecho y vio a su viejo corazón dormido.
Lo agarró por su gris y larga barba y le gritó mientras lo estremecía.
Despierta, corazón, despierta.
El corazón murmuró algo ininteligible y siguió roncando.
Salvador acercó sus labios a uno de sus ventrículos y le gritó a viva voz.
Despierrraaaaaa, carajooo.
El corazón trató de abrir los ojos pero no pudo.
Qué quieres?- le respondió malhumorado.
Que sigas latiendo, sino me muero.
El corazón dio un suspiro.
Me he pasado 70 años despierto dentro de tu pecho, latiendo aún cuando tú dormías y ahora que quiero tirarme un sueñecito te molestas.
Diciendo esto dio varios bostezos.
Salvador le imploró.
No me dejes morir, si no bombeas mi sangre voy a dejar a Panchita viuda.
El corazón tuvo un sobresalto imperceptible.
Tu esposa es vieja y le queda poco en este mundo, dame otra razón para que sigas viviendo.
Salvador pensaba de prisa.
Mis hijos, mis nietos, todavía no he redactado mi testamento y se van a pelear por la herencia.
El corazón sonrió sin ganas.
Ellos nunca quedarán conformes con tu decisión, así que esa no es una buena excusa.
Salvador exasperado y rojo de ira le vociferó.
Porque todavía se me para la pinga, cojones- y prosiguió- el día que se me muera te autorizo a que hibernes como los osos.
Entonces el corazón le hizo señas para que entrara a su cuerpo ya cadaver.
De pronto sintió un calor corriendole en las venas y pudo mover los brazos y las piernas, puso una mano bajo la tetilla izquierda y sintió latidos.
Abrió los ojos y bajando la mano descubrió una erección dura como la roca.
Panchita, asomate a la puerta.
La anciana apareció en el umbral y sonrió mientras se mordía los labios.
Viejo, estás como en tus mejores tiempos- y dejando caer su bata de casa se sentó sobre la rigidez.
Salvador murmuró.
Gracias mi corazón.
Y Panchita le susurró.
De nada, amor mío.


Autor; Ernesto Ravelo
Copyright

jueves, 24 de marzo de 2011

Yo quiero escapar

Yo quiero escapar de los tumultos
y de la absurda competencia
de los hombres.
Quiero fugarme por la boca del olvido
hacia un mundo extraño, pero de paz.
Un lugar cuajado de flores y fieras
mansas donde jamás escuche la palabra
guerra.
Yo quiero escapar de los tumultos,
bebiendome un elixir maldito
que queme mis venas y mi sangre
y me haga entrar por un embudo
de bronce.
Se que me esperan risas y sombras,
unicornios sin alas, mangostas azules
y noches invadidas de búhos.
Yo quiero escapar sin pecar de suicida
de la mano de dioses desconocidos
que tiren de mis brazos secos y entonen
cánticos feroces.

El rincón azul

El mar ruge lejos de la playa,
allá en las blancas rompientes,
donde un niño rey de la intemperie
espera su juventud.
Sus manos de hombre escarban
y descubren conchas y vidrios
de colores.
El salitre se le incrusta
en la mirada y corre
bajo la sombra de los uveros
entonando una canción aprendida
de su madre.
El niño habita en un inmenso
rincón azul, patria de camaleones,
avispas doradas y orquidias
salvajes que crecen suspendidas
en las frondas.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Los hermanos.

Eladio García vivía al borde del monte firme en un pequeño conuco hecho por sus manos
y cercado con piña de ratón donde sembraba boniato, calabaza y hortalizas en la epoca de lluvia.
El techo del rancho era de zinc y las paredes de tablas desparejas y sin pintar,su interior era estrecho, en una esquina tenía un pequeño fogón de carbón y al otro lado
un catre viejo y destartalado que todavía aguantaba el peso del hombre.
Aquel día de septiembre Eladio abrió las dos ventanas, le bostezó al amanecer y sonrió al ver las amarillas flores del calabazar.
Hizo café en un jarro tiznado y lo coló por el colador de tela.
Bebía el negro nectar cuando escuchó pasos en el patio de tierra y su perro comenzó a ladrar, se asomó a la puerta y se encontró con Rosa su cuñada que vivía cerca de la costa.
Buen día Eladio, me das un vaso de agua?
El hombre fue a la tinaja y regresó con un jarro de aluminio.
Y que te trae por aca Rosita?
La mujer bebió de prisa y sonriendo le respondió.
Na que hoy Francisco se fue de madrugá a recoger ganao por en vuelta de La Campana,
y después del desayuno estaba aburrída y me dije, dejame hacerle la visita al solitario de Eladio y aquí estoy.
El hombre la invitó a pasar y le sirvió café, luego prendió un cigarro.
Sientate en el catre, los dos taburetes que tenía se me rompieron.
La mujer se alizó el negro y largo cabello y recogiendose el vestido se sentó.
A pesar de estar pasada de los cuarenta se mantenía bien, era delgada y maltratada por la intemperie, no era bella pero sus rasgos duros y la viveza de sus ojos la hacían lucir atractiva.
Eladio con disimulo recorrió sus piernas bien formadas y espantó de su mente esa idea que perturba al hombre cuando se encuentra a solas con una hembra.
Rosa era la esposa de su hermano mayor y por lo tanto era sagrada.
Cuñado, que esperas para buscarte una mujer- dijo mirando hacia el lejano mar- ya la difunta lleva tres años de muerta y tus hijos se fueron pa la ciudad.
Eladio suspiró.
Si cuñada tienes razón, ya he pensado en eso, pero tengo que mejorar mi vida y salir de este rancho.
De pronto la mujer comenzó a sollozar.
Que te pasa Rosa?
Se enjugó los lagrimones con la manga del vestido.
Na que las cosas entre tu hermano y yo no andan bien.
Eladio se sentó a su lado.
Que está pasando?
Rosa se estrujó las manos.
No te puedo decir- le respondíó en voz baja.
Por qué mujer?
Porque es algo privao.
Pero yo soy tu familia y a lo mejor te puedo ayudar, dime.
Y se quedó esperando.
Bueno esta bien, te cuento pero prometeme que quedará entre nosotros.
Así será, te lo juro- dijo Eladio cerrando la mano y besandose el dedo gordo y el indice.
El asunto es que Francisco no me sirve pa la cama.
Cómo es eso?
Rosa miró a todas partes y bajó la voz.
No se le para y mira que yo desnua soy una hembra del cará.
Eladio sintió que un aire tibio le corría por las venas llegaba a sus testiculos y se posaba en su animal muerto.
La mujer continuó.
Esto le empezó hace casi un año, al principio pensé que venía cansao de los potreros,
pero hace como tres meses me confesó la verdad, dice que le echaron un daño en la bebida y ha ido a los espiritistas y nada, ha probao con huevos de carey y hasta un chino viejo le dijo que tomara guarapo y comiera bastante tomate pero no le responde y yo necesito porque todavía estoy joven y tengo deseos.
Eladio notó que la respiración de Rosa se hizo agitada y pedregosa, sus enormes tetas
parecían a punto de reventar bajo la tela y la tibieza que lo exasperaba se convirtió en calor provocandole una presión en la portañuela que dolía.
Turbado quiso pararse e irse al patio pero no quiso que ella descubriera su erección.
Tanto tiempo solo, lejos de mujer y ahora Rosa le contaba todo aquello, sintió que el pantalón se humedecía y cruzó las piernas.
Cuñado, he venido para que me ayudes.
Al hombre se le atragantaron las palabras y el corazón se le quería escapar del pecho.
Vio a Rosa con la mirada turbia la boca entreabierta y las piernas separadas.
Ayudame a sentirme mujer.
Pero eres la mujer de mi hermano, de mi sangre- dijo Eladio vacilante.
Rosa lo abrazó y lo besó con fuerza en los labios.
Tu hermano es el hombre de mi vida pero no soy de piedra.
El beso se hizo largo, furioso, se mordían, se aruñaban , jadeaban y rodaron por todos los rincones del rancho arrancandose la ropa.
El perro que estaba echado bajo el catre dio un chillido y salió asustado al patio.
Rosa gritaba, maldecía, se mordía los labios hasta hacerlos sangrar y cuando fue visitada en sus entrañas dejó escapar quejidos extraños que se adentraron en el mar.
Luego quedaron tendidos, sudorosos y con la vista extraviada en el techo.
La mujer se vistió de prisa.
Gracias cuñado, no sabes el gran favor que me has hecho.
Eladio se puso el pantalón y sujetandolo con el cinto le dijo.
Rosa esto no puede volver a suceder, hemos traicionado a Francisco.
La mujer lo besó en la mejilla y desapareció por el arenoso sendero.
Esa tarde oscureciendo la propia Rosa le trajo la mala noticia.
Francisco se había ahorcado en una ceiba de los potreros, no dejó mensaje alguno.
Lo velaron al día siguiente en sus casa rodeado de lloronas, monteros y viejos amigos que bebían ron y cantaban corridos mejicanos en honor al tendido.
Eladio se paró frente al feretro y apoyando el rostro en el cristal lo regó de lágrimas pidiendole a su difunto hermano que lo perdonara.
Luego se retiró a un oscuro rincón y pasó la noche en vela.
La viuda estuvo desconsolada y rodeada de mujeres que le daban el pesame y la atendían.
Después del funeral Eladio regresó a casa y se durmió, al anochecer Rosa apareció vestida de negro, desencajada, y le pidió dormir a su lado pues sentía miedo quedarse a solas en su casa.
Abrazados se durmieron y él la sintió orinar afuera esa madrugada, luego se durmió y soñó que su hermano lo maldecía y lo perseguía con un puñal.
A Rosa la despertaron los finos rayos de sol filtrados por las rendijas, Eladio no estaba a su lado, se levantó y saliendo al patio lo llamó, su perro tampoco estaba,
el café estaba hecho lo calentó en las brasas del fogón y se sentó a esperar, fumando.
El sol subió a mitad del cielo, las chicharras se tornaron insoportables y truenos cercanos espantaron la tarde.
Una lluvia brillante cayó sobre el sembradío y el techo de zinc.
Rosa estaba triste y lloró en silencio.
Las ranas comenzaron a croar y los cangrejos rojos salieron sedientos de sus cuevas,
entonces la viuda comprendió que se había quedado sola en el mundo.
A pasos lentos se acercó al calabazar se arrodilló sobre la arena mojada y acarició
una diminuta calabaza que había dejado de ser flor.


Autor; Ernesto Ravelo

lunes, 21 de marzo de 2011

La derrota

La derrota no es del derrotado,
aunque se quede sin venas
y sin aire.
La derrota es del que la propina,
que pena insomne en su almohada
y se agita en las sombras.
La derrota siente hambre y su hambruna
es una epidemia entre los hombres.
Sale el derrotado escupiendo sangre,
rugiendo y cargando su derrota cochina,
sin notar que un revés es una diminuta
mancha en el horizonte lejano.
La derrota al principio es oscura, feroz,
pero cuando muestra su otra mejilla,
esparce soles.

Autor; Ernesto Ravelo

viernes, 18 de marzo de 2011

El nieto y su abuela

La voz subió hasta el brocal del pozo,lánguida, cercana, era voz de mujer.
El hombre asustado y tembloroso retrocedió dejando caer la soga y el cubo,
pero la curiosidad se impuso y lentamente se fue acercando a la boca húmeda y miró a su interior.
Quedó petrificado de terror, un bulto subía por la pared verdosa y antigua,
lo hacía con lentitud,vio una larga cabellera amarillenta que chorreaba agua
y unos brazos delgados y secos que se aferraban a los salientes de las rocas.
Entonces el hombre recordó que su abuela a la que nunca conoció se había arrojado
al pozo cincuenta años atrás al descubrir que su esposo la traicionaba con su propia hermana.
El ser llegó jadeante al brocal y descubrió su rostro.
Sus ojos eran grandes y fijos como los de las muñecas,le faltaba la mitad de la nariz,los labios y de sus oídos saltaban y caían al vacío pequeños peces.
Soy tu abuela la suicida- le dijo al nieto mirandolo con fijeza.
Que quieres de mi?- le respondió el hombre con voz queda.
Quiero que me abraces- prosiguió el fantasma y rompió a llorar.
No puedo hacerlo, no eres de este mundo y además estás asquerosa.
La muerta se bajó del brocal y caminó encorvada alrededor del pozo con sus piernas podridas y mal olientes.
De mi nació tu madre,así que me debes la vida- dijo y dando un suspiro continuó.
Es cierto que apesto pero dime si no ha sido clara y saludable el agua que has bebido de este pozo desde que tienes uso de razón.
El nieto hizo una mueca de asco.
Nunca más beberé de estas aguas.
El fantasma dio un salvaje alarido y se lanzó al pozo.
El hombre se marchó y le ordenó a los empleados de su finca que sellaran el pozo y hicieran otro.
Su orden fue cumplida y tres semanas después se inaguró el nuevo pozo, pero a los pocos días un hedor terrible brotó de su fondo y una risa espantosa se escuchó.
El hombre lo mandó a sellar y se hizo otro, el primer cubo de agua salió clara pero
al momento se convirtió en un pus espeso y amarillento donde flotaban tripas azuladas.
El nieto no se dio por vencido y continuó haciendo pozos pero todos tenían aquella pestilencia maldita.
Las cosechas se comenzaron a perder y el ganado comenzó a morir de sed.
Entonces el hombre resignado hizo que abrieran el brocal del antiguo pozo y llamó.
Abuela, abuela.
El fantasma subió sanguinolento, desfigurado.
Me abrazas?
El hombre haciendo arqueadas le dijo.
Lo haré para salvar mi finca, te soy sincero.
La muerta sonrió dejando al descubierto toda su dentadura y le respondió.
No sabes cuanto necesito del calor humano.
Y se abrazaron bajo el el sol ardiente del mediodía.

Autor; Ernesto Ravelo

La hormiga

La hormiga corre loca en busca de alimento,
olfatea el mundo y lo mira desde su dimensión.
Descubre una cucaracha que patalea moribunda,
y grita felíz porque ha hallado comida fresca
para pasar el invierno.
Regresa cantando una canción, tierna, infantil,
da la voz de alarma y un ejercito de patas
y antenas se prepara para matar.
La cucaracha suspira, conoce su destino y se resigna
a morir.
Siente un hormigueo asfixiandola, no ofrece resistencia,
le amputan las alas, la dejan ciega,y expira muda.
Las hormigas entonan un himno extraño y regresan
a su reino con el botín.
Es noche y la luna se pone a llorar
al ver a la descuartizada
bajar a pasadizos estrechos.

Autor; Ernesto Ravelo

jueves, 17 de marzo de 2011

El sueño

El mantis gigante es una enorme hoja seca en el lecho del bosque,
mimetizado espera su presa.
Se escucha un gruñido y un jabalí brota de la espesura y comienza a hozar la húmeda
tierra carente de sol.
De repente unas fuertes tenazas igual a las trampas para osos rodean sus peludas patas y cae dando chillidos.
Afiladas y duras púas comienzan a abrirle la panza y las azuladas entrañas se esparcen por todas partes.
Agonizando el formidable animal trata de herir al mantis con sus colmillos en forma de dagas pero ya la muerte se refleja en sus pupilas desorbitadas.
El insecto lo arrastra hasta unos matorrales y devora grandes trozos de carne aún palpitante.
De las frondas bajan bandadas de cuervos a disputarse los despojos.
Enloquecidos devoran tripas y organos y en la última luz del ocaso descubren un cadaver humano tendido sobre las hojas secas y rodeado de hongos.
Los afilados picos lo rodean.
El hombre da un grito y despierta asustado, es casi noche y grillos y ranas comienzan sus conciertos.
Bostezando se levanta,se sacude las agujas de pino, toma la mochila y se marcha
temeroso hacia la carretera.



Autor; Ernesto Ravelo

Los enemigos

Abelardo se sintió aliviado cuando supo que Andres había muerto,
le pidió al cantinero un trago doble y celebró en silencio.
Habían sido enemigos jurados desde su juventud y todo a causa de una mujer,
que al final no fue de ninguno de los dos y se marchó al extranjero dejandolos
enemistados para siempre.
Cuando se veían en el pueblo se evitaban,y hacía unos cuarenta años atrás en una apuesta de gallos coincidieron, se desafiaron y terminaron fajados a machetazos.
Andrés perdió un brazo y después de salir del hospital se marchó con su familia a otra provincia y nunca más regresó.
Abelardo no tuvo la dicha de casarse,las numerosas novias que tuvo se apartaban cuando descubrian su temperamento violento, y ahora viejo y decrépito sus esperanzas de matrimonio se habían esfumado.
Sin embargo Andrés el manco como le llamaban, tuvo una esposa bella y numerosos hijos,nietos y bisnietos.
Esto lo supo por los comentarios de un pariente de Andrés que vivía en el pueblo y lo visitaba todos los años en su lejana provincia.
Abelardo moraba en una finca heredada de su padre,su situación ecónomica no era mala
pues supo mantener el ganado y la tierra productiva.
Cinco empleados trabajaban para él y tenía sufiente dinero en el banco para pasar su vejez.
Por esa parte se sentía feliz pues había vivido mejor que su enemigo que murió pobre
y cargado de deudas.
Se bebió otro trago y salió a la calle, su perro labrador lo esperaba en la parte trasera de su vieja camioneta de trabajo.
Tarareando una canción la echó a andar y rodó por la avenida principal hacia la salida del pueblo, hizo izquierda y tomando un polvoriento terraplén se dirigió a su finca.
Se sentía eufórico, siempre vivió con el temor de morir primero que Andrés, no soportaba la idea de estar acostado en su ataud mientras su enemigo con una sonrisa burlona en sus labios lo contemplaba.
Comenzó a entonar la canción a toda voz, había bebido más de lo acostumbrado pero el momento lo ameritaba.
Entró a una curva cerrada y perdiendo el control de la camioneta se precipitó al río.


Abelardo abrió los ojos y una intensa luz lo cegó,le dolía la cabeza y todo el cuerpo,poco a poco sus pupilas se fueron adaptando a la claridad y a su lado descubrió el rostro sonriente de un joven.
Era Andrés.
De golpe cerró los ojos,volvió a abrirlos y allí estaba el fantasma burlandose de él.
Entonces comprendió que estaba en el mundo de los muertos.
Como se siente don Abelardo?- le preguntó la conocida voz.
Ahora me llamas Don, deja de burlarte maldito.
Señor, señor, despierte, tiene visita- dijo una cálida voz de mujer.
Abrió los ojos y vio a una enfermera cambiandole el suero.
Andrés continuaba sonriendo y ahora le puso una mano en el hombro.
Donde estoy?- le preguntó asustado a la enfermera
En la sala de cuidados intensivos,y este hombre fue quien le salvó la vida.
Como pudo ser posible, este hombre está muerto.
El joven le respondió.
Se equivoca Don Abelardo soy el hijo de Andres Castillo que nació y creció en este pueblo y su última voluntad fue que lo enterraran en su tierra.
El enfermo se sentó en su lecho.
Nunca te habló de mi?
Sí,le contó a la familia que ustedes habían sido muy buenos amigos en la juventud.
Y que les dijo del brazo que le falta?
El joven se puso serio.
Nos dijo que lo perdió al caerse de una carreta de bueyes y una de las ruedas se lo destrozó.
Abelardo quedó anonadado.
Lentamente y con la ayuda del joven volvió a tenderse y su vista quedó posada en el techo.
Mi familia y yo veniamos llegando al pueblo con el cadaver de mi padre cuando de repente vimos su camioneta caer al río,su perro salió nadando hacia la orilla mientra dos de mis hermanos y yo saltamos a las aguas, zambullimos y a pesar de la corriente y la poca visibilidad logramos rescatarlo.
Hizo una pausa y prosiguió.
No sabe lo orgulloso que estoy de haberle salvado la vida al mejor amigo de mi padre.
Gruesos lagrimones corrieron por las mejillas pálidas del anciano que tembloroso
rompió en entrecortados sollozos y luego en un llanto desgarrador.


Autor; Ernesto Ravelo

miércoles, 16 de marzo de 2011

Prosigue el viaje

Prosigue el viaje a su encuentro,
gime por el sendero desconocido,
pide alimento,agua y lecho,
sonrie cuando un niño cante.
Que no te desanimen tus derrotas,
sigue adelante apretando los dientes,
impide que otros criterios te venzan,
naciste convencido de tu suerte.
Avanza hacia los confines eternos,
por otoños grises y mares de sombras,
sorteando emboscadas, rugiendo feroz.
Al final del viaje te espera la muerte,
dama triste y vestida de verde.
Besale su delicada mano y siguela
a través de jardines invadidos de sol,
rumbo a su reino.

Autor; Ernesto Ravelo

La mosca

La mosca zumba junto al oído,
tratando de decir tantas cosas,
pero la mano trata de derribarla.
Se aleja y se posa sobre el pan,
recorre su geografía contemplando
al niño que desayuna presuroso.
La madre entra a la cocina, despeinada,
sin maquillaje,derrochando bostezos.
La mosca se posa en sus labios,
la mujer lanza palabrotas y la persigue.
El niño termina su desayuno se cepilla
los dientes y marcha a la escuela.
La madre se maquilla sin ganas, toma
las llaves del auto y desaparece.
La mosca queda sola, dueña de la casa,
se va al fregadero y se regodea
en los platos sucios.
Saciada su hambre sube al techo, bosteza
y se duerme.

Autor; Ernesto Ravelo

martes, 15 de marzo de 2011

El duende

El ser tala árboles con sus dientes,
no es un castor,es un duende violeta,
cazador de tesoros.
Amarra los troncos con pelos plateados
de su barba, cierra los ojos,crujen
sus dientes y los arrastra hasta
un claro del bosque.
Comienza a construir una cabaña,
danzando polcas, rodeado de lobos,
mantis y ardillas feroces.
Suda a mares, corta, clava,endecha
y al final de la tarde abre las
ventanas y lanza alaridos.
De la espesura brota el pueblo
diminuto, cargando sacos de plata
y oro.
Lo esparcen en las habitaciones
olorosas a madera verde y danzan
esperando las sombras.
Arriban hordas de brujas risueñas,
borrachas de aquelarres y pócimas,
se abrazan se besan y sus conjuros
se convierten en libélulas veloces.
El duende se transforma en grillo,
salta por los rincones y cansado
se duerme bajo el regazo de la noche
que vieja y desdentada lo mima.

Autor; Ernesto Ravelo

lunes, 14 de marzo de 2011

Un diminuto hombre anfibio.

En la pecera nada un diminuto hombre anfibio,
es negro y blanco como las orcas y le brillan
las escamas.
Le tiro la carnada y paciente espero, da vueltas
pero no se engancha porque tiene el sonar
de los delfines y descubre el anzuelo.
Ha devorado todos mis peces con sus dientes
de piraña.
Meto la mano y trato de acorralarlo contra el vidrio,
pero veloz salta y cae sobre la alfombra mentandome
la madre.
Tomo la escoba y lo barro hacia el mundo, se retuerce
bajo el sol, escupe palabrotas, me llama cobarde,
mientras muere azulado sobre el hirviente cemento.


Autor; Ernesto Ravelo

sábado, 12 de marzo de 2011

Ceniciento día

Ceniciento día el de hoy,
día de todos los vivientes,
sin sol, sin lluvia.
En el cielo cometas veloces
y en la tierra los que tiran
de los hilos resistentes.
Ceniciento día,los viejos
del parque observan como
la brisa lesbiana deja
a las mujeres semidesnudas,
se muerden los labios
y murmuran sus fantasías.
Ceniciento día, de un lugar
desconocido llega la melodía
de un violín.
Ruedan autos hacia destinos
diferentes, en el semáforo
un joven vende flores y un loco
anuncia que el mundo ha llegado
a su fin.
Ceniciento día de otoño.


AUTOR; Ernesto Ravelo

viernes, 11 de marzo de 2011

Paraguái

Paraguái eres el corazón de America,
tierra bendecida por tus dioses nativos,
patria guaraní, me deslumbra tu Chaco
Boreal.
Paraguay de polcas y bellas mujeres,
Edén de la virgen de Caacupé.
Patria de aborigenes y descendientes
de europeos, a ti dedico este poema.
Paraguái, me pierdo en tus pastizales
escuchando un arpa en la lejanía,
y la paz se apodera de mi alma.

Autor; Ernesto Ravelo

jueves, 10 de marzo de 2011

El amor naufraga cuando la distancia se impone

La mejilla en el hombro, pálida, llorosa,
a través del cristal brilla la lata del avión,
y el murmullo de los viajeros se esparce, vuela.
Un mar inmenso pondrá distancia, un mar erizado
de olas y navegado por naves y banderas.
Por fin el beso y los cuerpos que escapan hacia
la espera perenne.
La mejilla se seca,la garganta traga angustia
y el vestido se pierde por las calles coloridas.
El tiempo corre se desboca, no hay brida que pueda
detenerlo...
De nuevo los labios aprenden a sonreir y la piel
pide a gritos caricias.
Irremediablemente el amor naufraga cuando la distancia
se impone.

viernes, 4 de marzo de 2011

Hiaku

Es primavera
abeja liba la flor
el zunzún vuela



Autor; Ernesto Ravelo

miércoles, 2 de marzo de 2011

La ola

La ola se acerca a su suicidio de orilla,
brama traída por el viento océanico,
sin importarle si su muerte es contra
acantilado o salvaje playa.
Transparente es su boca amarga,herida por proas
y peces.
Es cuna de albatros que rendidos por la travesía
se levantan sobre su lomo liquido
para avistar el posible cardumen.
La ola se acerca a la roca antigua, erizada
de dientes.
Cierra sus ojos de sal, se revienta toda
y su espuma huye tierra adentro posandose
en arbustos ralos.