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He aquí la historia del hombre que no supo escapar de una ideología funesta, era un poeta y con su guitarra a cuestas compuso canciones a l...

viernes, 26 de noviembre de 2010

El rincón azul

EL RINCON AZUL


Verano de 1928

1

Esa tarde las gallinas estaban hambrientas, escarbaban en el arenal y perseguían insectos veloces.
La sequía amenazaba con destruir los sembrados de maíz y el despiadado calor arreaba a las vacas por el pasto amarillo, rumbo a la sombra de los árboles de los potreros.
Aleida descolgó el jarrito de una puntilla en la pared y lo sumergió en la tinaja,
calmando la sed que le abrasaba los labios, con un agua clara y fresca.
Se quitó la camisa de trabajo, empapada de sudor y la puso a orear en el espaldar de un taburete.
Prendió un cigarro y se acostó en la hamaca atada a dos holcones, clavando la mirada en el techo.
El humo azulado subió espantando a las moscas, sus ojos se cerraron y un rostro de mujer
se dibujó en el silencio del mediodía.
Vestía pantalones de montar verdes, blusa blanca de vuelos y polainas marrón, su pelo
rojo como una hoguera le daba un aspecto de yegua en celo.
Sonreía, extasiada por el olor a campo y poco a poco su palidez se desvanecía.
Gertrudis ya estaba en casa después de tres años de ausencia y sus padres felices de que pasara unas largas vacaciones en la finca antes de su casamiento con un hombre rico de la ciudad.
Abrió los ojos y se miró las manos sucias, las uñas rajadas y las manos ásperas del machete, el lazo y las ubres.
Casi anochecia , el viento del sur aún soplaba, trayendo a las aves marinas internadas
en el océano.
Oía las olas estrellandose contra el diente de perro y el aleteo de las gallinas subiendo al árbol.
A través de la ventana vio a los peones regresar al albergue, unos a caballo,
otros tras los bueyes y los más rezagados con las guatacas al hombro y los machetes
a la cintura.
Se puso la camisa y se fue al aljibe en busca de agua, regresó le puso tranca a la puerta,
se desnudó y dando saltitos se baño con el agua fria y llena de gusarapos
se vistió de limpio, y se peinó su pelo corto y dañado por las inclemencias sin preocuparse por mirarse al espejo.
De hecho no tenía ninguno, no lo necesitaba, solo descubría su imagen algunas veces
en el tanque de beber las vacas .
Respiró el aire de la noche, en el horizonte todavía quedaban algunos retazos naranjas, ahora el viento comenzaba a virarse de tierra y los mosquitos despertaban.
Aleida se sumergió en la lobreguez del camino en busca de la playa solitaria y pedregosa,
aspirando el olor a monte, que traía los efluvios de flores silvestres dormidas
y el olor extraño de hojas pútridas y troncos muertos.
Recordó su infancia, por su mente desfilaron imagenes claras y otras brumosas
que había tratado de borrar para siempre.
Se vio en su pueblito rural, rodeado de montañas y extensos cafetales, su abuela
estaba en el patio tendiendo ropa y la miraba y le repetia que era la copia
de su difunta madre, ella le sonreía y escapaba con sus amigos, todos varones
hacia el río, transparente en invierno y revuelto y cruel en primavera.
Por aquel tiempo no había escuela en el pueblo y los niños gozaban de amplia libertad
para fundirse con la naturaleza virgen, todos descalzos y semidesnudos deambulaban
por aquel mundo único de la infancia, jugando todos los juegos que hoy serían prohíbidos.
Se internaban en los montes cazando palomas, se subían en los árboles mas altos
y escalaban las empinadas cuestas de las montañas, sin que sus padres se preocuparan por ellos, pues ellos mismos habian nacido y crecido y hecho lo mismo por generaciones.
Aleida no sentía atracción por los juegos de niñas, odiaba que la peinaran y le hicieran trenzas, detestaba las muñecas y sus ojos fijos, y las cosas tontas y aburridas que hablaban las niñas.
Con los niños se sentía a gusto, libre de peinados y batas, jugando a las canicas, al trompo, empinando papalotes y sacando fondo en las oscuras charcas.
A los doce años era la marimacho del pueblo, caminaba y se comportaba como un varón,
nunca hubo en ella un destello de rasgos femeninos, en sus genes traía el encanto
y la rudeza del macho dominante y pendenciero.
Las madres alarmadas le prohibieron a sus hijas acercarsele ,incluso hablarle,
cosa que ella notó pero que en aquel momento no le molestaba, sus amigos comenzaron
a burlarse , llamandole machorra , y conminandola a enseñarles su sexo pues
comentaban que ella tenía testiculos
Recuerda que en varias ocaciones se lió a puñetazos con los varones, en algunas peleas
perdió pero en otras salió victoriosa, ganandose su lugar entre ellos que comenzaron
a admirarla y respetarla.
Nunca conoció a su padre, su abuela le dijo que era un hombre de pueblo que estuvo
un año trabajando en los cafetales como empleado, enamoró a su madre, prometiendole
llevarsela a la ciudad y cuando quedó encinta, desapareció.
Absorta en sus pensamientos de repente la sorprendió el estruendo del mar y su salitre amargo, descendió hasta la arena quitandose los zapatos y sus pies se bañaron en la espuma negra y aún tibia.
Descubrió los ojos almendrados de Gertrudis en la cúpula de un cielo carente de estrellas,
mirandola con una persistencia que la asustó.
Siguió ensimismada en su pasado.
Una mañana al querer salir de su cuarto, notó que la puerta tenía el pestillo puesto por fuera, llamó a Serafina que así se llamaba su abuela y esta le dijo que no debía salir de la habitación hasta que no viniera una visita muy importante, no hubo más explicaciones.
Se imaginó que su padre había regresado para lleversela lejos, tuvo mucho
miedo, trato de abrir la ventana pero la habían clavado por fuera, comenzó
a dar gritos a patear y a llorar desconsoladamente, pero Serafina no se inmutó.
A las dos y cuarto escucho voces y se ocultó bajo la cama, temblorosa, como un animal
acorralado dispuesto a no dejarse atrapar.
Se abrió la puerta y varios pies entraron.
Donde está- preguntó una voz grave de hombre.
Apretó los puños y los dientes tomando la decisión de luchar hasta el final, su padre no tenía el derecho de venir por ella , porque ni aún después que su madre murió desangrada
en el parto él fue capaz de presentarse a dar la cara.
De pronto fue halada por una pierna, dio un chillido y comenzó a forcejear con todas las manos que trataban de inmovilizarla.
Vete, gritaba con voz ronca de tanto llanto- no eres mi padre, me abandonaste, no te quiero, no te quiero.
Fue sentada a la fuerza en una silla.
Aleidita hija, de que hablas, no seas grosera con el padre Demetrio y las monjitas.
En efecto era el cura del poblado y dos de sus monjas.
El vino a ayudarte hija, a sacarte los malos espiritus para que seas una muchacha femenina, arreglada , de buenos modales y deseada por los varones.
Aquellas palabras le causaron un horror avasallador, hubiera preferido marcharse
con su padre desconocido antes de aceptar aquella tortura que trataban de imponerle.
agachó la cabeza y no dijo nada.
Las monjas le acariciaron sus cabellos y rezaron por ella, invocando la misericordia
de la santisima Trinidad y sus huestes celestiales.
Después el padre Demetrio hizo que lo mirara a los ojos y la santiguó con agua bendita
pidiendole a los demonios que en el nombre del Altísimo abandonaran aquel cuerpo
y dejaran de atormentarlo, le puso la cruz en la frente y cantó un himno extraño.
Cuando se marcharon cayó en un sueño profundo y solo despertó al dia siguiente
La puerta continuaba cerrada, lloró en silencio tapandose de pies a cabeza, quería
morir y subir al cielo con su madre para preguntarle si a ella también le molestaba
su manera de ser.
Al rato llegaron las monjas, traían dos muñecas , una hermosa bata bordada con flores
amarillas y zapatos lustrosos de tacón y hebillas plateadas.
Le dijeron que se bañara y se vistiera como las niñas decentes a lo que ella se negó,
después de varias súplicas las monjas la arrastraron a la fuerza hasta el baño ayudadas
por su abuela que le hablaba y le decía que todo era por su bien, fue vestida, calzada,
peinada y la sentaron en la sala con las dos muñecas entre sus brazos.
Dejó de llorar, las monjas y Serafina se sentaron al frente, y toda la tarde le leyeron
pasajes biblicos y rezaron el rosario.
Así transcurrieron los días, el cura la visitó varias veces, y se alegraba del cambio
tan extraordinario que le estaba ocurriendo, le llevaba golosinas y le regaló una biblia ilustrada.
Las señoras se solidarizaron con la abuela y fueron con sus hijas a visitarlas, quedaron
impresionadas de como aquella niña machorra lucía ahora, gracias a Dios y a la bondad
del padre Demetrio
Le permitieron a sus hijas relacionarse con ella pero siempre bajo la mirada atenta de una de las madres que observaba todos sus gestos y expresiones.
Comenzó a fingir, le era dificil pero era la manera de recobrar su libertad, ya lo había decidido, escaparia de aquel mundo tiránico.
Jugaba con las niñas, conversaba, trataba de interesarse en los juegos,
En si se sentía a gusto con ellas, solo que la aburrian sus juguetes y sus conversaciones..
Los domingos su abuela la llevaba a misa, al recorrer las calles se tropezaba con sus viejos amigos que no la reconocían y la sangre le hervía en las venas al respirar la libertad perdida, allá lejos el campo , las montañas, en el cielo los papalotes en la tierra las canicas, los trompos las peleas.
Los labios de Gertrudis bajaron y besaron las aguas negras.
Recordó el día que decidió escapar de su abuela y de aquella gente que nunca iba
a comprender su naturaleza, las monjas le dijeron que ahora Dios la amaba
bien peinada, vestida y limpia, que antes estaba poseída por las legiones de Satán,
y era contra natura y un gran pecado que una hembra se creyera varón
Desde ese día hasta entonces había empezado a odiar a un Dios que la creó de esa manera
y luego la condenaba y le daba la espalda, lo desafió, perdiendole todo temor y en el silencio de sus madrugadas le reprochaba haberla creado distinta.
Por aquel tiempo llegó una maestra al pueblo, la señorita Dora, era de mediana edad, bonita y delgada, y comenzó a asistir a clases con las demás niñas del poblado,
su abuela la llevaba a las siete y pasaba por ella a las dos de la tarde, tenía prohibido
hablar y juntarse con varones.
Aquel primer año se enamoró de la maestra, no sabía si era amor pero si sentia
una atracción por aquella mujer educada, e inteligente,la soñaba y pensaba en ella
en todo momento y, cuando estaba a su lado su corazón se desbocaba.
Al principio pensó que quizá su carencia de amor maternal la hacía sentir aquel cariño
pero con el tiempo descubrió que en sus sueños la veía desnuda,
bañandose en el rio mientras ella la espiaba entre las altas hierbas con la respiración agitada.
Una mañana despertó sobresaltada y tuvo un mal presagio, ese dia la escuela no abrió,
la maestra Dora se habia marchado de una forma misteriosa, a la hora una noticia
escandalosa corrió como polvora de boca en boca, Dora se había escapado con Enriquito
el monaguillo de la iglesia, que dejó una nota sobre el escritorio del cura, diciendo
que renunciaba por haber encontrado el amor carnal, que ella estaba embarazada
y que estaban felices con la futura criaturita que venia en camino.
Esa noche lloró hasta que sus ojos quedaron chinos, imaginaba a su maestra en los brazos
peludos de su hombre y una repugnancia la estremeció de pies a cabeza .
La sorprendió el amanecer con la vista perdida en el techo, de tanto llorar se sentía calmada y decidida a cambiar el sentido de su vida, no se resignaba ser como no era,
y la única manera de lograr un cambio era escapando de aquel mundo que le habían
impuesto.
Sentía pena dejar a su abuela sola y triste, pero era la única via para ser libre, algún dia ella iba a comprender su decisión, quiso dejarle una carta de despedida pero la maestra Dora con su traición la dejó sin esa posibilidad.
Recogió su poca ropa, y cuando la abuela estaba preparando la cena entró a su habitación
con el pretexto de barrerla y robó cinco pesos de sus ahorros guardados bajo el colchón,
con eso era suficiente
Se fue a la cama a las nueve de la noche y esperó con impaciencia a que Serafina se retirara a su dormitorio, a las once la casa quedó en penumbras, en ese momento flaqueó,
pensando en el sufrimiento de su abuela , pero pronto comprendió que la habían obligado a tomar aquel paso.
Acababa de cumplir catorce años y,era una muchacha espigada que pasaría por quince o dieciceis .
Abrió la puerta de la sala, espió por un rato la calle de tierra, todo estaba en silencio
y oscuro, salió, le lanzó un beso de despedida a la anciana dormida y desapareció por las fauces de la noche
2

No le temía a la oscuridad, estaba acostumbrada a vagabundear con sus amigos de juegos y travesuras, hasta una vez habían ido al cementerio para ver cual era el cobarde que se regresaba.
Evitó el camino principal pues algunos pobladores regresaban de los pueblos lejanos
a esa hora después de visitar a sus prometidas o de fiestar por el llano.
Tomó un trillo que corría paralelo al camino, comenzaba a salir la luna y los ruidos
invadieron sus sentidos, respiró el aire frio deleitandose con la cúpula
estrellada,
Caminó de prisa descendiendo por las empinadas pendientes de la montaña, un paso en falso y rodaría hacia el abismo. .
Aquella vereda serpenteaba entre los cafetales, andubo por ella toda la madrugada
y ya casi amaneciendo, agotada y con los pies adoloridos sacó unas ropas como almohada y se durmió
La despertaron trinos y la luz intensa, era media mañana, se había quedado dormida,
pensó en su abuela llamandola para desayunar y tuvo deseos de regresar, estaba hambrienta y el pueblo de La Sierrita estaba aún lejos, lo había visitado cuando pequeña a lomo de bestia para conocer a un tio, hermano de su madre .
Alcanzó el camino real caminando bajo el ardiente sol por tres horas ininterrumpidas,
solo se detuvo en dos ocaciones para beber el agua sucia y verdosa de un charco y para ocultarse de varios jinetes que vio en la lejanía.
En pleno mediodía divisó las primeras casas del pueblo, descansó un rato y luego se fue
por una calle secundaria, preguntó donde se tomaba el bus, compró el pasaje y a las tres de la tarde lo abordó con rumbo a un lugar llamado Puesta De Sol, lo escogió porque escuchó a alguién decir que había una playa muy bella y su gran deseo era conocer el mar.
El Bus bajaba por la peligrosa carretera en busca del llano y Aleida disfrutaba del paisaje.


Era cierto, después de casi tres horas de viaje vio por primera vez el vasto océano, quedó impresionada por su azul intenso, al bajar del bus estuvo mirandolo por largo rato, hasta que una voz la sacó del extásis.
Hey jovencita, de donde vienes?
Era una señora gruesa que vestía una saya negra, delantal verde, zapatos bajos color marrón y usaba espejuelos de aumento.
Vengo de las lomas.
Sola?
Si , vengo a colocarme como criada, mis padres son muy pobres y me enviaron a conseguir empleo, se trabajar en el campo.
Mi nombre es Luisa-se presentó la mujer- y como tú un día salí de mi casa buscando un mejor futuro, soy la dueña del restaurante y te puedo ofrecer comida y techo por esta noche, sabes no tenemos trabajo bacante pero tengo una hermana que el marido tiene una finca a cuatro leguas de aquí y ella necesita una doméstica.
Vive cerca del mar?
La mujer sonrió- ya me di cuenta que es la primera vez que lo ves- es bello pero también peligroso- dijo acariciandole el pelo -no te preocupes que el mar lo tiene casi de patio.
Esa noche comió y durmió en la casa de aquella buena mujer que era viuda y tenía dos hijas llamadas Lourdes y Liset pero no pudo conocerlas porque estaban visitando a una tia en la ciudad., solo vió sus fotografías
Al día siguiente a las diez de la mañana partió rumbo a la finca en un carretón con una carta de recomendación y acompañada por un empleado de confianza de doña Luisa.
Como se llama su hermana?- preguntó curiosa antes de partir
Josefa y su esposo es Don Antonio García.
















3

Antonio García había emigrado al país en 1901 procedente de Tenerife en la Gran Canaria, como muchos de sus coterráneos arribó a America en busca de un futuro mejor del que disfrutaba en la aldea pobre y fria.
Sus primeros años como emigrante fueron duros, solo llegó con la ropa que vestía y una
voluntad inquebrantable por triunfar, recorrió el Oriente trabajando en la recogida de café y adaptandose al sofocante calor del trópico.
Trabajaba de sol a sol, en las montañas de la Sierra, comiendo viandas sancochadas y durmiendo en pestilentes barracas habitadas por más de veinte hombres,
soportando los abusos de los dueños y sus capataces que explotaban y pagaban miseros salarios.
Paso hambre, frío, carencia de ropa y zapatos, se iba al cafetal descalzo para no romper el único par de zapatos que cuidaba para ir a los pueblos los fines de semana, fue ahorrando
centavo a centavo durante cuatro largos años, escondiendo el dinero en una lata de galleta,que enterraba y desenterraba, atento a las acechanzas y codicias.
Un amanecer se hizo de su tesoro y bajó al llano, tenía suficiente dinero para invertir,
tomó el tren de la época y después de dos días de viaje arribó al centro de la isla,
colocandose como ayudante de bodega de un paisano suyo conocido
como el isleño Isidro, que se había establecido en 1898 y era muy hábil para los negocios y quien le aconsejó comprar una tierra virgen junto al mar a muy buen precio,
Lo llevó al ayuntamiento de la ciudad de Cienfuegos, pagó una parte del precio y firmó los contratos de propiedad.
Al lugar se llegaba solo a caballo , era una tierra arenosa junto al mar pero hacia el interior era roja y fertil.
Le puso por nombre Punta Los Colorados por el color de la tierra, la extención de la finca era de treinta caballerias
Había que trabajar como titán para levantarla, por aquellos montes no corría corriente de agua alguna y por estar cerca de la costa las lluvias eran escasas, por ese inconveniente la había comprado a muy buen precio,nadie quería invertir en tierras áridas y sin ríos.
Pero el isleño no se amedrentó, primero habia que tumbar y quemar monte, invirtió en bueyes y carretas y contrató a tres empleados,
Quemaron, cortaron, apilaron e hicieron la leña carbón, abrieron dos pozos y empezaron a sembrar yuca y boniato para sobrevivir, dormían en pequeños ranchos de guanos asediados por los mosquitos, las moscas de caballo y los alacranes.
Salían de madrugada y llegaban de noche, con los meses los trillos y las veredas se hicieron caminos y con los años los ranchos casas, y grandes extenciones de montes, potreros, donde pastaba el ganado comprado en subastas.
Don Antonio hizo amistad con los propietarios de las fincas vecinas y aprendió de ellos
sobre la venta de frutas, viandas, leche y ganado.
En un viaje de negocios al pueblo de Trinidad conoció al amor de su vida,y a los seis meses de visitas y amoríos se casó con Josefa Valdés una trinitaria hija de un bodeguero de clase media, muy bella y amorosa y la trajo a vivir a su finca que por aquel entonces no contaba con lujos pero si lo necesario para no vivir en la pobreza.
Pronto llegó el primero y único bebé del matrimonio, era una hermosa niña de pelo rojizo,a la que llamaron Gertrudis en honor a su abuela canaria.
La pareja quizo tener más hijos pero doña Josefa después del parto tuvo por mucho tiempo un sangramiento inexplicable, luego desapareció pero nunca más pudo quedar embarazada a pesar de los tratamientos médicos y los remedios caseros.
La tarde en que Aleida arribó a la finca recomendada por doña Luisa, Gertrudis cumplía, trece años, la casona era de ladrillo y teja, pintada de azul, amplia y espaciosa con un portal de cemento púlido y con seis horcones que soportaban el peso del techo que bajaba en caída, una larga canal de aluminio corria por los aleros para recoger el agua de lluvia en un inmenso tanque de hierro que reposaba en el flanco derecho.
La casa había sido construida en una elevación para tener una mejor vista del mar que estaba a unos cincuenta metros, la costa lucía majestuosa, con su orilla erizada de diente de perro y enormes casimbas donde las aguas entraban y salían y las olas bramaban cuando el viento las asuzaba.
Hacia la izquiera se alzaba una frondosa ceiba y bajo su sombra ladraba un perrazo amarillo criado a soga.
Una mulata vieja y gorda le sonrió desde el portal, al momento salió a la carrera una niña pelirroja y delgada con bucles que resplandecieron con el sol, vestía un vestido blanco , zapatos del mismo color y entre sus brazos cargaba un gato negro como la noche,
era Gertrudis.
Se quedó mirando a Aleida por unos segundos y luego se fue corriendo aventando al gato por los aires que cayó parado y asustado por los ladridos del perro
se esfumó entre la manigua asustando a una gallina con pollitos,y a un gallo indio con una cresta imponente que lanzó un sonido de alarma que puso en alerta a todo su harén.
Al momento hizo acto de presencia una señora de alto peinado y muy seria.
Vestía un vestido color ratón , era baja de estatura pese a los tacones y la solennidad de sus pasos delataban que en su juventud fue una mujer voluntariosa y presumida.
La miró de arriba a abajo
Doña, la joven trae una recomendación de Doña Luisa.
Doña Josefa leyó la carta.
Sigueme.
La sala era amplia , un poco oscura y amueblada con muebles de caoba, de las paredes pintadas de blanco, colgaban cuadros sepia de la familia, caminaron por el pasillo y llegaron a un cuarto estrecho y sencillo, pero claro y limpio, por donde a través
de una ancha ventana podian verse los cocoteros , las matas de anones del patio,
los corrales donde balaban las cabras. y más alla los potreros y el ganado.
Acomodate y descansa y mañana hablaremos con calma sobre tus deberes.
Quedó sola, solo habia una cama personal, vestida con un cubrecamas de flores
una mesita de noche con su quinqué, y un pequeño close para la ropa.
Fue hasta la ventana y apoyando los codos en el alfeizar pensó en su abuela desesperada y triste por no saber de su paradero
De repente escuchó voces, y luego cantos que provenian de la sala, risas de niñas estallaron,junto con el flash de una camara fotógrafica de cajón.
Abrieron la puerta y la mulata que la recibió en el portal entró con la cena.
Que tal jovencita, dijo regalandole una amplia sonrisa, me llamo Celia y soy la cocinera,
llevo ocho años de servicio en esta casa y a partir de mañana trabajarás a mi lado
asi que te he traído tu comida, cometela toda para que estes fuerte para los queaceres
y no te enfermes- se quedó mirandola por unos instantes- eres una jovencita muy decidida, te lo noto en los ojos.
Devoró el arroz con frijoles, el tasajo y el pan, dejando el plato limpio,y sintió voces en el patio.
Gertrudis y tres amigas conversaban animadamente.
Que más te regalaron por tu cumpleaños?
Mis tios de la ciudad me regalaron muñecas, caramelos , muchas ropas y corpiños,
Pero saben cuál fue mi regalo favorito?
Las otras quedaron expectantes
La cotorra que me regalará mi papa, aun esta en la casa de su amigo pero esta semana
me la trae, le voy a poner Pancha y la voy a enseñar a cantar y a decir malas palabras
como….Se las dijo al oido y estallaron en carcajadas.
Ahh, se me olvidaba contarles que hoy llegó una niña para que ayude a Celia en sus queaceres. vino vestida muy pobre, pero yo le voy a regalar de mi ropa y seremos amigas.
Y como se llama?
No he conversado con ella, mi madre la envió a su cuarto a descansar, miren la ventana está abierta, vengan a verla.
Aleida corrió a la cama y se hizo la dormida.
Oh,si, pobrecita, ronca mucho y esta muy flaca, parece que pasaba hambre.
Dice mi mamá que vino de las lomas y luce ruda y poco educada pero que necesita trabajo, vamos, dejemosla descansar.
Cuando regresó a la ventana ya la tarde se marchaba, las gallinas subían a su dormitorio
y los gallos despedían el sol.
Cerró la ventana y prendiendo una cerilla y encendió el quinqué., la luz eléctrica aún no habia llegado a aquellos rincones perdidos del mundo,
Sacó la ropa estrujada del bolso guardandola en el closet.
Se desvistió y deslizandose bajo las sábanas, apagó la luz y el sueño la enguñó entre sus
misterios



















4

Cuando regresó esa noche de la playa, las luces de la casa familiar aún estaban prendidas,
se notaba el regreso de Gertrudis, pues con anterioridad sus dueños se acostaban temprano, a las ocho se retiraba doña Josefa que ya pasaba de los cincuenta pero se mantenia activa y gozaba de estupenda salud, don Antonio sentado en el portal se fumaba su puro de la noche mientras conversaba con su capataz apodado El Mulo por su gran fuerza fisica y su resistencia en el trabajo.,se retiraba a dormir sobre las nueve y media.
Esa noche había reunion familiar, Aleida le dio la vuelta a la casona y espió por una de las ventanas .
La sala lucía bien iluminada por cuatro candelabros de plata, hija y padres conversaban animadamente, doña Josefa como siempre vestia de gris con el pelo largo y canoso suelto y bien alisado, se balanceaba en su sillón mientras sonreía y escuchaba los relatos de ciudad de su retoño,
Don Antonio, vestía pantalón verde , camiseta blanca y calzaba unas pantuflas naranjas que le daban un aspecto cómico.
Gertrudis estaba de perfil, mostrando el ángulo de su nariz griega y los detalles de un cuerpo bien formado que resaltaba bajo la tela roja y floreada de su bata de casa,
que le combinaba con el fuego de sus cabellos.
Aleida se puso de cuclillas y en el hueco de la mano prendió un cigarro que mantuvo oculto para no ser delatada, los recuerdos comenzaron de nuevo a galopar.
Al día siguiente Celia la despertó a las cinco de la mañana, se vistió de prisa, y la cocinera la condujo al baño de las sirvientas en el patio, donde se pudo asear.
Ya en la cocina siguió sus instrucciones en como preparar el desayuno, que consistía en tocino con huevos revueltos, rebanadas de pan , café con leche y café con poca ázucar.
Los empleados de la finca llegaban a caballo y se les servía café amargo en el patio,otros vivian en el albergue que Don Antonio habia costruido, eran hombres de campo de buen ánimo, sencillos, ocurrentes y muy respetuosos, enseguida Aleida hizo amistad con ellos interesandose por las espuelas, los lazos, las sillas de montar y preguntandoles por el tipo de trabajo que realizaban, eran catorce peones en total, los monteros, se ocupaban de las vacas que ordeñaban cada mañana, arreaban a los potreros, reparaban las cercas de alambre y traían de vuelta al ganado que escapaba a los montes o a las otras fincas que lindaban.
Los otros empleados sembraban en los sitios, araban la tierra, y la fertilizaban con cagajones de vacas y cuando no llovía sacaban agua de los pozos para regar, también alimentaban cerdos y los mataban para el consumo y venta
Y por último conoció al viejo Ramón que se ocupaba del ordeño y el pastoreo de un gran rebaño de cabras.
Los ojos de la chica relampagueaban de emoción al escuchar las conversaciones de estos hombres al amanecer , después del café prendían sus cigarros y se marchaban al trote contandose chistes, con sus porrones de agua amarrados al pico de la montura, el pedazo de pan con mantequilla y algún mango en las alforjas,
De sus cinturas colgaba la vaina con el inseparable machete y en sus cabezas lucian los sombreros de guano, simbolo del guajiro/.
Esa era la vida que ella deseaba, vestida como hombre, con la cajetilla de cigarro en el bolsilo de su camisa sudada, y espoleando su caballo mientras el lazo caía sobre la testa de un toro bravo, pero por ahora solo le tocaba suspirar por los rincones y obedecer a Celia que se empeñaba en hacerla una buena cocinera.
A las siete de la mañana sirvieron el desayuno en la mesa de caoba rodeada de ocho sillas de la misma madera,
Don Antonio entró oliendo a agua de colonia y recien afeitado,
usaba un gran bigote espeso pero bien arreglado que le daba un aire de respeto.
Era un hombre alto y musculoso, muy bien parecido.
Dio los buenos dias, y se quedó mirando a la joven.
Muchacha-dijo con voz grave y pausada me han dicho que vienes de las lomas.
De que pueblo?.
De San Blas señor, para servirle
La Mirada de don Antonio se iluminó.
Estuve hace dos años en ese pueblo y conocí a Paco Menendez,sabes si todavia vive.?
Aleida se encogió de hombros como respuesta y se fue tras la cocinera.
Es un hombre muy bueno- le dijo Celia en voz baja-es conversador y muy justo en sus deciciones, y tú le caiste bien pues eres de la edad de la niña Gertrudis,- se palmeó la frente- ya que la menciono ve y llevale el desayuno a su cuarto, le gusta desayunar y dormir la mañana, toca primero antes de entrar, es la puerta color vino tinto.
La puerta estaba entrabierta, asi que Aleida entró sin hacer ruido, Gertrudis estaba dormida boca arriba, vestida con una pillama y blusa color violeta, puso la bandeja
encima de la mesita y ya se marchaba cuando la detuvo su voz.
Eres la niña nueva?
Si
Como te llamas?
Aleida
Ven sientate en mi cama y cuentame de ti., no muerdo.
Aleida con timidez le contó que vivía con su abuela y se había marchado de su lado en busca de trabajo para poder ayudarla.
No fuiste a la escuela?
Solo por unos meses, no aprendi mucho porque la maestra se fue con el ayudante del cura.
Gertrudis rió de buena gana.
Sabes Aleida ,seremos buenas amigas.
Gracias señorita.
No me llames asi, soy una jovencita igual que tú, llamame por mi nombre, aunque no lo hagas delante de mi madre, a ella le gusta el respeto y las buenas costumbres.
Y agregó
Mi padre hoy me traerá una cotorra y le voy a poner…..
Pancha
La pelirroja quedó sorprendida.
Pues si, tuviste alguna con ese nombre?
No, escuchaba cuando se lo decias a tus amiguitas en el patio.
Pero si estabas dormida.
Lo fingí- dijo Aleida agachando apenada la cabeza.
Eso me gusta, que seas sincera, son mis compañeras de colegio y hijas de Isidro el dueño de la otra finca y que es mi padrino y muy amigo de mi padre, estudio en la escuela de la señorita Rosita, es una institución privada y muy aburrida.
Se paró sobre el colchón y dando saltos trató de alcanzar el techo demasiado alto.
Cuando termine la elemental me iré a la casa de mis tios en la ciudad a estudiar contaduría, me gustan las matemáticas.
Dejó de saltar y sofocada se tiró al piso de lozas rojas.
Te gusta la playa?
Si, es bella, pero nunca la he visitado.
Por la tarde iremos a caminar y recoger caracoles.
Regresó de prisa a la cocina, Celia le ordenó que fregara y limpiara el piso, mientras ella barria el patio con un escobillón ,
Rompió tres tazas y un plato de borde brillante, la mulata le dio una reprimenda pero prometió no contarselo a doña Josefa que era muy celosa con la vajilla.
Ya la señora desayunó y esta regando las macetas en el portal, recoje lo roto y tiralo a la basura antes que regrese, te los puede descontar del salario.
Limpió la cocina y el comedor, y se puso a fregar los calderos con cenizas del fogón., no estaba agotada por el esfuerzo, solo que le disgustaban las tareas domésticas.
Los dejó brillando, Celia le dijo que se tomara un descanso y se fue al portal.
Estaba ensimismada contemplando el horizonte cuando le taparon los ojos, y al volverse , allí estaba la sonrisa perfecta de Gertrudis.
Te asusté?
Si un poco.
La tomó de una mano
Te prometí ir a la playa y promesa es promesa.
Y se fueron corriendo por el camino arenoso escoltado en ambas orillas por una fila de flambollanes floridos y transitado a aquellas horas por cangrejos rojos, que marchaban a desovar a la costa.
El olor a madera podrída brotaba de la espesura del monte seco ,carente de lluvias
pero no del trino de tomeguines y azulejos que en bandadas buscaban refugio
antes la llegada del anochecer.
Para mi el mar es como el aire que respiro, no me puede faltar- gritaba Gertrudis
Détente, lo hueles?Lo escuchas? Nunca duerme el muy condenado.
De pronto en una curva del camino una brisa cálida y cargada de olores indiscriptibles
les dio en el rostro, caminaron bajo las frondas de los uveros hasta que descubrieron
la playa protegida por altos farallones color ocre, esclava de olas, caracolas y algas secas.
Deja los zapatos, ven corre.
Y dando chillidos se metieron en las transparentes aguas.
Para Aleida aquella era una experiencia única, sentía un poco de miedo pero pronto
al ver a Gertrudis tan confiada y valiente se sintió a gusto.
Se adentraron en el azul intenso, aún el sol imperaba, sacandole a las aguas un brillo
plateado, Aleida no sabía nadar y vio con envidia como Gertrudis retaba a las olas
braceaba con fuerza y zambullía por el fondo blanco trayendo a la superficie estrellas
y piedras extrañas.
Tienes que aprender a nadar, mi maestra dice que es muy importante por si algún dia
sufres un naufragio, ven te enseño pero tienes que dejarte llevar y no tener miedo.
Acuestate sobre mis manos, asi, asi, y ahora mueve las manos y los pies, no te suelto
hasta que estes confiada.
El sol comenzó su descenso hacia el abismo, el viento se hizo frio y las aguas
se pusieron oscuras, salieron a la orilla temblorosas y se sentaron en la arena
de frente al crepusculo
Sabes, eres callada y timida pero me caes bien, que edad tienes.
Cumpliré quince en Octubre
Uaaaooo, pareces de diecisiete, nunca has tenido novio.
Aleida lo negó con la cabeza.
En serio?
Si en serio.
Pues no se como, porque eres bella
Aleida se sonrojó
Bella usted.
No me trates de usted recuerda que somos amigas, y gracias por lo de bella.,
te cuento que, yo sí he tenido novios y me he besado con ellos pero es un secreto entre
nosotras.
Han sido tres, Gabriel, Francisco y Eloy y el que mejor besa es Francisco
aunque no tan bien como….
Se quedó un instante callada como escogiando las próximas palabras
Te cuento algo si me prometes llevartelo a tu tumba, me lo prometes?
Si
Ni aunque te arranquen los ojos lo dirás?
No lo diré, por la virgencita- y se besó los dedos.
Me besé con Sara una chica amiga mía.
Se hizo un silencio solo roto por el eterno lamer de las olas y por el graznido
de las aves marinas que regresaban del océano.
Se quedaron contemplando el horizonte sangriento y bebiendose el preludio
de la noche.
Oiste lo que te dije
Si
Y que piensas?
Aleida se encogió de hombros.
Fue en el baño de la escuela ,ella me supo besar diferente y eso me gustó.
El sol desapareció y en el borde de los farallones los grillos empezaron sus conciertos.
Nunca te han besado.
No he tenido novio.
Y si te beso te gustaría.
No se.
Quieres?
Silencio, sus cuerpos temblaban como hojas batidas por el viento.
Aleida cerró los ojos
Se besaron bajo los primeros astros, fue un beso largo, tierno, amargo por el salitre.
luego se volvió feroz, jadearon tendidas sobre las tibias arenas sintiendo la fiebre que
brotaba por sus poro

El cigarro gastado quemó sus dedos, lo arrojó con furia y su mirada descubrió
la luna, grande y amarilla como un queso.
Le era imprescindible verla antes de que se marchara a la ciudad a empezar los preparativos de su boda, necesitaba mirarla a los ojos y preguntarle si aún la amaba.
Desde que se había marchado, su recuerdo había quedado girando en su mente
a todas horas, extrañaba su olor, su voz, su alegria, y todos los momentos vividos
a su lado.
Gertrudis no la había buscado, la ignoraba, manteniendose oculta en el caserón, solo salía al portal con su madre a contemplar la muerte del sol y regar las macetas florecidas de vicarias, rosas y jazmines.
Aleida tomó una decisión, tocaria esa madrugada en su ventana como lo habia hecho otras veces cuando se moria de frio y de deseos en el sopor de su cuarto,y salia al patio
para no hacer ruido por el pasillo largo y tenebroso,
Gertrudis abria al segundo toque y ella ágil como un cabrito brincaba y caía en el lecho tibio, impregnado de su olor inconfundible.
Los mosquitos se hicieron insoportables, la luna se ocultó , el perro la olfateó y ladró
quejumbroso.








5

Esa noche cuando regresaron a casa recibieron un fuerte regaño de Don Antonio y su esposa,
Aleida bajó la mirada pero Gertrudis se defendió con una vehemencia tal que convenció a sus molestos padres.
Dijo que se habian embelesado con el ocaso y el chirrido de los grillos,
les recordó a su padre que el le habia enseñado a no tenerle miedo a la oscuridad
y por último dejó claro que Aleida no tenia culpa de la demora que todo habia sido idea suya.
Don Antonio solo les hizo la advertencia de no bañarse en el mar al oscurecer porque
a esa hora los tiburones merodean la playa en busca de peces.
Celia se llevó a Aleida pellizcandole el brazo y echandole una reprimenda terrible,
ya en la cocina le dijo con ojos llameantes.
Quién te crees que eres, la prima de Gertrudis? Su mejor amiga? Pues no, eres una simple empleada y sabes qué? Si a ella le sucede algo malo tu serás la responsable y puedes ir a parar a la carcel.
Ve y quitate esa agua salá de arriba. Y se fue a su cuarto hablando sola .
Desde aquel encuentro Gertrudis y Aleida fueron amigas inseparables pese a la intervención de Doña Josefa que le recordaba a su hija con insistencia que Aleida
era una pobre empleada muy inferior a su condición social.
Un dia la voluntariosa adolecente le dijo
Madre, Aleida es como la hermana que nunca tuve.
Doña Josefa se escandalizó,y perdiendo la paciencia le dijo.
Ella no puede ser tu hermana, tienes primas que son de tu misma condición,
pero a esa chiquilla la puedo suspender mañana mismo y nunca más la verás.
asi que no te hagas iluciones, es una simple sirvienta.
Pero pese a las rabietas de Doña Josefa las jovenes buscaban el momento
oportuno para escaparse a los farallones ,a las arboledas o a la espesura de los montes.
Gertrudis se empeñó en enseñarla a leer y escribir, le daba clases dos horas diarias hasta
que su madre la descubrió y se lo prohibió diciendole que lo esencial que debian saber las domésticas eran sus tareas.
Ambas compartian el secreto de la playa, así lo llamaban, y les corría como rio crecído por las venas.
Una tarde sentadas frente aquel mar, permanecieron absortas, perdidas en el paisaje.
Sabes- dijo Gertrudis- este lugar es nuestro rincón azul, aquí comenzó nuestro amor y así
lo llamaremos.
Nuestro rincón azul, así será- le susurró Aleida al oído.
Aleida seguía rompiendo platos y vasos y ansiando un día trabajar con los animales,
arreando cabras,ordeñando vacas y montando a caballo,
Un día mientras vagaban agarradas de las manos bajo los árboles frutales le confesó a Gertrudis su sueño.
La pelirroja se le quedó mirando y luego sonriente le dio un beso de piquito en los labios.
Te gustan las cosas de los hombres porque llevas un macho por dentro, crees que no lo he notado por más que trates de disimular, y cuando estamos a solas más se te sale, no eres
como yo que me gustan los chicos y las chicas, y sabes, me gustas asi.
Se besaron con ternura acariciandose el cabello y mirandose fijamente a los ojos.
Hablaré con mi padre para que te ponga bajo las ordenes del viejo Ramón en el corralón de las cabras, pero no se si acepte, ninguna mujer trabaja como peón de la finca ,es trabajo de hombres y se que tú lo harías pero mi padre y mi madre se opondrán.
Quedaron en silencio escuchando el trino de los verdones y el grito del boyero en la distancia arreando los bueyes.
Agil como un gato Aleida trepó al árbol y enseguida estaba en la copa arrancando marañones maduros y lanzandoselos a Gertrudis.
Bajó y se sentaron a la sombra a chuparlos.
Aleida rompió el silencio
Quieres ser mi novia? soltó de un rafagazo.
Y no lo somos ya?
Bueno sí, pero nunca te lo había dicho de frente.
Gertrudis le acarició un seno.
Sí, sí quiero.
Se agarraron las manos empegotadas del jugo de la fruta y se internaron en la espesura de un montecillo, se desnudaron y se amaron bajo la tarde amenazada por nubes negras.
Regresaron casi al anochecer, persiguiendo las últimas mariposas y, riendo con esa risa
pegajosa y feliz de la adolecencia,




6

El prometido de Gertrudis llegó de sorpresa una tarde ventosa al volante de un lujoso autómovil y fue recibido por toda la familia y servidumbre, era alto, rubio,y mucho mayor que ella,.
Se quedó por un instante contemplando la violencia del mar y dijo a media voz.
Es tan fiero como Atilas.
La pelirroja franqueó la puerta y se perdió en sus brazos, Aleida sintió que un fuego
de pradera quemaba sus vísceras.
Arturo, amor, llegas sin avisar-le dijo mientras su sonrisa se posaba en sus ojos grises,
enigmáticos.
Quise darles la sorpresa, y aquí me tienen dispuesto a olvidarme de la ciudad por un tiempo.
Pues es usted bienvenido- le dijo don Antonio- estrechandole la mano- pase a la casa, descanse y después le muestro la finca.
Y entró tomado del brazo de Doña Josefa y de su prometida.
Arturo era un exitoso abogado cuya reputación en casos dificiles era reconocida
en la provincia de las Villas y en la capital donde habia estudiado,.
Conoció a Gertrudis cuando la joven cumplió 18 años y sus tios lo invitaron a cenar, enseguida quedó prendado de la pelirroja, coqueta , linda y seductora.
Comenzó a frecuentar la casa y los tios de Gertrudis sabiendo que provenía
de una familia rica consideraron que era el hombre ideal para su sobrina.,
el la deslumbraba con costosos regalos y la invitaba a comer en los más lujosos
restaurantes de la ciudad.
Al principio Gertrudis solo lo consideró un amigo, no le agradaban los hombres mayores,
acababa de cumplir los treinta y cinco.
Los encontraba demasiados serios y aburridos pero su tia le insistía que un hombre como ese aparece una sola vez en la vida, adinerado, conocido y respetado, a su lado le decía
puedes conocer Paris, Venecia, Roma , Los Estados Unidos y el resto del mundo.
Por fin Gertrudis asediada y deslumbrada le dio el si y se besaron en la amplia sala
elegante y amueblada al estilo italiano.
La noticia llegó a la finca como un disparo que dejó mal herida a Aleida, su primera reacción fue de ira, montó a caballo y salió al galope por el camino del pozo
gritando como una endemoniada, así estuvo por varios días, maldiciendo y perdida
en el monte.
Después vino la depresión, la falta de apetito y las interminables noches de insomnio,
El rincon azul fue su refugio, después de trabajar se iba a aquel mar misterioso,
que le hablaba cuando notaba su presencia, un día le dijo.
Ella volverá y como en el pasado chapotearan en mis aguas hasta el ocaso, y se irán a mis profundidades en busca de mis misterios, llora, llora deja tu dolor en mis orillas y se fuerte como mis olas que llegan y llegan y nunca se rinden.
Ella entraba y lo besaba, se hundía en su fondo cristalino, descubriendo peces rojos,
amarillos y azules, perdida en su silencio, pididiendole que la convirtiera en pez para
vivir para siempre en su liquido y olvidarla.
Acostada en la arena esperaba el canto de la noche y sus misterios, a nada le temía, su
espiritu había sido forjado en la fragua de un ermitaño antiguo, era capaz de resistir los embates rudos de la vida y de la muerte, y en ese instante presentía la fuerza del amor
brotandole por los poros, devorandola sin contemplaciones, era como si un resorte
celoso descansara en el centro de su pecho dispuesto a caer en cualquier momento,
para no dejar escapar sus emociones.
Ve y lucha- dijo el mar , bostezó y se quedó dormido.
Esa fue su consigna desde entonces,
Ve y lucha porque nadie lo hará por ti, ve y recuerdale que tienes necesidad de ella y ella necesidad de ti.
















7

Doña Josefa inpeccionó la vajilla y quedó anonadada al notar
que faltaba casi la mitad, enseguida le pidió cuentas a Celia.
Señora la muchacha es muy torpe, no aprende su trabajo,no pone atención….
Basta-explotó Dona josefa- no quiero inútiles en esta casa, ni mujeres
amachadas, crees que no me he dado cuenta? Es un mal ejemplo para mi hija.,
Dios mio esa vajilla era cara, la compré hace solo un año, Dios que desastre,
Sabes Celia, te la descontaré de tu salario por quedarte callada
y ella que recoja sus cosas que mañana a primera hora la enviaré a su casa.
Y salió de la cocina como un bólido.
La anciana salió al patio donde Aleida alimentaba a las gallinas.
Por que dona Josefa te gritaba?
Por tu culpa.
Por los platos rotos.
Si y me los va a cobrar de mi salario.
Ohh Celia cuanto lo siento, yo lo pagaré de mis ahorros.
Ella quiere que te marches.
Me despidió?
Si
Con aquella noticia Aleida se sintió aliviada al librarse de un trabajo
que detestaba pero a la misma vez le dio tristeza tener que separarse
de su novia.
Agachó la cabeza y siguió alimentando a las aves.
Luego fue al cuarto empezó a recoger sus cosas y separó el dinero
que le daría a la anciana.
Gertrudis regresó de la casa de sus primas al atardecer, acompañada de su padre
y del capataz, entró corriendo a la casa y enseguida fue en busca de Aleida.
Tengo que contarte tantas….. Que te pasa, y esa maleta, te marchas?

Por qué?
Por destruir parte de la vajilla de tu madre..
No, no puedes irte, tú y yo estamos comprometidas, nos amamos- la abrazó.-
no te preocupes, recuerda que te dije que hablaría con mi padre y lo haré ahora mismo
o él te da otro trabajo sin importar que sea de hombre o yo no seré más su hija, mi madre
no tiene misericordia, no la tiene- y se fue a la carrera con los ojos anegados en lágrimas.
Al rato escuchó una fuerte discusión ,eran las voces de Gertrudis y su madre, luego
se impuso una voz de hombre y se hizo el silencio, se acostó en la cama tapandose los oidos.
Se fue la tarde y el cuarto quedo como boca de lobo, al rato escuchó que la puerta se habría,.
Era Celia con un farol en una mano y el plato de comida en la otra.
La abrazó y trató de darle el dinero pero la anciana lo rechazó con vehemencia y le dijo que lo guardara para el viaje y para su abuela.
Esa madrugada tuvo otra visita que ella esperaba, Gertrudis se deslizó bajo las sábanas,
y la besó con ternura en los labios.
Te traigo una buena noticia-.le susurró
Cuál?
Mañana te vistes de hombre.
En serio? Lo conseguiste?
Si,,- pude convencer a mi padre,.
Y a tu madre?
Ella sospecha de lo nuestro, le dijo a mi padre que luces amachá, no te quiere, pero yo sí.
lo nuestro es para siempre.
Sí, para siempre.-susurró Aleida
Y se durmieron













8

Don Antonio estaba feliz con su futuro yerno, lo paseaba a caballo por toda la finca,
conversando amigablemente,
Arturo estaba encantado con la belleza de los campos, los sembradíos de maiz y yuca,
y muy impresionado por la cantidad de cabezas de ganado.
Don Antonio- le dijo emocionado-después que me case con su hija y regresemos de nuestra luna de miel en Europa, pienso si usted me lo permite, hacerle a usted un obsequio que sé que necesita.
Don Antonio- lo miró intrigado.
De que se trata, Arturo.
Se trata de una planta eléctrica importada de Los Estados Unidos, para que usted y su esposa tengan electricidad en la finca.-y prosiguió- y le pido que deje que todos los gastos corran por mi cuenta.
Pero Arturo….
No hay peros-dijo sonriente- usted no imagina lo feliz que soy al poderme casar con su hija, y le estoy agradecido, no se preocupe que sabré respetarla , quererla y complacerla en todo.
De eso no me cabe la menor duda-respondio Don Antonio commovido por la sinceridad
y la nobleza de aquel hombre.
Regresaron a la casona casi al oscurecer
Esa noche después de la cena el abogado le obsequió varias cajas de tabacos y un caro reloj suizo de bolsillo bañado en oro y él ordenó al capataz matar un novillo al amanecer para agasajar a los novios con una buena fiesta, donde serían invitadas las familias de la zona, y los trabajadores de la finca tendrían un almuerzo.
Al día siguiente empezaron los preparativos, Celia y su sobrina que había sustituido a Aleida en los queaceres desde hacía varios años se encargaron de limpiar y adornar la casa siguiendo las ordenes y caprichos de Doña Josefa,siempre de mal genio y aquejada por la artritis.
El viejo perro guardián fue amarrado bajo el palo de guira y los trabajadores de la finca trajeron rústicas mesas y taburetes para la ocación.
La carne fue pinchada, adobada y asada en una inmensa parilla al aire libre por el viejo Ramón experto en este guiso y que mientras vigilaba el asado se daba tragos de Bacardí.
En la cocina se preparaba el arroz, los tostones , la ensalada y los postres.
Aleida y otros tres peones traían la última mesa cuando Gertrudis y su prometido salieron
al patio.
Su padre le había dicho días atrás que tomara aire y sol que estaba muy pálida por la vida de ciudad, pero ella se negaba diciendo que quería estar el mayor tiempo posible con ellos antes de ser desposada.
Iban de la mano saludando, sonriendo y dandole las gracias a los empleados, Aleida
buscó su mirada y la encontró por un segundo pero esquiva se dirigió a otra parte,
Conocia a Gertrudis, estaba nerviosa, evasiva, desconcertada, sabiendo que sus ojos estaban posados en su cuerpo pidiendole a gritos una explicacíón a su olvido, ,no ignoraba entre las voces el latido de su corazón que la deseaba .
Se safó de la mano de su prometido, le dijo olvidé algo y regresó a la carrera a la casa.
Después de las cinco comenzaron a llegar los invitados, Luisa con sus hijas Lourdes y Liset aún solteras, elegantes y remilgadas,
Llegó el alcalde, gordo y calvo, manejando un chevorolet azul, y con su familia también gorda y sanguinia.
Y poco a poco fueron arribando las familias adineradas de la comarca.
Los Veras, Los Colinas, Los Morenos, dueños de las fincas que colindaban con Punta los Colorados, .
A las cinco comenzó el guateque, animada por poetas repentistas y por un conjunto sonero contratado por Don Antonio.
Los ricos fueron sentados en comodas sillas en el portal mientras tomaban vino, fumaban tabaco y hablaban de negocios con el anfitrión.
Las mujeres hicieron un coro aparte celebrandose los peinados, la ropa, las prendas y los tacones.
Los niños corrian alrededor de la casona y las niñas jugaban a la rueda rueda.
Doña josefa presentó al flamante novio y Gertrudis seguía sin aparecer.
A las seis los invitados pasaron a cenar a una gran mesa servida con elegancia , esmero, y abundancia.
Gertrudis apareció vestida con un entallado vestido verde y todos notaron que había llorado.
Ella se disculpó por la tardanza y les dijo que se sentia triste por dejar atrás a sus padres ,.
Aprovechó la ocasión-dijo en tono solemne- para extenderles nuestra invitación a nuestra boda que sera el 25 del próximo mes en la casa de mi prometido, al final de la cena serán repartidas.
Los presentes apludieron y brindaron, doña Josefa se secó una lágrima furtiva.


9

Amaneció y ese dia fue el más feliz de Aleida en Punta los Colorados , desayunó de prisa, bajo la mirada hosca de doña Josefa que le daba a Celia las instrucciones del dia.
Salió al patio y esperó expectante, viendo brillar el fruto del ateje con los primeros tintes
de sol.
Vestía pantalones, camisa manga larga, botas y un sombrero, todo donado por Ramón el encargado de las cabras, el pantalón se le caía de lo ancho pero lo amarró con una soga,
Lo mismo le pasaba con los zapatos y la camisa pero no se quejaba.
Al fin llegó el capataz a caballo, tieso y serio tras su espeso bigote.
La miró de arriba a abajo.
Desde su habitación y atisbando por una rendija de la ventana Gertrudis se moría de la risa, en la puerta de la cocina Celia sonreía y tras ella los ojos de doña josefa eran ascuas.
El Mulo desmontó y le dijo;
Desde hoy y por orden de Don Antonio usted va a ayudar a Ramón con el rebaño, él le explicará el trabajo de ordeño y pastoreo y lo que tiene que hacer si se encuentra con los jibaros, espero que aprenda porque es trabajo duro pa una señorita.
Lo aprenderé, delo por seguro- le respondió Aleida con decisión.
Pues a trabajar
Y se fue con el capataz rumbo a los corrales.
Se sentía libre, fuera de la odiosa cocina, atiborrada de platos y olores, pero a la vez estaba triste por Celia que se quedaba sola y con todos los queaceres hasta que apareciera
una nueva ayudante.
Al principio Ramón la recibió un poco huraño, refunfuñaba diciendole que ese no era trabajo para mujeres, que la cocina era su lugar, pero al transcurrir los días cambió de parecer al ver las habilidades y ganas de aprender de la jovencita.
Las cabras regresaban al corralón al atardecer con las ubres inchadas, las paridas que son las que dan leche dormían separadas de sus crios encerrados en pequeños corrales y con el proposito de que no mamaran en la noche.
Al amanecer llegaba el ordeño amarrando a las cabras de una estaca y hablandandole
las ubres con agua o con su propia leche
Siempre se dejaba una cantidad para los cabritos que balaban hambrientos, al terminarse el ordeño eran liberados y salían a la estampída en busca de sus madres,
Luego de mamar eran recogidos y llevados una vez más a los corrales, esa operación era necesaria hacerla hasta que fueran capaces de comer hierba y correr con agilidad.
Después del ordeño las cabras eran liberadas y se pastoreaban durante la mañana y la tarde para protegerlas de los perros jibaros abundantes en la zona pese a ser cazados todos los años por cazadores y perros sabuesos
Aleida tuvo que aprender a usar una vieja escopeta de cartucho bajo la mirada atenta del
anciano que la enseñó a disparar contra los empinados farallones de la costa.
Cada amanecer la muchacha salia en un caballito moro y viejo con la escopeta al hombro,
tras el rebaño, cantando una canción aprendida de su abuela.

Los encuentros con Gertrudis fueron más intensos, la pelirroja se le unía al rato de su salída de los corrales, llegaba al galope de su yegua blanca, voceando y riendose
de la ropa de hombre de Aleida, al pasar los meses, Don Antonio le compró ropa nueva de trabajo , botas y nuevos cartuchos para la escopeta.
Doña Josefa sospechaba de aquellos encuentros y puso a sus espias al acecho, pronto fue informada y escandalizada le prohibió a su hija nuevos encuentros con aquella ruda joven
que lamentaba haber contratado como sirvienta.
Eres una señorita decente, te prohibo terminantemente que te relaciones con esa desviada
vestida de hombre.
Pero el amor lo vence todo y Gertrudis amaba a Aleida y siguió escapando, buscando ocaciones y pretextos para verse con su amada, fueron dias intensos y apasionados donde se amaron dandolo todo.
Acostadas sobre la hierba pasaban horas en silencio recibiendo el sol tibio del atardecer, esperando que bajara herido a teñir el océano.
Un atardecer disfrutaban de aquel letargo cuando escucharon gruñidos y ladridos, saltaron asustadas.
Las cabras dando balidos salieron a la estampida atacadas por una jauría de jibaros hambrientos, la manada fue cercada en una barrera de espeso zarzal y los depredadores se lanzaron sobre sus presas.
Aleida disparó al aire para ahuyentarlos mientras Gertrudis se armaba de un palo.
Los perros salvajes huyeron con el disparo pero dos permanecieron atacando a una cabra blanca, la habían derrivado y le daban dentelladas en la garganta
Aleida puso rodilla en tierra y con rapidez comenzó a cargar la escopeta, sin notar que Gertrudis se abalanzaba sobre los jibaros blandiendo el palo y gritando.
Los perros se aplastaron contra el suelo y le enseñaron sus colmillos amenazantes y ensangrentados.
Aleida leyó las intenciones en los ojos amarillos del más grande.
Cuidado Gertrudis va a saltar.
El perro soltó la presa y dió un salto enorme hacia la joven que perdiendo el equilibrio cayó de espaldas
Sonó el disparo
El perro salvaje se desplomó sin vida cerca de ella con el costado perforado, el otro huyó
dando aullidos.
Aleida corrió hacia gertrudis que pálida sonreía
Estás bien?
Sí y gracias a ti
No debiste acercarte, cuando tienen hambre son asesinos
Gertrudis la abrazó
Sabes, el día que tú me faltes para mi no tendrá sentido la vida
Tanto me amas
Sí, te lo juro
En ese momento llegó el viejo Ramón que había escuchado los disparos y las ayudó
a reunir el disperso rebaño
Don Antonio al enterarse de lo ocurrido las felicitó por su valor y le dio las gracias a Aleida por haberle salvado la vida a su hija, por otra parte doña Josefa la regañó diciendole en duros términos que de no haber estado con la marimacho nada le hubiera ocurrido. y que contaba los días para que al fin se marchara a la ciudad.
Ese invierno fue crudo, y Aleida siempre a la intemperie se enfermó, pero ella seguía en sus labores tosiendo y asediada por la fiebre, una mañana Gertrudis la encontró temblando junto a la costa envuelta en el chal que ella le había regalado.
Estás muy enferma, no puedes seguir así-la abrazó acariciandole las mejillas.- necesitas que te vea el doctor, le diré a mi padre….
No es nada- dijo Aleida con voz débil- solo es un poco de toz que con miel de abeja se quita.
No seas porfiada, te encuentro pálida y muy delgada,- le besó los labios secos y amargos.
La ayudó a incorporarse y a montar en el moro y la trajo de regreso al albergue de los empleados donde Aleida tenía su cuarto.
La acostó en el camastro y la arropó,
Trata de dormir, voy a mandar a buscar al doctor ahora mismo.
Aleida tosió y cerrando los ojos cayó bajo el sopor de la fiebre.
Al ser informado por su hija Don Antonio envió a uno de los empleados al pueblo a todo galope.
Doña Josefa le pregunto que sucedía y al saber la causa comentó.
Antonio, cuando se recupere debes enviarla a su pueblo, es mujer y
no puede con el trabajo de los hombres, puede pasarle algo y te quedarás
con el cargo de consiencia, además nos puede causar muchos gastos médicos
si se enferma con frecuencia.
Su esposo la miró con dureza
Aleida es mi empleada y mi deber es atenderla sin importarme el costo, es mi responsabilidad y no te preocupes que nació en el campo y sabe hacer su trabajo como el mejor de mis hombres.
Doña Josefa estalló.
Claro que puede si para nada es femenina- se le incharon las venas del cuello-
Antonio esa…no se como llamarla es un mal ejemplo para Gertrudis, o es que no te has dado cuenta pues hasta un ciego vería que es invertida y a lo mejor le gustan las mujeres., además por su culpa casi nuestra hija pierde la vida en la boca de un perro salvaje,
es inaceptable, debes poner respeto como padre.
Don Antonio también perdió los estribos.
Te prohibo que acuses a la muchacha sin tener pruebas, es cierto que es amachá pero
debe ser porque le gusta el trabajo del campo, y nuestra hija es fina y bien femenina y solo ve a Aleida en raras ocaciones.
Su esposa le ripostó con ironía.
Si en varias ocaciones significa todos los días.
Pero Don Antonio dio un portazo y salió a recibir al doctor.
Aleida deliraba, mencionando a su abuela y a Gertrudis, el doctor la auscultó por un rato,
y ordenó ponerle paños de agua fria en la frente y y bajo las axilas para bajar la fiebre,
Sacó de su maletin un frasco con antibióticos y dijo que la paciente tenía una fuerte neumonía que debía tomar la medicina a su hora, hacer reposo, no mojarse bajo la lluvia tomar aspirina para bajar la fiebre y alimentarse con caldo de gallina.
Poco a poco la fiebre comenzó a ceder, Celia y Gertrudis no se separaban de su lado,
la despojaron de su ropa de trabajo y le pusieron una comoda bata de casa que era de Geretrudis, ya al anochecer la joven dejó de delirar pero estaba decaída y sus labios
reventados por el fuego de las calenturas.
Gertrudis quería quedarse toda la noche, pero Celia la convenció para que volviera a la casa y no le diera digusto a su madre , la joven obedeció de mala gana y regresó a las nueve de la noche.
Doña Josefa la esperada meciendose en su sillón.
Como sigue la enferma-preguntó con un dejo de ironía
Para qué preguntas si no te interesa su estado.
Y la apesumbrada muchacha se marchó a su habitación perseguida por los murmullos
de su madre.














Dos semanas después la joven se había recuperado y estaba lista para volver a su trabajo, pero Don Antonio no quiso que regresara, en su lugar puso a un muchacho llamado Cristobal hijo de uno de los monteros.
Aleida, esa tarea es muy peligrosa para ti, los jibaros están por todas partes y se que eres valiente y disparas muy bien pero tengo temor que un día te sorprendan y te hieran
o suceda algo peor.
Yo no quiero regresar a la cocina Don Antonio, se lo digo con respeto, no es lo mio.
El sonrió.
No te preocupes ya Celia mandó a buscar a una sobrina que será su ayudante, tu te vas con los monteros.
Aleida salto de la alegría.
En serio?
Claro que sí, ve y busca a los hermanos Salvador y Joaquín y dile que yo te envié, que te den un buen caballo y te enseñen a enlazar y arrear el ganado, aprende de ellos.
Gracias Don Antonio, es usted muy bueno conmigo.
Desde aquel día comenzó su vida de montero, Salvador y Joaquín Moreno eran hombres maduros, serios y responsables con su trabajo, desde jovenes habían trabajado con las reses en diferentes fincas.
Le enseñaron todos los trucos de la montería, y en pocos meses era diestra con el lazo y dominando a los toros bravos, arreando, marcando las reses y haciendole el parto a las parturientas.
Pero había un hombre que no la soportaba y ese era Millo Gomez, un carretero encargado de transportar y vender la leche.
Cada mañana llegaba en su carreta tirada por dos mulos grandes y resabiosos y siempre la molestaba con sus burlas e indirectas.
Hey muchacha, porque tus padres no te pusieron Aleido?
Y soltaba la carcajada, mientras prendía un cigarro.
Oye, dime una cosa, cuantas novias has tenido?
Aleida no le hacía caso a las burlas de aquel grandulón, permaneciendo en silencio ,e,ignorandolo, y entonces Millo se encolerizaba más y redoblaba sus ataques.
Una mediodía después del almuerzo, los monteros descansaban bajo la arboleda de marañones, algunos por el calor se habían quitado la camisa y conversaban mientras otros dormian echados en el frescor de la sombra.
Millo Gomez regresaba de la bahía donde había ido a llevar la leche que era enviada a la ciudad en el barco de pasaje.
Detuvo la carreta y con la eterna sonrisa burlona dibujada en su enorme boca comenzó
a molestar a Aleida que sentada sobre un tronco fumaba con los codos descansando en sus rodillas.
Aleida por qué no te quitas la camisa si tú también eres machito.
La joven lo miró por un instante y tiró el cigarro lejos.
Millo-dijo Salvador-deja a la muchacha quieta que no se ha metío contigo.
Pero el se hizo el sordo y siguió provocando.
Dime una cosa, cómo tu meas pará o agachá.?
Aleida brincó como una leona.
Sabe qué Millo- le ripostó con voz quebrada-yo meo agachá pero tengo más huevos que tú.
Diciendo esto desenvainó el machete y corrió hacia el hombre que trató de esquivarla,
pero demasiado tarde, la plana del machete lo golpeó en plena espalda haciendolo caer arrodillado del dolor.
Otro planazo y otro y Millo comenzó a gritar.
Quitenmela que me mata.
Nadie se movió
Aleida le puso el filo del machete cerca de los testículos. y le gritó.
La próxima vez Millo Gomez, que te metas conmigo te los corto y te injerto un culo de vaca,,me oiste.
Aquel cobarde temblaba y suplicaba mientras los monteros reían de buena gana.
Joaquín se acercó
Aleida guarda el machete.
La joven obedeció
Y tu Millo montate en tu carreta y pierdete, y no intentes vengarte de la muchacha
porque te juro que si la tocas te dejo sin cabeza y te tiro a las auras, tú me conoces.
Esa misma tarde al regresar a la finca Gertrudis la esperaba en su yegua blanca
en el medio del potrero.
Tengo que darte una noticia.
Buena o mala.
Triste.
Dimela.
Mañana temprano me marcho a la ciudad a estudiar en el instituto por tres años,
me iré en el barco y mis tios me recogerán en el muelle real.
A Aleida se le hizo un nudo en la garganta pero supo aguantar
Entonces no nos veremos hasta dentro de tres años?
Vendré en Navidad y Año Nuevo.
Se tomaron de la mano.
Te espero esta noche, dejaré mi ventana abierta- y regresó.
Aleida se quedó rodeada de hierba y llorando.















11

Después de la cena Gertrudis se retiró a su habitación acompañada de sus primas
y del resto de las jovenes virgenes y solteras que curiosas averiguaban los pormenores
de la boda.
Arturo estaba feliz, sonreía a los invitados medio embriagado por el licor, les contaba
de su viaje a Europa y de los negocios del padre en ultramar.
Precisamente ellos están en Suiza de vacaciones y regresan para la boda.
El padre era un rico empresario dueño de dos puertos y otros negocios.
Mis padres quieren que tome las riendas de los negocios pero lo estoy pensando, adoro las leyes y sus litigios., le dejo esa tarea a mis hermanos.
Don Isidro propuso un brindis.
Abogado, bendecimos su boda y esperamos estar presente, se casará usted con mi ahijada, hija de mi gran amigo Antonio García, mujer bella, y bien educada bajo las buenas
costumbres conservadoras de sus padres y en especial la de Josefa, dama distinguida
y muy buena esposa, les deseamos felicidad.
Chocaron las copas y los cumplidos y los abrazos sobraron.
En el patio Aleida fumaba escuchando la algarabía de la casa, hacía rato que los músicos
se habían marchado como fantasmas de la noche, embriagados y buscando donde continuar la fiesta.
Los empleados cargaron de vuelta con las mesas y taburetes y el silencio se impuso
dandole paso a los ruidos nocturnos, el viento del sur se viró de tierra y los mosquitos
se hicieron insoportables.
Aleida prendió otro cigarro para ahuyentar su soledad, iría a su ventana esa noche, deseaba estar segura que Gertrudis la había olvidado
Le era necesario escuchar de sus labios que todo había sido una ilusión.
Hoy era el tiempo, no existía otro, al dia siguiente Gertrudis se marcharía para siempre rumbo al altar, para luego caer en los brazos de aquel hombre.
El infierno y todos su demonios bullían dentro de su pecho causandole un dolor agudo
que solo había sentido el día que las monjas la vistieron y peinaron.
Sintió deseos de entrar corriendo a la casa y gritarle a todos que la amaba y desafiar
a duelo de machete a aquel debilucho de ciudad que pretendía romper su felicidad.,
Sería a muerte, si ella ganaba se la llevaría lejos y si el ganaba entonces ella dejaría de sufrir su perdida.
A las nueve de la noche y bajo una luna llena las visitas se despidieron en el portal,
la caravana partió unos en autómoviles y otros a caballo, y por largos minutos sus voces
y risas se escucharon en la lejanía.
Doña Josefa y Don Antonio entraron a la sala y los novios quedaron en el portal contemplando la noche blanca, Aleida los espiaba a unos treinta metros bajo la sombra de la mata de guira, estaba en cuclillas atenta a todos los movimientos.
Los vio conversar en voz baja y luego besarse, cerró los ojos.,
cuando los abrió ya los novios habían entrado y cerrado la puerta.
Salió de su escondite, dirigiendose al albergue situado a la entrada del gran potrero, algunos trabajadores aún bebían ron y jugaban a las cartas bajo la luz de un farol, la invitaron pero ella les dijo que se sentía mal del estómago por los tragos y que se iba a dormir que mañana era día de trabajo.
Fue a su cuarto y se tendió en la cama sin desvestirse.
Un tropel de pensamientos comenzaron a revolotear en su cerebro.
No estaba segura si Gertrudis dormiría en su cuarto esa noche, estando
su prometido durmiendo bajo su mismo techo
conocía a Doña Josefa siempre desconfiada y mal pensada y dispuesta a que su hija no perdiera su virginidad hasta su luna de miel.
Si supiera que ya no es virgen.- se dijo entre dientes
Quizás le había ordenado a Celia dormir en su habitación para aparentar
buenas costumbres con el novio o peor aún se había llevado a Gertrudis
a dormir con ella, lo que sí descartaba era que los novios durmieran juntos.
Pero debía arriesgarse, era su última carta y debía jugarla a toda costa,
Si era descubierta escaparía en medio de la madrugada como lo hizo
cuando huyó de su casa, se iría lejos, tal vez al final del mundo
Nunca debió haber huido, pudo haber soportado las humillaciones y haber permanecido junto a su abuela que la necesitaba,
En el fondo le agradecía haberla vestido de niña, así llegó a la finca y conoció a Gertrudis, así rompió la mitad de la vajilla,y recorrió los montes, la costa y los potreros junto a ella.
Así vestida de mujer conoció el amor en un cuerpo de mujer.
Y cuando volvió a vestirse de hombre ella se enamoró de otro hombre, viejo y rico.
Despertó sobresaltada, abrió la ventana y respiró el aire de la madrugada que arrastraba
de los potreros el olor del ganado dormido.
Saltó afuera y espió a su alrededor, calculando que serían las tres la mañana,
Un concierto de grillos invadía las horas y el gallo cantó tres veces en su dormitorio
El perro guardián no podía verla por estar amarrado frente a la casa, pero puso cuidado en no hacer ruido
Como un espectro se deslizó bajo la fronda de las matas de anones, por suerte la luna se había ocultado, sintió el aleteo de una lechuza y el croar de las ranas en el aljibe.
Encorvada se acercó a la ventana del cuarto de Gertrudis, su corazón rugía como
río crecido , tocó con sus nudillos y puso el oído en la madera, silencio total, repitió el toque esta vez un poco más fuerte, sintió un quejido, volvió a tocar con suavidad.
Gertrudis, Gertrudis, soy yo Aleida- susurró
Que quieres? Respondió ella y su voz sonaba lejana.
Quiero hablar contigo, abre la ventana.
No, no, vete, tú y yo no tenemos nada de que hablar.
Necesito saber algo.
Qué?
Si me amas.
Silencio profundo que le pareció una eternidad.
Me voy a casar, tu lo sabes.
Abre la ventana.
No, vete, no insistas
No sin que me respondas mi pregunta.
La ventana se abrió lentamente.
No debes estar aquí
Por qué?
No podían verse a los ojos pero sentían su aliento, la proxímidad de las pieles.
Se que te marchas mañana con tu novio y vengo a despedirme, me regreso a mi pueblo,
Pero quiero oír de tu boca que no sientes nada por mi.
Aleida lo nuestro pasó, fue algo muy bonito pero terminó.
Lo amas,? serás feliz a su lado?, dime la verdad, a mí no me puedes mentir.
La voz de Gertrudis se quebró
No, no lo amo
Y por que te vas a casar, por su dinero?
Baja la voz
Contestame
No sé, estoy deslumbrada, me ofrece tantas cosas.
Ve con él pero nunca vas a ser feliz, te lo aseguro, adios Gertrudis.
Le dio la espalda
Espera
Qué
Es que…
Gertrudis rompió en llanto.
Sí Aleida sí, te amo y te extraño, hice lo imposible por olvidarte pero no puedo, no puedo.
Se abrazaron y se besaron con desesperación
Me voy contigo.
Aleida le enjugó las lágrimas.
No tengo nada.que ofrecerte
Tú me bastas para vivir.
Ella secandole las mejillas le musitó
Pues no tenemos mucho tiempo, en dos horas amanecerá, recoge tus cosas que voy por las mías y los caballos.






















12

Doña Josefa despertó temprano, había soñado que Arturo y su hija se casaban en un barco
de vela y cuando el cura les ordenaba que se besaran, el agua comenzaba a inundar el barco y este se hundíó cargado de invitados, era un mal sueño para un día tan especial.
Su maleta estaba lista para viajar junto a su hija a la ciudad, conocer a los padres de Arturo y apoyar a la novia en sus preparativos.
Recordaba las caras de envidia de sus amigas la noche anterior, no todos los días se consigue para las solteras hombres acaudalados, se imaginaba visitando Paris y navegando por el Sena que solo había visto en postales, sería maravilloso.
Se aseó, se vistió, y después de peinarse y perfumarse se fue a la cocina donde Celia
y su sobrina preparaban un espléndido desayuno.
Celia, no te olvides de las tostadas para el señor Arturo, le sirves leche de cabra tibia
y sin café, así le gusta, cambia el mantel y pon el floreado, ahh y dile a tu sobrina
que despierte a Gertrudis para que termine de recoger sus cosas, estaré en mi cuarto.
La sirvienta fue a la habitación de la señorita como le llamaban los empleados.
Tia Celia, la Gertrudis no contesta, debe estar dormida.
Seguro que cansada de la fiesta, pero cuando Doña Josefa da una orden no se puede desobedecer o te quita parte del salario, yo iré.
Gertrudis,- tocó con mas fuerza- despierta niña tu madre quiere que prepares las cosas pal viaje.
Que extraño pensó la vieja mulata- tiene la puerta con seguro, nunca se lo pone, no estará
Don Arturo con ella?-y se santiguó.
Ve y dile a la Doña que venga.
La muchacha salió de prisa.
Al minuto llegaba la caprichosa mujer.
Que pasa Celia?
Es que Gertrudis no responde y tiene la puerta cerrá.
Doña Josefa la llamó y tocó varias veces.
Que extraño -murmuró.
Ve a llamala por el patio, de prisa- le dijo a Juana la sobrina de Celia.
Al rato la muchacha regresó.
Doña la ventana está habierta, me asomé y la señorita Gertrudis no está en el cuarto.
Queeé, no puede ser? Debe estar por alguna parte.
De pronto un súbito pensamiento la asasaltó
No estará en el cuarto de Arturo, tal vez las copas los llevaron a eso., que verguenza.
Busquenla por afuera, yo la buscaré dentro de la casa.
Revisó el baño, el cuarto de desahogo y entonces no le quedó la minima duda,
estaba en el cuarto del novio, la palidez se apoderó de su rostro, como pudieron hacer esto, por qué se dejaron tentar por la carne, y si ahora Arturo despues de encontrar el tesoro desistía de casarse buscando cualquier pretexto, la virginidad en estos casos
es la carta de triunfo.
Pero debía controlarse para así no ahuyentar al novio que significaba riqueza para todos.
Regresó a su habitación ,desperto a don Antonio y en tono misterioso le contó lo ocurrido, este aún medio dormido no podía creer que algo así estuviera sucediendo en su propia casa, había confiado en Arturo y lo consideraba un hombre de honor, su esposa
le advirtió que debían actuar con cautela y dejar que las cosas continua ran como si nada
hubiera ocurrido porque si se destapaba el escandalo entonces la boda podría suspenderse.
Don Antonio estuvo de acuerdo no sin antes advertirle que de no resultar aquel plan pues utilizaría la violencia para reparar el honor ultrajado y obligar al novio a cumplir con su deber.
Listo el desayuno,se sentaron a la mesa y enviaron a Celia en busca de los novios, a los diez minutos hizo presencia Arturo recién afeitado y vistiendo camisa azul , pantalones
blancos y zapatos bien lustrosos, sonrió y se sentandose a la mesa preguntó
Y mi futura esposa no ha despertado?
Los suegros palidecieron y se miraron con angustia.
Que sucede- preguntó Arturo.
Arturo-dijo don Antonio con voz temblorosa-Gertrudis no está en su habitación y pensamos….
El abogado quedó perplejo, se levantó de la mesa.
Don Antonio como va a pensar algo así sobre mi, soy un caballero y respeto a las mujeres.
Doña Josefa blanca como el papel y sin fuerzas en las piernas para incorporarse le espetó.
Arturo nuestra hija ha desaparecido de su habitación y no sabemos donde está., la ventana de su cuarto amaneció abierta.
Don Antonio se incorporó y salió en busca de su hija, seguido por varios hombres que habían sido alertados por Celia al reunirse bajo el ateje como cada mañana.
Pero como es posible- decía Arturo caminando nervioso a traves de la sala.
No se, no se, estoy desesperada pero no se preocupe su padre la encontrará, quizás haya
salido temprano en la mañana a recorrer la finca antes de marcharse con usted.
Pero por qué salir por la ventana, es que acaso fue secuestrada?
No ,no, la ventana no está rota ni forzada, ella misma la abrió.
Doña Josefa quedese tranquila todo esto será un mal sueño, voy a unirme a la busqueda.
Juana le trajo a la angustiada dueña un tilo caliente, se sentó en su sillón clavó la vista en en el cuadro de la virgen y le rezó una plegaria.
Se habia terminado de beber la infusión cuando escuchó llegar caballos
frente al portal y al momento el tintineo de espuelas por el pasillo.
Era El Mulo, su rostro siempre grave lucía alterado, se quitó el sombrero
Y se detuvo frente a Doña Josefa.
Que malas noticias traes, porque por tu cara, le sucedió algo malo a Gertrudis.
No la hemos encontrado Doña, estamos rastreandolo todo, pero le traigo
otra noticia.
Pues dimela sin demora
Aleida también ha desaparecido.
La doña dio un salto de felina que hizo retrocede al capataz
Que dijiste?
Dije-titubeó El Mulo- que Aleida recogió todas su cosas y se esfumó y al parecer se fueron juntas pues en el potrero faltan dos caballos de los mejores.
No, no, no puede ser esa perra maldita secuestró a mi hija, si, si la secuestró,
porque estaba enamorada de ella, cochina lesbiana.
Vete y avisale a la guardia rural.
Si señora.
Doña Josefa comenzó a caminar como una loca por toda la casa, con la mirada extraviada, y apretandose las manos violentamente.
Que verguenza, que verguenza, abrete tierra y tragame, que dirán la gente, Arturo ,
sus padres….abran la puerta del cuarto, la quiero abierta.
Uno de los hombres que acompañaban al capataz entró por la ventana y abrió el llavin,
Doña Josefa fue directo al closet, lo abrió y lo encontró casi vacio.
Como es possible, esta mala hija ha huido con la marimacho y ha dejado plantado a su novio, abogado, rico, y presa de la ira derribó el closet que cayó con gran estruendo
asustando a las gallinas y provocando los ladridos del perro.
Celia trataba de calmarla, pero doña josefa estaba fuera de sus cabales se halaba el pelo, lloraba y las maldecía a las dos.












13

Gertrudis dejó caer la maleta en el patio con sus cosas que había guardado a la carrera en medio de la oscuridad de la habitación, antes de salir fue a la puerta y le echó seguro, así pensaba les tomaría más tiempo descubrir la fuga y ellas tendrían el tiempo a su favor.
Luego salió al patio, al rato llegó Aleida cargó con la maleta y caminaron rumbo al potrero pasando por un trillo que corría al fondo del albergue, escuchando los ronquidos de los durmientes y el ladrido del perro que pronto cesó.
Los caballos esperaban ensillados y nerviosos, el jolongo de Aleida ya estaba listo junto a la cerca, abrieron el portillo , acomodaron sus pertenencias en las alforjas, montaron y al trote cruzaron el potrero, las vacas, algunas echadas y otras pastando la hieba perlada de rocío parecían enormes escarabajos.
Llegaron al final del primer potrero, abrieron el segundo portillo y al paso cruzaron bajo la gran arboleda de marañones, junto a las pailas del ganado y por último cruzaron el último portillo y tomaron el camino del pozo, ancho, rojizo y transitado por los monteros.
y los boyeros.
Aquel camino corría al este rumbo a la finca de los Colinas y a la bahía, al sur moría en el mar, al oeste lindaba con la finca de Isidro y la playa Puesta Del Sol y al oeste rumbo a la finca de Juan Vigo y el monte virgen.
Aleida había elegido esta última ruta más larga y penosa pero segura .
Tenían que atravesar los montes por estrechos trillos, que tomaban diferentes direcciones, algunos hacia la finca de Vigo y los otros hacia el rio y las montañas, el mayor peligro era cruzar el rio ancho y traicionero por su fuerte corriente pero ella conocía un paso poco profundo por donde se podía pasar a caballo hasta alcanzar las lomas donde estarían a salvo.
Conocía la ruta pues una vez la transitó hasta mas allá del río buscando ganado perdido.
Las sorprendió el amanecer cuando se adentraban por la madeja de trillos hechos por el ganado y los monteros, escogieron el menos transitado.
Avanzaron toda la mañana, escuchando los distintos cantos del sinsonte, el ruido
de los lagartos al correr sobre las hojas secas y el chirrido ensordecedor de las chicharras,
Por suerte era otoño y el monte no estaba tan túpido, a media mañana subieron una empinada cuesta llevando a los caballos de las riendas y al llegar a la cima divisaron un espectaculo digno de un pintor, el bosque lucía su gris aunque en algunas areas predominaba el verdor, estaban rodeadas de pura naturaleza, allá a lo lejos azulaban las montañas.
Acamparon en aquella elevación, tendieron una lona como lecho, comieron galletas con chorizo, bebieron agua de pozo del porrón que siempre llevaba Aleida amarrado del pico de la montura, y los caballos fueron amarrados donde abundaba la hierba,
Se abrazaron y calleron agotadas como estaban en profundo sueño.
Despertaron al atardecer hambrientas y picadas de hormigas y continuaron su avance,
Aleida quería antes de que anocheciera encontrar un arroyo que había visto la vez anterior, los caballos sedientos, corcobeaban y a veces relinchaban, no estaban acostumbrados a la mala vida,
Ya casi de noche arribaron a un grupo de palmas reales y en su centro corría el agua.


14

Don Antonio regresó desesperado, sin hallar rastro de su hija y por boca de Doña Josefa se enteró de la fuga.
Tu protegida mira como te paga, secuestrando a Gertrudis, porque se la llevó a la fuerza.
ya nuestra hija no se relacionaba con ella y tú lo sabes y por venganza y envidia la secuestró para que no se casara.
Don Antonio apesumbrado le pidió disculpa por no haber escuchado sus consejos
Ya mandé a buscar a la guardia rural,- continuó su esposa- uno de los empleados está para el cuartel.
Esta bien, dile a El Mulo que se encargue de eso, yo no me detengo me voy con los muchachos por el camino que va a la Bahia.
Por que tuvo Aleida que hacernos esto?
Doña Josefa le dijo
Porque cria cuervos y te dejarán ciego, aprende la lección y ojala que a Gertrudis no le pase nada porque tu serás el responsable
Después de tomar varias proviciones Don Antonio dio la orden de partida y salieron a galope dejando una polvareda que se elevó al cielo
El sargento Martinez llego al rato en su enorme alazán y dos de sus soldados, era alto ,,corpulento, de ojos pequeños ,sanguíneo y con un medio tabaco apagado que siempre le bailaba en sus labios morados.
Se comentaba que era un hombre ambicioso, amante de las peleas de gallo y de extorsionar a los infelices en busca de sacarles dinero o cosas materiales.
Buenas, Doña Josefa, ya estoy enterado de todo y vengo con mis criaturas para seguirles el rastro.
Se refería a los tres sabuesos amarrados y echados bajo la sombra del árbol de guira y que miraban con indiferencia al perro guardián que les ladraba con ferocidad.
Sargento me alegro que haya venido pronto.
Los ojillos del soldado chispiaron
Por Dios doña en una situación tan delicada mi deber es estar bajo su ordenes. Y Don Antonio.?
Salió con sus hombres rumbo a la Bahía, pensando que tal vez se fueron en el barco de pasaje para la ciudad.
Pero no me diga que esa amachá se atrevió a tanto, odio a esas mujeres que quieren ser hombres sin serlo.
Sargento necesito hablar con usted a solas, aprovechando que mi marido se encuenta ausente.
El sargento miró a los dos soldados que se retiraron al patio.
Digame Doña.
Doña Josefa se quedó un rato pensativa como midiendo las palabras.
Mire Sargento si usted encuenta a mi hija y me la trae de regreso le voy a pagar muy bien
aparte de lo que le pagará mi esposo, joyas, dinero, ganado lo que desee, pero le voy a pedir algo que debe quedar entre nosotros.
Si digame,
Doña Josefa caminó tre pasos.
Acerque el oído
El guardia se inclinó.
Cuando encuentre a la amachá, matela.
Una sonrisa maliciosa se dibujó en los pulposos labios de Martinez.
Pero Doña eso es delicado y amerita bastante dinero.
Hagalo y verá que lo hago rico.
Diciendo esto le extendió un sobre
Es un adelanto de de dos mil pesos.
Veremos que se puede hacer doña, recuerde que tengo soldados bajo mis ordenes que pueden irse de lengua- y por qué quiere eliminar a la fugitiva.?
Doña Josefa lo quemó con su mirada.
Y todavía me pregunta, no ve usted la verguenza que estoy pasando por culpa de esa perra, que le di entrada en mi casa, un empleo, ropa, zapato, cama y techo y mire como me paga….
No se altere doña, tendré muy en cuenta su oferta- se puso el sombrero y guardó el sobre en un bolsillo- pero no hay tiempo que perder, estamos listos para la busqueda, llevamos proviciones para varios dias, necesito algo personal de la señorita y de la otra, una prenda de vestir, un zapato, un pañuelo, lo que sea, es para darselas a oler a mis criaturas y de seguro que me llevan a ellas, salimos ahora mismo nos llevan varias horas de ventaja pero nosotros se las acortaremos a marchas forzadas, muestreme la ventana por donde salió la señorita.
Ya en el patio le entregaron una blusa de Gertrudis y una vieja camisa de trabajo de aleida
Doña josefa salió al patio a despedirlos
Sargento quiero a mi hija sana y salva lo más pronto posible.
El soldado sonrió
Cuente con eso, la señorita regresará enterita.
Mas le vale, se que en usted puedo confiar,
Martinez le hizo un gesto con la cabeza y tomando las prendas se las doy a oler a los sabuesos que enseguida marcaron el rastro dirigiendose hacia el potrero. seguidos por los uniformados que cruzaron el portillo y a galope se internaron en los potreros.
El sargento salió de la casona a la misma vez que entraba Arturo, serio y rojo como un tomate,
sin decir palabras fue a su habitacion recogió sus cosas,guardó la maleta en el baul de ,su autómovil,,arrancó y sin despedirse de nadie se perdió por el polvoriento camino.
Doña Josefa se quedó con la mirada fija en el horizonte.












15

Al amanecer despertaron y se metieron desnudas en las aguas claras y frias del arroyo,
que no era profundo , su fondo era de lajas por donde nadaban pequeños peces rojos,
y camarones de río
Pese al peligro de ser descubiertas, disfrutaban y se maravillaban de la libertad y la devoción que estaban viviendo,
El otro mundo no las aceptaba con sus tabues , pero en este mundo eran dueñas de su destino, libres de mirarse, besarse y hacerce el amor por una eternidad sin ofender las cacareadas buenas costumbres impuestas por la sociedad de la época.
Chapotearon ,se persiguieron, zambulleron, nadaron, y contemplaron las pencas de las palmeras azotadas por las brisas de Marzo, y la gran variedad de flores silvestres, visitadas por huestes de abejas doradas
Ya con el sol alto, prosiguieron andando, esta vez por un trillo que zigzagueaba como una boa y que se notaba que no había sido transitado durante mucho tiempo.
El monte iba cambiado su aspecto, ahora se hacía mas intrincado, espinoso y cargado de bejucos,
Aleida sudorosa se abría paso a machete.
Al mediodía trepó sobre el árbol más alto que encontró para mirar a la distancia.
Que ves?
Monte y más monte, pero vamos en línea recta , no estamos dando vuelta, si nos apuramos mañana estáremos cerca del rio .
Bajó del árbol
Estás arrepentida de haber huido conmigo, a estas horas estarías en una casa bien bonita
de la ciudad.
No , no me arrepiento, solo que extraño a mis padres, deben estar muy preocupados,
extraño más a Papá.
Todavía tienes tiempo de arrepentirte, si crees que esto es demasiado duro para ti te llevo de vuelta y después sigo mi camino.
Gertrudis sonrió.
Me lo dices porque sabes que me tienes en tus manos, yo nunca me voy a separar de ti pase lo que pase.
Aleida le acarició el rostro.
Sabes, cuado lleguemos a las lomas, verás que nuestra vida será más facil, podemos trabajar en un cafetal, hacer nuestra propia casita, criar gallinas y cerdos, reunir nuestro dinero y luego mudarnos para las provincias orientales donde nadie nos encuentre,
porque aqui en las Villas no vamos a estar seguras nunca.
Iremos a donde tu lo decidas, tú eres el hombre.
Aleida se puso de bruces y agarró varias piedras
Voy a ver si caso alguna paloma a pedradas, en la alforja traje la escopeta pero un disparo en estos montes se escucha a leguas.
La guardia rural dejó atrás el último portillo y salió al camino del pozo, los perros no despegaban sus hocicos del suelo y cruzaban de un lado al otro del camino, los ojillos
de Martinez permanecían alertas.
Busquen mis criaturas, busquen.
Sargento- dijo uno de los soldados- parece que están medio perdidos.
No Santana, , conozco a mis criaturas, las fugitivas salieron a caballo y es más dificil para ellos, pero las huellas aún están frescas, no ha llovido y por lo que veo hay poco rastro de caballo en el polvo, eso quiere decir que este rastro es el de sus caballos y mis criaturas van en el sentido correcto.
Los sabuesos siguieron trotando esta vez entrando y saliendo del monte, algunas veces
se detenían y olfateaban el viento y luego proseguian su busqueda.
Martinez hablaba consigo mismo.
No creo que siguieran todo este camino hasta Puesta De Sol, alguien las hubiera visto,
esa machorra se conoce bien todas estas fincas y sus trillos.
A la hora de marcha los perros se adentraron por un trillo y no salieron.
Ve soldado Santana, mis criaturas nunca se equivocan, por estos trillos se va hasta el lindero donde empieza la finca de Juan Vigo, - los dos guardias asintieron complacidos.
Campeón, Verdugo, Canela-voció
Los perros ladraron como a unos 30 metros dentro del monte.
Los jinetes se internaron por el laberinto de trillos, espoleando a los caballos
para avanzar de prisa.
Trascurrieron dos horas de marcha y apareció la pendiente, desmontaron y la subieron,
Los perros estaban echados en el lugar donde las jovenes habían acampado,
sudando por sus lenguas.
Los soldados sudorosos se sentaron a la sombra mientras que Martinez impeccionaba el lugar.
Aquí acamparon, hace solo unas horas, si nos apuramos podemos capturarlas antes que crucen el paso del rio.
Son inteligentes- continuó- pero a la misma vez tontas, escogieron el camino menos transitado, pero el mas dificil.
Tomaremos media hora de descanso y seguimos, no deben ir muy lejos.
Hombres y perros andubieron toda la noche sobre el rastro, el camino les era facil al estar despejado por el machete de Aleida,.las linternas los ayudaban a sortear los huecos y las rocas y la ropa de camuflage los protegian de las espinas
Esa madrugada llegaron al arroyo,bebieron ellos y los animales, descansaron otra media hora y se pusieron en marcha.
Las palabras de doña Josefa giraban en la mente llena de maldad y codicia de Martinez














16

Después de cinco horas ininterrumpidas y marchando trabajosamente por los trillos
espinosos, con los pantalones rotos y llagas en los pies, lograron alcanzar las margenes del rio.
Tenían que cruzarlo y a cuatro leguas comenzaban las primeras montañas.
Se estaban desvistiendo cuando escucharon un disparo, luego otro y otro, arrearon los caballos a la manigua y se ocultaron, al rato escucharon voces y divisaron a varios hombres que se acercaban por la otra parte del río, parecían cazadores pues llevaban varios patos muertos atados por las patas y dos perros medianos de caza
El sol se ocultaba tras el manglar, así que les sería imposible cruzar el rio aquella noche.
Los hombres acamparon justo frente a ellas, encendieron una gran hoguera y asaron la carne, hasta sus narices llegaba el delicioso olor del asado, las bocas se les hacía agua, escucharon a los cazadores reir, charlar y cantar hasta que las llamas se fueron extinguiendo.
Tenían que esperar que aquella gente se marcharan, el único paso que Aleida conocía era aquél, más abajo el rio se tornaba correntoso y profundo y si trataban de cruzarlo podían perder todas las pertenencias , mojarse los cartuchos de la escopeta., perder los caballos o ahogarse en el intento
Fue una noche interminable, apenas durmieron asediadas por los mosquitos , Gertrudis
tenía los pies llenos de llagas hechas por las botas, Aleida machacó algunas hierbas y se las aplicó con la esperanza de calmarle el dolor.
Por fin llegaron los primeros tintes del amanecer, Gertrudis se habia dormido, lucía pálida
y tenía la cara toda picada de mosquito, Aleida la besó en la frente y se arrastró por la hierba hasta la ribera
Una espesa niebla brotaba de los manglares y se posaba sobre las aguas impidiendo ver la otra orilla, no sentió voces lo que indicaba que los hombres aún dormian.
Se puso en pie y fue en busca de los caballos, los encontró pastando, desenredó las sogas de los arbustos y de las hierbas , los ensilló con las húmedas monturas, amarrandolos de las ramas de un arbusto y listos para cruzar el paso.
Regreso a la orilla del rio cuando comenzaba a salir el sol y la cortina de neblina a disiparse, escuchó voces y risas, y al rato vio a los cuatro hombres, merodeando por los alrededores colectando leña seca,
Desayunen y despues marchanse- les pidió Aleida en sus pensamientos,- estamos esperando por ustedes, nos está retrasando pero no podemos arriesgarnos a que nos descubran, no sabemos sus intenciones ni queremos que luego den información de nuestro rumbo,
Los cazadores prendieron una vez más la hoguera, colaron café y se agruparon a desayunar mientras hacían bromas , luego fumaron y revisaron y limpiaron sus fusiles.
Por último le echaron las sobras a los perros, se echaron las mochilas al hombro y se marcharon por el borde del manglar hasta desaparecer en una curva del rio.
Aleida corrió en busca de los caballos y de las bridas los trajo hasta donde dormía
Gertrudis.
La despertó.
La pelirroja abrió los ojos y se quedó mirando a su alrededor como desorientada.
Los hombres se fueron-le dijo Aleida- tenemos que cruzar el paso antes que vuelvan,
se que estás debil pero yo te ayudo a montar.
Gertrudis trató de incorporarse pero el dolor de los pies le arrancó un quejido
Aleida le quitó las botas, las llagas estaban infectadas , supuraban y los tobillos los tenía inchados.
Tienes que hacer este último esfuerzo, luego que crucemos el rio las lomas están a dos horas y allá será dificil que nos encuentren
Se puso de pie, puso un pie en el estribo y Aleida la empujó por las nalgas hasta que pudo montar.
Se disponía la valiente joven a hacer lo mismo cuando escucharon aullidos, ladridos y luego el estruendo de caballos y voces.
Nos encontraron carajo-casi grita Aleida, ve y cruza yo los voy a entretener.
Que vas a hacer?
Me voy al galope por la ribera, disparo la escopeta para que me sigan, mientras tanto tu cruzas el rio, despues yo lo cruzaré a nado y nos encontramos más adelante, pero ahora vete, vete, arreeee y golpeó al caballo que se fue al galope rumbo al paso guiado por Gertrudis.
Aleida sacó la escopeta que ya estaba cargada, saltó sobre su bestia y salió a toda carrera,luego se detuvo y disparó.
Entonces vio a los perros y a los soldados a menos de doscientos metros y que venían voceando a todo galope.
Detenganse ahí, están rodeadas, no pueden escapar.
Los ojos de Aleida se agrandaron de estupor,
Gertrudis regresaba, y los soldados al verla lanzaron gritos de triunfo.
Por que regresas- le gritó Aleida- te dije que cruzaras.
No te puedo dejar sola, en esto estamos las dos.
Pues sigueme.
Y los talones de Aleida se clavaron en los ijares del bruto
Gertrudis la siguió
La persecución empezó por la orilla del manglar, los cascos levantaban la tierra fangosa,
los guardias estaban a unos treintra metros y acortaban cada vez más la distancia.
De repente el caballo de Aleida resbaló y bestia y jinete cayeron.
La joven se levantó del fango se descolgó la escopeta y empezó a cargarla
Detengan a la otra. yo me encargo de esta.-ordenó el sargento a viva voz
Unos quince metros más adelante Gertrudis frenó rodeada por los soldados que la desmontaron y la inmovilizaron.
Sonó un disparo que hizo un gran eco en los oscuros man glares asustando a un bando de flamencos que levantaron vuelo.
Aleida se tambaleó, herida en el pecho, cayó y quedó sentada con los ojos desorbitados
y palpandose la herida mortal.
Los ojillos del sargento seguían cada uno de sus movimientos. mientras su 38 humeaba
Aleidaaaa,- el lamento de Gertrudis salió como el propio disparo.- que te han hechooo
La moribunda haciendo un gran esfuerzo se puso de pie, el mundo giraba, se había tornado violeta, al igual que el rostro de Gertrudis y sus captores, pero su pelo seguia rojo como la sangre que le manaba.
La vió allá lejos inalcanzable forcejeando , dando alaridos que no escuchaba y de repente vió el mar ,las cabras, la cara de su abuela, todo violeta como los uveros al anochecer
Cayó arrodillada extendió los brazos hacia Gertrudis balbuciando algo.
Luego cayó sin vida sobre el fango ensangrentado
Gertrudis perdió el conocimiento.
El sargento se disculpó con sus hombres
Tuve que dispararle o ella o yo, me iba a matar y los tengo a ustedes como testigo- se quitó el sombrero moviendo la cabeza como si se sintiera arrepentido,
Me da pena que muriera pues es mujer y joven pero, fue en legitima defensa.,
procedamos a levantar el alta, monten el cadaver sobre su propia bestia recojan la escopeta como prueba y a la señorita dejenla que se recupere y despues la escoltan y la vigilan bien.
Levantaron el cuerpo ensangrentado de la joven y lo atravesaron sobre su propio caballo,
Tenía el rostro y la ropa enfangada y los ojos abiertos, la sangre le goteaba por las piernas
tiñendo el pantalón y la panza del bruto
Soldados empiecen a avanzar, pido respeto para la señorita y cuiden que no escape,
termino de levantar el acta , de amarrar el cadaver y los alcanzo. En marcha-ordenó.
Los dos hombres en silencio e impresionados por lo ocurrido obedecieron y se alejaron con Gertrudis sentada en la silla de montar de uno de los guardias que montando a la zanca la sujetaba con ambas manos dejando que la roja cabellera descansara en su pecho.
Después que se marcharon, Martinez revisó los bolsillos de la muerta y encontró los cartuchos, y mirando a todos lados cargó la escopeta, luego puso una mano dentro del pantalón de la muerta y palpó sus nalgas. por un rato mientras se mordía los labios.
Estaba buena esta condená, lástima que fuera tan amachá- y sonriendo maliciosamente montó en su alazán y atrapando las riendas del otro caballo se fue en busca de su recompensa.
17
Luisa y sus hijas Lourdes y Liset, arribaron a la finca Los Colorados a las nueve de la mañana y fueron recibidas por Celia y su sobrina, bajaron de la máquina y commovidas y hablando en voz baja, fueron al encuentro de doña Josefa que acostada en su cama de pura caoba, sostenia un rosario entre sus dedos.
Josefa que noticias tienes- le preguntó Luisa rompiendo en llanto.
Tia cuanto lo sentimos- dijo Lourdes besandola al igual que Liset.
No contestó de inmediato sino que se quedó mirandolas por un rato, estaba tranquila aunque algo demacrada por el insomnio.
Sabes Luisa, maldigo el dia en que me recomendaste a Aleida, no debí haber tenido compasión.
Pero Josefa, nadie podía imaginar que algo así pudiera pasar, como está Antonio.?
Desconsolado en su habitación, la ha buscado por todas partes y ha perdido las esperanzas de encontrarla, nuestra hija fue secuestrada por esa desalmada.
Pero tia todo el mundo dice que escaparon juntas-dijo Liset
Callate Liset - le ordenó su madre - no repitas las habladurias mal intencionadas de la gente.
De repente se escuchó el galope de un caballo y el capataz entro de prisa en la sala
llamando a gritos a Don Antonio.
Que pasa , Mulo alguna noticia.
Si don Antonio la guardia rural las encontró y vienen por los potreros.
Como está mi hija? Dijo doña Josefa que venía por el pasillo seguida de las demás mujeres.
La señorita Gertrudis está bien pero…-al capataz le temblaba la barbilla
Pero qué ? Explotó don Antonio cercado por la impaciencia
Aleida esta muerta.
Ayy Dios mio-grito Celia poniendose las manos en la cabeza.-que le pasó a Aleidita.
Como que muerta? Como lo sabes? gritó Don Antonio presa del nerviosismo.
La vi cruzá sobre su caballo y sangrando, uno de los guardias me dijo que estaba muerta.
Doña Josefa se refugió en los brazos de su hermana y se lamentó con amargura.
Ayy que desgracia tan grande, como pudo suceder algo asi, pese a todo no se merecía morir, era tan joven.
Las demás mujeres también estallaron en llanto.
Ya vienen - advirtió Juana desde la puerta de la cocina, todos salieron al patio.
Bajo la tarde nublada vieron llegar a la comitiva, Gertrudis montada en su caballo,
no tuvo ninguna emoción al ver a sus padres, estaba ajena, sumida en un lugar extraño que no reconocía, su mirada era vidriosa y su piel había tomado un color amarillento.
Uno de los soldados se quedó lejos de la casa custodiando el cadaver de Aleida al que habían cubierto con una manta.
Comenzaron a llegar los empleados de la finca que murmurban a cierta distancia.
Los dos sol dados, nerviosos desmontaron a Aleida con la ayuda de su padre al mismo tiempo que Doña Josefa corría a abrazar a su hija, seguida de las demás.
No me toques.
La voz de Gertrudis era ronca, desconocida, como salida de una cueva.
Llevenla a su habitación lejos de este espectáculo- ordenó Don Antonio con voz quebrada.
Celia, Juana, y las primas la llevaron dentro de la casa, no opuso resistencia.
El sargento desmontó y avanzó hacia los presentes, sus ojillos sagaces miraron a su alrededor, los trabajadores del campo lo observaban.
Me puede explicar Martinez, que le paso a la difunta-me puede explicar-tronó Don Antonio
Si sargento- gritó el viejo Ramón - de una explicación que nos convenza- y los trabajadores pusieron sus manos en los cabos de sus machetes.
Martinez sabia del peligro que corria pero ripostó con sangre fria.
Ella estaba armada con esta escopeta, la reconoce?
Don Antonio tomó el arma y respondió en un susurro
Si, es mia.
Pues cuando la perseguíamos su caballo resbaló y cayó, cuando la pobre muchacha logró
levantarse me apuntó con la escopeta, revisela y verá que esta cargada, les juro que no era mi intención, no soy un asesino y menos de mujeres pero no tuve otra salida- su voz se quebró- no saben lo dificil que fue, todo sucedió en segundos y ahora voy a tener que vivir el resto de mi vida con esta condena- y estalló en llanto.
Yo no queria, se los juro, ella me iba a disparar y tuve que defenderme
Sargento,- dijo el Mulo- de media vuelta y vallase, ya escuchamos suficiente
Martinez se puso el sombrero, cruzó una furtiva mirada con doña Josefa y montando su alazán se marchó.


18

Ese mismo día al atardecer y por orden de Don Antonio los trabajadores del campo
fueron al cuartel en busca del cadaver, y se suspendió el trabajo en la finca
para organizar los funerales.
El sargento Martinez y los otros dos soldados fueron liberados de sus puestos de forma temporal hasta que se aclarara la muerte de Aleida, el capitán envió una citación a Gertrudis para que se presentara la próxima semana para tomarle declaración y Don Antonio le respondió alegando que su hija estaba pasando por un trance muy doloroso debido a los acontecimientos pero que en cuanto se recuperara iría a prestar declaración.
La caja con los restos de la joven fueron llevados a la finca en una carreta seguida por sus companeros de trabajo que la lloraron por todo el camino, fue tendida en el pasillo del albergue y adornada de coronas de flores silvestres, aquellos hombres rudos y ennegrecidos de sol estaban consternados y demostraban su dolor de muchas maneras.
Celia desconsolada no se separaba del ataud y cada cierto tiempo iba y la besaba en la frente, no podía entender la muerte de aquella criatura casi niña.
Al mediodía Don Antonio y su esposa fueron al albergue, los dos vestían de negro, estuvieron en silencio frente a la caja por varios minutos, doña Josefa rezó el padre nuestro secandose las lágrimas con su pañuelo.
Gertrudis seguía en su habitación, cuidada por Lourdes y Liset, la habían bañado
y curado sus heridas pero no quiso probar alimento,.
Permanecia con la vista perdida en la pared ausente de todo, sin contestar a las preguntas que le hacían,
Tenía fiebre y un aliento caliente y almendrado brotaba de su boca reventada..
Creo que se ha vuelto loca- murumuró Liset
Pobre prima-dijo Lourdes acariciendole la frente.
Tú crees que fueran amantes?
Eso solo Dios lo sabe.
Gertrudis si sabe lo que le pasó a Aleida-dijo Liset bajando la voz-no confio en ese sargento, su cara no me engaña.,
Aquella noche las primas se turnaron para cuidarla, bajandole la fiebre con aspirina y compresas de agua fria, temprano en la mañana su padre vino a verla, la acarició y le habló al oído, Gertrudis lo abrazó y lloró
Llora hija, llora, el llanto te hará bien,- pero no quiso hablar con él
Después vino doña Josefa y la joven al verla dió horribles alaridos y trató de agredirla, hubo que amarrarle las manos y mandar a buscar al doctor.
El entierro de Aleida salió a las ocho y treinta de la mañana rumbo al cementerio del pueblo de Rancho luna a cuatro kilometros de distancia, la carreta con sus restos fue escoltada por sus amigos que la siguieron a caballo,
Celia y su sobrina tambien asistieron.acmpañadas por Don Antonio
Solo quedaron en la casona Luisa, sus hijas, doña Josefa y un hombre para cuidar la finca.
Despues del desayuno dona josefa y dona luisa, se retiraron al comedor donde conversaban y esperaban al doctor,
Mañana mismo mando a un hombre a la ciudad para que Arturo sepa la noticia, el es su prometido y tiene derecho a saber que Gertrudis está fuera de peligro y que cuando se recupere pueden retomar su boda , casarse y ser felices.
Luisa la escuchaba en silencio
Tal vez cuando mi hija vea a su prometido salga de ese letargo,-hizo una pausa-le haria bien después del casamiento un viaje al extranjero, olvidaría toda esta tragedia.
Lourdes dormia agotada de la última noche para recobrar fuerzas y relevar a su hermana.
Liset permanecía junto a la enferma que dormia un sueño agitado y lleno de sobresaltos, la joven leia un libro y de pronto sintió el deseo de orinar, hacía mucho tiempo que no iba al baño, se levantó tratando de no hacer ruido y de puntillas, salió de la habitación para ir en busca de su madre y decirle que velara a Gertrudis mientras ella hacía su necesidad.
Llegó al comedor.
Como está mi niña ?- le preguntó Doña Josefa.
Dormida,- respondió Liset- madre puedes ir a su cuarto hasta que yo regrese del baño?
Si mija yo voy.
Doña Luisa se levantó y se dirigió a la habitación.
Liset se bajó el pantie y estaba a punto de sentarse cuando escuchó un grito espantoso.
Corrió semidesnuda por el pasillo
Que sucede, madre?
Gertrudis escapooó-gritaba Luisa corriendo hacia la puerta de salida.
Las tres mujeres corrieron hacia el portal seguidas de Lourdes que medio dormida no entendía nada.
Gertrudis corria por el camino arenoso rumbo a la playa, su pillama amarillo resaltaba
en la blancura de la arena y el verdor del monte, parecia una mariposa gigante sin alas.
Gertrudis, Gertrudis- gritó doña Josefa- no me hagas sufrir más, regresa te lo pido.
Pero su voz se perdió en los lomos del eco, Liset y Lourdes corrieron tras ella, seguidas por las dos hermanas y el peón que habia escuchado la algarabía.
Por favor Lorenzo, corre y detenla- surplicó su madre.
Gertrudis, sentia sus piernas ágiles como nunca, capaces de recorrer largas distancias sin importar llagas ni hinchazón.,su velocidad en la carrera aumentaba.
Notó como la sangre le circulaba de la cabeza a los pies con una fuerza devastadora,
Allá el mar, poderoso y eterno, lo venteaba, lo saboreaba como a una fruta , era una puerta al paraíso.
Divisó las paredes rocosas de lo farallones, atalayas perfectas del horizonte intocable,
, en sus alturas se podía divisar y oir el estruendo de las rompientes y deleitarse con los uveros azulados, y sus orquídias aéreas,
Antes de llegar a la playa tomó un sendero por el borde del monte que la llevaba
a los altos picos de piedra, sonreía, su rostro acariciaba ramas, sentía la frescura de sus hojas , refugio de escarabajos de bronce y orugas rayadas
De pronto el estruendo del mar, su brisa, abajo, el suelo rocoso, antiguo,
después la arena fina de las orillas solitarias, patria de cangrejos , caracoles y vidrios pulidos por la sal.
Su mirada recorrió aquella naturaleza virgen, que a esa hora brillaba con el sol.
Escuchó una risa.
Brotaba del viento, fijó la mirada y descubrió a Aleida desnuda y con el agua hasta la cintura, la espuma naufragaba en sus senos firmes, ella no la había visto, miraba hacia la orilla solitaria donde por primera vez se amaron.
Aleida, Aleida-la llamó levantando los brazos, entonces la descubrió allá arriba, como un águila al acecho y sonriendo se zambulló en las aguas, la vio nadar en la transparencia y luego emerger sacudiendo su pelo mal cuidado.
Lourdes, Liset y el peón se horrorizaron al verla parada en el borde del farallón con los brazos alzados al cielo y repitiendo el nombre de la difunta.
Trataré de ir por detrás y atraparla., no le griten, no la pongan nerviosa-susurró el hombre
y se fue corriendo en busca del sendero.
Doña Luisa y su hermana llegaron casi sin aliento y al ver a Gertrudis al borde del abismo Doña Josefa cayó de rodillas como fulminada por un rayo.
No lo hagas hija mía,-su lamento era desgarrador- tienes una vida por delante, mirame aqui arrodillada y sufriendo ,no lo permitas Dios mio.Gertrudis, Gertrudiiiss
El Rincón Azul reverberaba en todo su esplendor, invadido por graznidos de gaviotas y zambullidas de pélicanos,
Y entonces Gertrudis comprendió que para alcanzar a su amada tenía que saltar a su encuentro, era su última esperanza antes que el mar se la tragara con su boca salitrosa.
Ve y lucha porque nadie lo hará por ti.- dijo una voz que brotaba del fragor de las olas.
Y saltó ante el grito aterrador de todos.
Sintió como su cuerpo caía y daba contra las rocas, pero no experimentó ninguna sensación de dolor, se incorporó dejando atrás sus despojos y pasó junto a sus primas, su tia y su madre mirandolas con indiferencia.
Aleida salió del agua descubriendo toda su desnudez, esperandola en la arena.
Se abrazaron, sonriendose, y tomadas de la mano se fueron adentrando en las aguas sin mirar atrás.


Autor; Ernesto Ravelo