Entrada destacada

Pobre trovador

He aquí la historia del hombre que no supo escapar de una ideología funesta, era un poeta y con su guitarra a cuestas compuso canciones a l...

domingo, 18 de diciembre de 2016

Viaje a la Nada

Viajo a la Nada donde no existe nada.
Estruendos, luces, abismos, silencios,
polvo, meteoritos, agujeros, naves?
Nada, es espacio?
Expansión divina?
?????????????????

La muerta

He escuchado sus pasos,
recorriendo la casa oscura,
viene, va, regresa, se detiene,
murmura junto a mi lecho.
Tiemblo bajo las sábanas
recordando sus ojos turbios,
inexpresivos, mirada de
de tiburón o de muñeca.
Se sienta en el borde del
colchón y escucho su llanto
de mujer muerta, atrapada
en un mundo que no le
pertenece.

lunes, 12 de diciembre de 2016

El espía

Es un poema de mujer, su vestido una mancha roja en el verdor salpicado de flores.
Ella es la reina del jardín, su andar tiene gracia, la mirada altiva, la boca semiabierta y provocativa, recorre el sendero admirando el vuelo estático del colibrí.
La sigo admirando su figura, viendola mojar sus manos en el agua de la fuente,
el viento agita sus cabellos y levanta su vestido dejandome sin aliento.
Es un poema de mujer, una diosa venida de las alturas, desconozco su nombre pero puede llamarse Aleida, María, Julia o Isabel.
La espio por el laberinto del jardín,
fascinado con su misteriosa belleza,
tan cercana y lejana de mi,
lástima que sea humana y yo duende.

domingo, 11 de diciembre de 2016

El pez

Un animal escapa bajo los uveros, escucho el crepitar de las hojas secas,
no se que bestia sería ni me interesa.
Voy al pesquero con mis avios y carnada a probar la paciencia del pescador.
El cielo sin nubes, el mar sereno, una ligera brisa riza las aguas.
El sol espléndido, lanzó el cordel con una posta de sardina y espero la mordida del pez hambriento.
No demora, lo dejo correr, lo engancho y lo traigo a tierra.
Es rojo y brillante, sale del liquido salado y lo dejo caer en un hueco del diente de perro, coletea, se asxifia, frito con arroz blanco sería una delicia, salta y sus ojos saltones pierden brillo.
Lo tomo de la agalla y lo lanzó al mar, mejor almuerzo solo arroz, feliz de saber que el pez exhibe sus colores en su hogar azul.

Luisa

En una pequeña ciudad de California
conocí a  una chica llamada Luisa,
amante de libros y poemas, una rareza
de este loco siglo veinte y uno.
Rodamos en su auto hacia la costa del Pacifico cazando una puesta de sol y su cuerpo fue ola, canción y suspiro.
Luisa y yo hicimos el amor bajo una sombrilla floreada, pararon los relojes del mundo, las nubes tuvieron un orgasmo brillante y en la playa hubo fiesta de caracolas.
Regresamos al anochecer, yo al volante, ella dormida en mi hombro y en la radio,
Dont stop me now.

La Soledad, Delgadina y yo

Desperté y la soledad me dijo
Hoy será un día callado, escucha?
Es el sonido adormilado de la lluvia
sobre  la ciudad.
Desayuna y regresa a tu almohada,
toma Memorias de mis putas tristes
y acaricia la inocencia de Delgadina
hasta que sus muñecas ausentes regresen a su mundo onírico.
No se que tiempo estuve dormido.
Abrí las ventanas de par en par y la soledad me dijo adios cuando el sol reventaba tras los almendros.

sábado, 10 de diciembre de 2016

Afán por existir

Se pudre la vida
la carne
las fuerzas
el paisaje
fatiga y cruz
es el futuro
del hombre
a pesar
de su afán
por existir

La chica de las largas trenzas negras

De cuando en cuando se enamora la chica de las largas trenzas negras
entregando sus labios a la seducción,
gime en lechos de hojarascas
y luego se olvida de la palabra amor.
Toma su guitarra a cuestas, descubre
un camino sin retorno y en su moto
roja como un coágulo se marcha
sin decir adiós dejandole a sus amantes
el olor de su cuerpo y el amargo trago
de la decepción.
De cuando en cuando se detiene la chica
de las largas trenzas negras a admirar
el paisaje y descubrir una flor,
de cuando en cuando se detiene en un garaje de la carretera a poner gasolina y huir del sol.
Sentada ante un bistec y papas fritas
rasga su guitarra y al final de la tarde
nos regala esta canción.
De cuando en cuando la gente la mira,
aplauden y ponen sus manos en el corazón, de cuando en cuando los hombres suspiran y ruedan lágrimas de emoción.
Cae la noche y la chica de las largas trenzas negras gime en el lecho improvisado de un admirador contemplando en el cielo un mar de estrellas y escuchando el monótono
sonido de un avión.

viernes, 9 de diciembre de 2016

Es el lugar del fin del mundo

Es el lugar del fin del mundo
y allí te tengo enamorada
de amaneceres y gaviotas.
Dime si eres felíz recorriendo
desnuda playas olvidadas,
deslumbrada por crepúsculos
y cangrejos huidizos.
Nuestra casa humea en la
soledad de los estruendos,
y espero tu regreso con dos
copas y un tempranillo.
Se que traerás piedras raras,
tu cuerpo embarrado de salitre
y las ganas de cabalgar sobre
mi falo antes de sentarnos
a la mesa.
Semidesnudo, atisbo el sendero
esperando que se dibuje tu figura.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

El hombre de la camisa verde

De donde viene el hombre de la camisa verde?
Avanza sudoroso y brillante bajo el sol
moribundo.
Vendrá de una ciudad lejana?
O de un pueblo olvidado?
Anochece y el hombre se desdibuja en
el camino,
quedo meditabundo pensando adonde
irá.

martes, 6 de diciembre de 2016

Dejame ser

Dejame ser quien soy
burbuja en la burbuja
látigo abriendo surcos
sol de otra galaxia
Dejame ser eterno
aunque la tierra
me reclame un día
oscura como cuervo
Dejame ser lanza
buscando la carne
marinada de espantos
y búho cazado por
un ratón gigante
Dejame ser
Yo

lunes, 5 de diciembre de 2016

Diciembre

Aparece Diciembre vestido de luces,
asqueado de Noviembre y su masacre
de pavos.
Escribo tras la paz de los cristales,
narcotizado de versos.
La vida se diluye lentamente,
fluye la sangre antigua y pegajosa,
corre por venas mortales hacia
las grutas de la tierra donde el silencio
ruge.
Mis manos no reposan sumergidas en
mares de letras.
Diciembre es guepardo hambriento tras
Enero.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Asfixia

Rompe la ola contra la costa
invadida de algas secas
espuma desvanecida
gaviota posada en el aire
brillo de peces en el azul
el ave es
pequeño misil de plumas
Rompe la ola contra las rocas
el pez vuela
sin tener alas
Asfixia
La tarde exhibe sus últimos
colores

domingo, 27 de noviembre de 2016

Pequeña reflexión de Domingo

He dejado olvidada tantas cosas,
no tuve ánimo para resolverlas.
Y si las hubiera resuelto?
No sé
Creo que otras cosas hubieran surgido
para ser obviadas.
Nos pasamos la cabrona vida lamentandonos de lo que no logramos sin comprender que hicimos lo que nos dio la gana.
Soy feliz con mi vida porque no la pedí prestada y no le debo nada a nadie.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Canción para el futuro

Dejo esta canción para el futuro, quizás la canten en otros siglos junto a lumbres de los tiempos pensando en eras venideras.
El camuflaje del escarabajo no es perfecto, el pájaro lo descubre algunas veces y alimenta a sus críos hambrientos.
El lobo deja huellas en la nieve y el hombre cicatrices en su corazón.
El mundo es una gama de colores pero la raza humana es una misma carne bajo el sol.
La sangre de tu hermano es tu sangre, sin importar cultura y religión, el racismo es un moustruo abominable que muerde sin razón, no conviertas el brillo de la tarde en tu noche de horror.
Dejo esta canción para el futuro, quizás la canten los hijos de tus hijos y las próximas generaciones de nacidos y ayude a que el mundo sea mejor.
Amaos los unos a los otros dijo el escogido y se ofreció en redención.
La sangre de tu hermano es tu sangre,
jamás te creas un ser superior,
todos nacemos de una madre
y al polvo volvemos sin importar tu color.
Dejo esta canción para el futuro, para que lo oscuro se convierta en flor,
Dejo esta canción para que juntos vivan en paz y amor.

Los hijos de la alquimia

Descubro una escalera roja en llamas,sus peldaños descienden en forma de espiral,
invito a todos a bajar al paraíso.
Hay otro cielo en el estómago del mundo de donde caen estrellas encendidas, tomen vídeos con sus teléfonos para colgarlos en las redes sociales.
Turismo a otro sol, caminamos por ciudades habitadas por homunculos feroces, los trenes trepitan en el metro y un olor a pasteles flota entre los rascacielos.
Los colores ocres predominan, las vidrieras exhiben maniquíes opacos, los conejos se han multiplicado y cavan sus madrigueras en paredes de algodón.
La fiesta de las sonrisas es interminable,
nadie escruta a nadie, eres libre de tener sexo público donde se te antoje, solo es prohibido arrancar una flor porque se marchita.
Regresamos de noche a los peldaños y en una reunión de segundos decidimos quedarnos en el habitad que los hijos de la alquimia crearon debajo de las huellas del hombre.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Neurosis

Vienes agotada, te beso y te refugias bajo sábanas tibias, duermes un sueño intranquilo que yo velo durante dos
horas.
Despiertas malhumorada, maldiciendo mi presencia y me marcho a dar un paseo por ahí.
Cuando regreso juegas con el gato acostada en la alfombra, me sigues, vas dejando un rastro de ropa y
desnuda te entregas a mis ganas sin notar a través del cristal, el gris deprimente de los suburbios.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Llega a mi vida una mujer

Llega a mi vida una mujer aparecida de la nada.
Viene en remolino de mariposas en busca de misterios aún no profanados,
trae ternura en abundancia , lumbre para el invierno y lluvia en la cuenca de sus manos por si las nubes no lloran esta primavera.
Llega y la espero en una esquina solitaria, la tomo del brazo y sin decir palabras caminamos por la ciudad olorosa a fiesta y licor.
Llega a mi vida una mujer amante de opera y violín, llega animada por el color gris del cercano otoño y se queda a mi lado sentada en un costado de la tarde.
Vuelan las hojas del calendario, el frío cruje como cristal, arde la hoguera que prendí para calentarla , el mar trae sus aves y mientras ella suspira la observo de perfil.

lunes, 21 de noviembre de 2016

La mujer olvidada

La prisa de la mujer olvidada por llegar temprano a su cita con la soledad.
Se maquilla y peina sus rojos cabellos,
admirando ante el espejo su huérfana desnudez.
Va a la ventana y observa los contornos sucios de la ciudad, recuerda los días felices y llora esta mujer desolada y marchita como flor moribunda.
El tiempo huyó por la pradera
temeroso de la fiera pálida.
La prisa de la mujer oscura por encontrar
la guarida donde se oculta el despiadado amor.
En el cielo un globo asciende sin regreso,
en la calle un niño solloza por su escapada y la mujer comprende que la felicidad no se puede buscar entre cuatro paredes.
Se pone tacones, un vestido verde y dando un portazo camina bajo el sol.

Autor
Ernesto Ravelo

domingo, 20 de noviembre de 2016

Ángel o demonio?

Estaba yo revisando viejos papeles cuando en mi cuarto apareció una criatura deforme.
Tenía surcos profundos en su rostro, la nariz carcomida, cabellos cenicientos, cuencas vacías y sin manos.
Desnudo venía el ser, me dijo con voz ronca
Quieres conocer mi nombre?
Mis palabras no salían, sudaba mi cuerpo de espanto.
Una risa húmeda brotó de su garganta,
e hizo eco en los rincones.
Me nombran Momentum y habito en un mundo de sombras y calamidad, como ves soy ciego, manco y melancólico.
He logrado abrir un portal a tu mundo, deseoso estoy de beber el vino de la vid y escuchar historias de tus labios.
Vete demonio, regresa al inframundo- le dije de manera imperativa.
Soy un ángel- respondió desplegando enormes alas- no siempre la fealdad es demoníaca ni la belleza angelical, debes aprender los misterios del alma.
Una sonrisa cruel se dibujó en su boca profunda, y aterrado escapé por los corredores perseguido por su aliento.
Nunca más le vi.

sábado, 12 de noviembre de 2016

La ardilla

Una tarde fresca y soleada de Noviembre estaba sentado al lado de mi ventana de cristal contemplando el verdor de la yerba y el brillo de los autos estacionados cuando vi bajar por el tronco de un árbol a una ardilla.
Llegó a tierra y parada en dos patas quedó inmóvil contemplando el mundo, luego fue a saltitos sobre el verdor y comenzó a escarbar en busca de los alimentos que esconden y luego encuentran con su buena memoria y fino olfato.
Encontró su tesoro enterrado, al parecer era una semilla y sujetandola con sus patas delanteras comenzó a devorarla.
Aquella tierna visión  me conmovió,
admire la gracia de aquel animalito, sus movimientos rítmicos y nerviosos, su manera sutil de actuar.
De pronto una sombra se abatió sobre la ardilla y en segundos la vi elevarse en las garras de un ave de rapiña.
Quedé desconcertado y aterrado, un ligero temblor se posó en mi barbilla y sobrecogido cerré la cortina quedando la habitación en penumbras.
Entonces comprendí que en la vida, en un instante, se puede pasar de la sublimidad a la consternación.

Autor
Ernesto Ravelo

Creo en ti

Creo en ti, por esa razón sigo tus pasos por la vida,
Creo en tus lágrimas de tristeza y en las de alegría
Creo en ti, despierto a tu lado cada día de mi existencia ,  te abrazo , me besas y rayos de sol se posan en nuestros cuerpos desnudos .
Creo en ti cuando andamos por el mundo tomados de la mano y te regalo un jazmín.
Siempre sonríes

martes, 1 de noviembre de 2016

Vaterko y el Rey de los toldos

Vi a un hombre velludo y de aspecto feroz que se paseaba de un lado a otro de la habitación, era robusto y de mediana estatura, ojos pequeños y enrojecidos, nariz aporronada y de sus secos labios brotaban dos colmillos curvos como los de los jabalíes.
Su rostro estaba cubierto por una barba espesa y larga hasta el pecho.
De pronto se detuvo de frente a mi y comenzó a olfatear el aire mientras un ahogado grunido brotaba de su garganta.
Me había descubierto, lo vi correr hacia la puerta de salida grunendo amenazante.
Retrocedi y agachandome pude recoger dos piedras , la criatura apareció en una esquina exterior de la casa y avanzó hacia mi en cuatro patas mostrandome sus colmillos mientras grunia.
Levanté el brazo izquierdo dispuesto a arrojarle una piedra y esperé alerta.
Comenzó a dar vueltas a mi alrededor, yo giraba sin perderlo de vista.
Se detuvo y poco a poco dejó de grunir y noté que en su mirada de animal salvaje  comenzaba a despertarse un signo de raciocinio.
Quién eres?- preguntó con voz ronca.
Soy Vaterko, del clan Vur, y tú quién eres?
Gruesas lágrimas brotaron de sus ojillos y rodaron por dentro de la barba, un temblor estremeció su cuerpo y dejandose caer al suelo boca abajo rompió en sollozos, lloró por un rato, gemia y se soplaba la nariz, me puse en cuclillas y esperé.
Cuando se calmo se sentó y me dijo.
Eres el primer hombre que veo desde hace cinco largos años, buenvenido a mi hogar, puedes llamarme Guon el ermitaño y a ti agradezco no haberme convertido en una bestia, al verte fui capaz de recobrar mi memoria, gracias, gracias.
Y acercándose me extendió sus manos y tomando las mias las estrechó con efusividad.
Entremos a mi humilde morada, hagamos fuego y juntos cazemos para celebrar mi retorno a la vida.

lunes, 31 de octubre de 2016

Sexo intergaláctico

Vi tus huellas fosforescentes en las arenas del desierto
y supe que tu nave estaba oculta
bajo el calor del Sahara.
Esperé tu presencia sin inmutarme,
sin hambre y sed.
Apareciste con un halo de sublimidad,
desnuda y violeta en busca de mi falo,
una llamarada era tu mirada eufórica,
y bajo los astros hicimos sexo intergaláctico.

domingo, 30 de octubre de 2016

Vamos al Sur

Vamos, es tiempo de avanzar rumbo Sur,
una lluvia azul nos acompaña, después, tal ves, en el cielo se dibuje un arcoíris.
Descalza a mi lado contemplas el paisaje mientras el auto devora millas,
acaricio tu mano pequeña, tienes las uñas cortas y disparejas, no has perdido la costumbre de comertelas.
De reojo admiro tu belleza ajena al maquillaje, te noto cansada y al rato duermes.
Escampa y aparece el arcoíris, no te despierto, quizás sueñes algo más interesante.
Bajo las ventanillas y el aire te despeina,
aparco al lado de la carrerera y te cubro pecho y brazos con una toalla.
La tarde es historia, prendo los faros y bajo astros y libélulas rodamos hacia Montana, lejana, distante.

miércoles, 26 de octubre de 2016

Existir

Existir no es una elección,
existes o no existes.
Brizna eres, flor eres,
elefante eres y colmillo.
Existir en las axilas
del tiempo, beber vino
regocijandote de la lluvia
y cínico, reír.

martes, 25 de octubre de 2016

Breve

Breve el camino del insecto
queda extenuado bajo la hoja
Breve la nieve de invierno
Breve el sol
Breve la sombra
Breve la alegría
Breve el amor
Breve el intento
Breve la vida
Breve la muerte

domingo, 23 de octubre de 2016

El regalo

Un regalo tengo guardado para una mujer
que me ha dado tanto, ofreciendo su todo
a mis ganas.
No es una flor, ni mucho menos chocolate, mi regalo es caminar junto a ella por el pueblo donde la conocí tomados de la
mano y en silencio.
Sentarnos en el viejo banco donde nos besamos por primera ves aquella soleada tarde de mil novecientos ochenta y tres y volver a jurarnos amor eterno.
Que mejor regalo.

Mi nostalgia por ti

Hoy el viento bate fuerte agitando
los almendros del patio, el olor
a lluvia satura el mundo anunciando
tormenta.
Hoy la casa extraña tu sonrisa, tu foto
sepia cuelga de la pared, antigua y opaca.
Hoy tengo nostalgia de ti
de los días felices y de los dias tristes
que pasamos juntos aquél lejano Abril.
Hoy tengo nostalgia de ti,
eras la mujer que más yo amaba
y nunca pensé que tan joven podrías morir.
Hoy el viento bate fuerte en las ventanas,
anuncia tu regreso o mi partida en el estrépito de Abril.
Hoy es tiempo de invitarte a mi cama,
besar tu desnudez o tal vez hoy es tiempo de partir.
No se, no se, hoy comienza Abril,
No se, no se, hoy el día es gris,
No se, no se, si mi instinto
suicida me junte a ti.
No se, no se.........

sábado, 22 de octubre de 2016

Vaterko y el Rey de los toldos Vll

Desperté sobresaltado, finos rayos de sol se filtraban por los resquicios de las frondas e iluminaban la penumbra boscosa.
Me puse en pie y al revisar mis heridas vi con asombro que habían sanado, aún mi cuerpo olía a menta.
Los duendes de la transparencia habían salvado mi vida llevandome a su reino subterráneo bajo el bosque.
Continúe camino zigzaguiando entre los enormes árboles, debía alcanzar la costa norte de la isla tal ves habitada por algún clan.
Me detuve y presté oído, escuché agua correr y apresurando el paso en pocos minutos alcancé las margenes de un cristalino arroyo y avido bebí hasta calmar la sed.
Seguí avanzando por su orilla, los sonidos del bosque me llenaron de optimismo, el chirriar de los insectos, la huída de pequeñas criaturas que espiaban mis movimientos, la belleza de orquídeas aéreas y el descubrimiento de jugosas frutas dispararon mi buen animo.
Devore gran cantidad de frutas y luego quitandome la maltrecha ropa tomé un reconfortante bano en el frío arroyo.
Mis zapatos de cuero habían soportado aquel largo viaje, los lave junto con mi ropa y desnudo decidí escalar un enorme árbol y desde su copa pude ver la lejanía.
El bosque se extendía hacia el Norte, al parecer la isla era extensa y comenzaba a desalentarme cuando divise una blanca humareda elevarse a unas tres millas.
Bajé de prisa, habían cazadores en el bosque y debía encontrarlos y vistiendome con la ropa aún húmeda continúe avanzando hacia mi objetivo.
Andube alrededor de una milla y media y mi olfato descubrió olor a humo al acercarme sigiloso por la espesura descubrí una vieja cabana, de su chimenea emababa un humo azulado y un olor a asado me hizo la boca agua.
Encorvado me acerqué a la pared del fondo y atisbe por una rendija.
.

jueves, 20 de octubre de 2016

Vaterko y el Rey de los toldos Vl

Escuché voces, abrí los ojos, luces brillantes y de un tono verdoso me rodeaban, flotaban sobre mí , subían, bajaban y se desplazaban en todas direcciones.
Me di cuenta que estaba acostado y traté de incorporarme pero varios brazos me lo impidieron.
Donde me encontraba?
Debe ser las mansiones subterráneas donde habitan los muertos -pensé.
Aquellas manos que me sujetaban eran muy blandas y gelatinosas, pude distinguir confusas figuras y creí ver los verdes resplandores a través de ellas.
Las extrañas luces seguían flotando en la penumbra, un olor a menta lo saturaba todo.
Dónde estoy- pregunté con voz débil- quiénes son ustedes?
Las inquietas luces subieron y quedaron estáticas iluminando una amplia habitación, vi unos hombres y mujeres sumamente delgados, no me había equivocando, eran criaturas transparentes de piel ambar y grandes ojos de un azul intenso.
Murmuraban entre ellos frases entrecortadas que no pude entender, una mujer de larga cabellera roja y labios grandes y gruesos habló en mi lengua.
Curamos sus heridas con plantas mágicas y refrescantes del bosque- dijo y vertió un liquido amentolado en mis heridas.
Arde-le dije apretando los dientes.
Arde y sana- respondió ella limpiandose los largos dedos con un paño atado a su cuello.
Alzó un brazo y tomando una de las luces la acercó a mi costado y miró con detenimiento, entonces supe que las luces se trataban de libélulas gigantes.
Quiénes son ustedes- insistí curioso.
Somos los duendes de la transparencia, los bosques son nuestro refugio  y si deseas regresar a tu mundo no hagas preguntas, es de mala educación.
Comprendí el mensaje, cerré los ojos
y comencé a contar mentalmente nubes veloces mientras consideraba que aquella advertencia demandaba de mi sabiduría.
La imagen sonriente de mi padre se hizo presente aprobando mi silencio.

domingo, 16 de octubre de 2016

Vaterko y el rey de los toldos V

La criatura clavó sus garras en mis costados, sentía su fétido aliento junto a mi cara, reía y luego lanzaba mugidos que hacían eco en el bosque.
Comenzó a aletear con fuerza levantandome del suelo.
Entonces con mi mano derecha sujete con presión la flecha y dando un fuerte jalón la saqué de mi hombro lanzando un grito de dolor y la clavé hasta mi puno en la garganta de la alada criatura.
Escuché un ronco estertor, su sangre comenzó salpicar mi rostro, su peluda cabeza giraba tratando de quitarse la flecha, lanzaba aullidos de dolor dejando al descubierto las dos hileras de afilados dientes, su mirada era lava en la mía.
Me di cuenta que perdía altura, aleteaba desorganizadamente, y me preparé para la caída que fue amortiguada por el batir de alas.
Una ves más cayó sobre mi ,aferrado a mi carne y trató de morderme la garganta, pude levantar las piernas y empujarlo por su velludo pecho empapado en sangre.
Logré safarme de una de sus garras, el sangrar de mis heridas bajaba a la arena,
le di puñetazos en su rostro.
Cayó a mi lado convulsionando, los estertores de la muerte lo cercaban y escuché su risa lánguida y lejana.
Quedó inmóvil y boca arriba con los ojos desorbitados y sanguinolentos fijos en  el estrellado cielo.
Mis dedos sacaron sus uñas enterradas en mi piel y descubrí con horror que dos de mis costillas al costado derecho estaban afuera.
Estaba mal herido, me puse en pie trabajosamente, una fuerte punzada brotaba de aquel hueco abierto por las garras, lo cubri con las palmas de mis manos y me adentre en el oscuro bosque andando en zigzag y desorientado.
A unos quince metros caí de rodillas dando arcadas , vomite y caí sobre un húmedo colchón de hojas y allí temblando y quejandome, esperé la muerte.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Vaterko y el Rey de los toldos IV

El ataque vino de sorpresa y rasante.
Pude dejarme caer de bruces y las garras del pugo rozaron mi espalda.
Me volví boca arriba y pude ver su alada sombra desaparecer rumbo al mar.
No se daría por vencido a pesar de su primer intento fallido.
Si hubiera podido hacer presa en mi con sus poderosas garras me hubiera levantado en peso por encima del bosque rumbo a su guarida aérea donde moribundo me devoraria vivo.
No tenía mucho tiempo para pensar, escuché su risa a unos cuarenta metros de la costa y entonces comprendí su estratagema de caza.
Quería que me internara en el bosque donde su poderosa visión y olfato le darían ventaja, me encontraría donde me escondiera.
A cielo abierto también tenía la ventaja de cazarme y en el mar podía zambullirme pero al salir a la superficie me atraparia.
Corrí por la playa, paralelo al bosque tratando de descubrir una rama afilada que me sirviera de arma.
A mis espaldas sentí el batir de sus alas, me detuve y volviendome lancé un estridente grito de guerra.
La criatura se posó en la arena a unos siete metros de mí.
Sus ojos eran rojos como ascuas, permaneció inmóvil como una roca mientras que su risa melancólica se elevaba a los astros.
Quedé quieto, con la respiración entrecortada, los oídos me zumbaban,
el pugo velaba mis movimientos.
Vete- le grité con voz ronca.
Batió sus alas y dio pequeños saltos hacia adelante lanzando chillidos espantosos.
Con uno de mis pies había tocado una piedra me agache la recogí y se la lance dandole en el pecho, abrió la enorme boca desmesuradamente y a la luz de las lunas pude ver la blancura de sus enormes colmillos.
Dio un salto y cayó sobre mi, derribandome.

Continuará

lunes, 10 de octubre de 2016

Vaterko y el Rey de los toldos lll

Dos horas después comenzó a vaciar la marea, la orilla estaba a unos cincuenta metros, dejé mi refugio e hice un esfuerzo supremo por llegar a la isla.
La corriente con el vaciante era poderosa pero mis ansias de sobrevivir eran más fuerte y pude alcanzar la costa salvadora.
Llegué a las rocas y extenuado me acosté con la respiración agitada y temblando de frío.
La flecha seguía enterrada en mi carne, si no me la extraía corría el riesgo de una infección, por ahora la sal había ayudado a la herida que no se infectara.
Debía calmar la sed, tratar de alimentarme, descansar y ganar fuerzas para luego intentar extraer la flecha que al parecer había dañado algún hueso.
El cansancio trató de llevarme al sueño, pero no se lo permití en aquel sitio junto al mar pues al llenar la marea podría ser arrastrado una ves más por la corriente.
Era media noche cuando caminando por encima de las rocas pude llegar a la arena de la playa, frente a mi la negra vegetación llena de ruidos nocturnos y peligros acechantes.
Desprendi ramas de pequeños arbustos y tendiendome en la arena hice lo posible por taparme con ellas.
El monótono suicidio de las olas se fue haciendo lejano, casi imperceptible.
Desperté sobresaltado, no se que tiempo había dormido tal ves una hora o dos,
y aguzando el oído escuché el impertinente ruido que me había despertado.
Era un chillido estridente seguido de una entrecortada y ronca risa que provenía del techo del bosque.
Un gran depredador se disponía a cazar en la madrugada, se trataba de un pugo, una criatura casi humana pero irracional, era un hombre velludo y alado que volaba y planeaba a gran velocidad, poseía excelente visión y un olfato muy fino.
Habitaba las remotas y deshabitadas islas del archipiélago y era un cazador nocturno, durante el día se ocultaba en el denso follaje del bosque.
Deduje que estaba en una isla no habitada, los pugos huyen de los hombres y suelen ser como todo depredador, astutos y oportunistas.
Sabía que eran cazadores solitarios que solo cazaban en grupos en la época de apareamiento.
No sabía si la criatura había olfateado la sangre de mi herida y se disponía a atacarme por sorpresa y en vuelo rasante.
En el firmamento aparecieron las dos lunas violetas del planeta Traos rodeadas de verdes astros.
La noche se hizo clara con tonalidades purpuras, los grillos no dejaban de chirriar y mi expectación iba en aumento.

domingo, 9 de octubre de 2016

Vaterko y el rey de los toldos ll

Guiando mi barca al Este navegue ayudado por el remo y la vela con el sol declinando a mis espaldas, el mar verde y rizado dejaba ver por instantes el brillo plateado de peces voladores.
Lloré profuso por la muerte de mi anciano padre, mi madre y mis hermanos habían muerto dos años atrás en otra incursión hostil de los crueles conquistadores, en aquella ocasión escapé guiado por mi padre que nada pudo hacer por salvar el resto de su familia.
El llanto calmó mi ánimo, no así mi crónica tristeza, dejé de remar, el viento a mi favor me llevaba a las islas del archipiélago donde pediría refugio en algún clan.
Cuanta sangre, cuantos clanes destruidos, cuántas vidas tomadas.
Aquellas cacerías despiadadas tenían que parar, iba con la resolución de hacer algo que cambiara aquella situación, era necesario unirnos y enfrentar a los esclavistas con un ejercito organizado y numeroso formado por guerreros de todos los clanes, seguir ocultandonos como conejos no era la solución.
Así cavilaba cuando vi dibujarse en el horizonte los contornos azulados de una isla, me arrodille y reme con fuerza hacia sus costas que se fueron haciendo más claras pero el dolor de mi brazo me hizo desfallecer y una negra turbonada frente a mis ojos llegó a mi barca mugiendo y levantando olas inmensas, llovía cortante, tronaba y los relámpagos herían la tarde.
Me aferre al borde de la barca y traté de poner proa a la tormenta, las olas la elevaban y luego caía al vacío para volver a montarse en el lomo líquido de otra ola.
La sal sazonaba mis ojos, no era tiempo de morir y así se lo hice saber a mis dioses, la barca resistía los embates a pesar de su fragilidad y la turbonada siguió su camino hacia el oeste.
La lluvia cesó, dejando una fría llovizna, el viento amainaba y las aguas comenzaron a calmarse, había perdido el remo así que la barca a la deriva era arrastrada por la corriente y comprendí que la única manera de alcanzar la cercana costa de la isla era nadando a sus orillas.
Me lancé de cabeza y al salir a la superficie comencé a bracear soportando el dolor de mi hombro, la corriente corría paralela a la costa así que debía dejarme llevar y en el punto más cercano de la isla nadar con fuerza para tratar de alcanzar tierra.
Cuando llegué al lugar más próximo a la costa, hice un esfuerzo sobrehumano por acercarme a aquella punta rocosa que se adentraba en el mar, mi hombro sangraba y mi vigor mermaba, probé a tocar fondo con mis pies pero aún estaba hondo y la corriente amenazaba con alejarme de aquellas rocas salvadoras, tragué el agua amarga y estaba a punto de ahogarme cuando descubrí una pequeña barrera de coral que sobresalía del agua.
Mi adrenalina se disparó y nade hacia los corales subiendome en un orejon grande, mis manos se aferraron a sus cortantes bordes hiriendome las palmas de las manos y un tobillo.
Y allí permanecí extenuado y temblando de fiebre.
Un anochecer ventoso se impuso, las aguas se tornaron oscuras y amenazantes y sobre mi cabeza volaron tres pelicanos buscando el seco refugio de la isla.

Continuará

sábado, 8 de octubre de 2016

Vaterko y el rey de los toldos I

Planeta Traos, mediodía


Dormitaba cuando el ataque vino de los aires, las ramas se quebraron y las hojas bajaron planeando sobre las cabañas ocultas bajo el follaje del bosque.
Vaterko- gritó mi padre- a las armas.
Me incorporé en el preciso momento en que las bestias aladas llamadas Golos, bajaban a través del boquete aéreo hecho por sus pesados cuerpos.
Chillaban como demonios batiendo sus escamosas alas y escupiendo de sus enormes bocas bolas de saliva pegajosas y fosforecentes capaces de envolver y pegar al suelo a los fugitivos que corrían espantados.
Logré agarrar mi garrote y junto a otros guerreros corrí lanzando gritos de guerra hacia los jinetes que desmontaban de las bestias y daban tajos con sus espadas matando a hombres, mujeres y ninos que trataban de abandonar el claro del bosque.
Los que no ofrecían resistencia eran atados de pies y manos o permanecian pegados con la pegajosa baba de los Golos.
Logramos derribar la ofensiva, masacrandolos por sorpresa, degollando y cortando extremidades y cabezas pero más guerreros enemigos bajaban en oleadas a la villa.
Venían del continente, los conociamos como los Beosos, eran conquistadores  que venían a nuestras islas en busca de hombres, mujeres y ninos saludables con la intención de atraparlos y venderlos como esclavos en la ciudad imperial conocida como Gretol, la metrópolis de los canibales por su repulsiva costumbre de alimentarse de carne humana.
A los viejos los mataban por inservibles.
Comenzamos a retroceder, a mi alrededor empezaron a morir los guerreros de mi clan, una flecha penetró la carne de mi hombro izquierdo, caí, apretando los dientes de dolor, un enorme Golo trató de atraparme dando rugidos y mi daga le vació uno de sus amarillos ojos, pude arrastrarme entre los cadáveres hasta detrás de un árbol y recobrar un poco de aliento, vi a los conquistadores lanzar alaridos de triunfo y alimentar a sus cabalgaduras con los restos de los muertos, picandolos con sus hachas, lanzaban roncas carcajadas y troceaban los cadáveres con las mejores partes guardandolas en mochilas que descolgaban de sus espaldas para luego devorarlas.
Aquél espectáculo horripilante me causó náuseas y vomite mientras me alejaba de la arrasada villa que comenzaba a arder incendiada por aquellos asesinos.
Andube por el bosque desorientado y adolorido, aún tenía la flecha en mi carne atravesada de lado a lado y produciendome un dolor intenso, la cabeza me dolía y el mundo giraba,
de pronto supe que estaba cerca del mar, escuché el sonido de las rompientes y su olor se filtraba entre los árboles.
Dando tumbos logré salir a la solitaria ensenada donde amarramos nuestras canoas bajo la sombra del manglar para no ser vistas desde las alturas.
Caí arrodillado en la arena y mis cansados pulmones se llenaron con la brisa marina que venía del archipiélago de Greus formado por cientos de islas algunas habitadas y  la mayoría aún no hollada por hombre alguno.
Aquel gran archipiélago era mi patria, tierra de nadie no gobernada por nadie.
Los clanes que habitaban islas vivían en ellas desde tiempos antiguos, sin guerrear, ofreciendo hospitalidad en sus villas y el libre tránsito de todos los habitantes del archipiélago donde la caza y la pesca era abundante.
Las islas deshabitadas eran territorio de todos, los clanes pescaban y cazaban y compartían sus ganancias entre ellos, no existía el dinero sino el trueque.
Cuando los Beosos comenzaron a expandir su imperio concluyó la paz del archipiélago, invadiendolo en busca de mano esclava para construir sus enormes templos y suntuosas mansiones donde organizaban fiestas que se convertian en orgías que duraban semanas,  bebían grandes cantidades de licor y organizaban banquetes donde la carne humana era el principal manjar, sacrificando a los esclavos de las islas, principalmente ninos y jóvenes alimentados y engordados para la ocasión.
Levanté la vista al escuchar aleteos y vi a más de una treintena de grotos volar rumbo al continente cargando con mis hermanos del clan.
Levanté los brazos al cielo clamando a mis dioses por ellos y por los que habían muerto y juré que algún día cortaría la cabeza de Duor el sanguinario emperador de la ciudad imperial.
Comenzaba a anochecer cuando me embarque en mi canoa y afiebrado y tembloroso me hice a la mar dejando a mis espaldas mi isla ensangrentada.
Continuará


sábado, 1 de octubre de 2016

Insomnio

Sutil el terral
trayendo
olores lejanos
El mar dormido
inquietos
sus peces
La noche  le ladra
a los astros
Sonidos difusos
entran
por la ventana
abierta y astutos
muertos que ríen,
levitan
y vuelven a morir.
Las horas
lentas, amotinadas,
avanzan cojeando,
se acuestan
a mi lado
y desdentadas
me hacen
sexo oral.
Sutil el chasquido
de sus lenguas
y el semen es río
corriendo por
las sombras.
Un letargo
oscuro vence
a mi insomnio
y me hace
dormir.





miércoles, 28 de septiembre de 2016

Existes y es bueno

Existes y habito en la madeja de tus sentimientos,
lo has permitido por todos estos años.
Es genial existir a tu lado, saber tu intimidad y beber de tu vino
en tardes ociosas y perfumadas.
Existes y es bueno, como es para ti mi existencia, tanto tiempo
unidos, como amantes, como amigos, como fusión de átomos.
.
 Cómo logramos lo sublime sobre
esa palabra tan complicada llamada AMOR?

martes, 27 de septiembre de 2016

Bajo frondas

Finos hilos de luz filtrandose por los resquicios de las frondas,
un pájaro azul caza insectos, la brisa lo mece en su verde rama.
Hormigas caen de las alturas, un lagarto sube el tronco hacia
su refugio en orquídeas aéreas.
Boca arriba sobre un colchón de hojas, me pierdo en lo sublime.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Polvo y hojas de otoño

Polvo y hojas levanta el remolino calle abajo, el otoño es rey,
camino por las calles de la antigua ciudad pensando en ella,
se fue un día hastiada de vivir a mi lado y nunca más he vuelto
a verla.
Quedó en mi piel la tibieza de su cuerpo, la recuerdo sonriente
cuando le traía flores, la besaba y le decía que era la mujer
más bella del universo.
Polvo y hojas levanta el remolino, me envuelve y vuelo tras
sus huellas pero no la encuentro y lloro como un niño.
Soledad y sombras es mi castigo, aprendí a quererla y hoy
me arrepiento de no haberla entendido.
Polvo y hojas de otoño.




sábado, 24 de septiembre de 2016

Siempre estás en mi mente

Esta tarde un cuervo grazna posado en mi,
acaricio su azulado plumaje y sus ojos
agradecidos arden.
Sin ti el tiempo es un personaje extraño, va
con bastón y pensativo mientras yo, desespero.
Siempre estás en mi mente amor en fuga,
eres gacela rumbo al este en noche de luna.
Siempre estás en mi mente como atadura,
y recorro continentes buscando tu hermosura.
Esta tarde el cuervo conoce tu ausencia, pica
mis dedos y mi sangre corre en pos de ti, grazna
posado en mi, acaricio su azulado plumaje y agradezco
su presencia.
Siempre estás en mi mente amor en fuga,
y mi vida se pierde en torrentes de amarguras,
siempre estás ausente mujer oscura
sin importarte mi suerte y mi locura.




domingo, 18 de septiembre de 2016

Criterio propio

La palabra diseminada ruge y se esparce
para bien o para mal, por ella se ama
o se muere.
Seguir a dioses posados en labios de hombres?
Seguir a incrédulos?
Yo sigo la lógica de los tiempos, salto tan alto
como la liebre y desde mi altura contemplo
la caída del alce derribado por lobos y la balanza
incrustada en mi cerebro sabe que la sangre
es parte de la carne y en el cubil esperan los lobeznos.
No permito que el búho ulule en mi oído diciendome
que es noche cuando veo luz, sin criterio propio
el hombre duerme con los ojos abiertos y muere
sin morir.




Los buitres del universo

Komer le da un abrazo a su compañero e inicia un rápido vuelo vertical al estrellado cielo.
Gotor pálido y delgado, queda escuchando el batir de alas hasta que el sonido desaparece.
 Sus semejantes y él vienen y van desde su lejano planeta nombrado Yuter al planeta llamado Tierra.
La misión que los trae es alimentarse de la carroña humana, de los cadáveres que se pudren en sus tumbas.
Los yuteros son los buitres del universo, van de planeta en planeta devorando.
Komer fue en busca del resto del comando que esperan planeando más abajo de las nubes, les informa que la exploración tuvo éxito y en picada bajan al suelo.
Cerca está el cementerio, corren y saltan la cerca y sigilosos recorren las tumbas olfateandolas hasta oler la carne fresca de un enterramiento reciente o la putrefacta de varios días.
Colgadas en sus espaldas traen unas livianas máquinas electrónicas excavadoras  capaces de perforar y succionar la tierra haciendo pilas alrededor de las tumbas.
En sus mochilas cargan bolsas negras de un material resistente, sacan los cadaveres los acuestan sobre mantas del mismo material y sacando sus cuchillos cortan la carne a veces llena de gusanos y llenan sus bolsas, luego colocan los pelados cadaveres y cierran las tumbas no dejando rastro de profanación.
Si están hambrientos, se sientan en circulo y cada uno pone una porción de su carne recolectada, después sacan botellas con una sazón de un sabor agridulce, aderezan el manjar y lo comen con las manos tragando con avidez mientras beben un fuerte licor fosforecente.
Después de tamaño banquete despliegan sus fuertes alas y se marchan con su botin.
Los he visto en noches blancas.

La casa de campaña

Desperté temprano con el proposito de ver la salida del sol desde la altura de un antiguo farallon situado frente al mar, andube de prisa por la pedregosa playa y comencé a escalar  por un pequeño desfiladero aferrandome a los salientes de las rocas.
En cinco minutos alcancé la cima y el aire frío del amanecer llenó mis pulmones.
Fui al borde del barranco y me senté sobre una roca lisa por la acción de los siglos, comenzaba a clarear y el espectáculo era imponente.
La marea estaba alta y las olas rugian en las rompientes y espumosas se desplazaban hacia las orillas, lentamente la luz del amanecer hizo desaparecer las últimas sombras.
Me incorporé y volviendome al este quedé extasiado.
El sol apareció tras el tenue azul metálico de las montañas del Escambray y sus chorros plateados abarcaron tierra y mar, haciendo chispiar el mundo.
Me volví al vasto océano de aguas plateadas aspirando su olor, mi mirada se paseó por la lejana costa filosa de arrecifes y allá lejos vi una figura humana que caminaba hacia la playa.
Era una mujer de vestido suelto y blanco movido por la brisa, usaba un ancho sombrero que se aguantaba con las manos para que no volara de su cabeza.
Durante un tiempo la vi acercarse hasta que alcanzó la playa, era alta, delgada y de largos cabellos, al parecer amaba el mar y la soledad para aventurarse sola por aquel lugar tan callado y alejado de la civilización.
Se detuvo al ver mi casa de campaña abierta y de repente fue, entró y cerró la entrada.
Quedé desconcertado y con gran curiosidad esperé a que saliera, pero se prolongaron los minutos, la media hora y cuando faltaban pocos minutos para la hora decidí regresar y averiguar que hacía aquella intrusa invadiendo mi privacidad.
Supuse que era una mujer madura quizás de más de cincuenta años por el blanco de sus largos cabellos, pudo pensar que mi tienda estaba abandonada y decidió descansar y dormir un rato.
Bajé la escalera de piedra y de prisa me dirigí a la playa, no quería asustarla así que al acercarme a mi tienda me detuve a unos dos metros y dije.
Hey senora, la vi entrar, es mi sitio, mi nombre es Ernesto y no le haré dano.
No obtuve respuesta.
Holaaa, despierte.
Y al ver que no respondía corrí el zipper, no había nadie dentro.
Quedé perplejo y algo asustado, comprendiendo que mientras bajaba la mujer había abandonado la casa de campaña.
Pero, donde estaba?
Revisé los alrededores sin hallarla, tampoco encontré sus huellas en la arena,
y al levantar la mirada hacia mi atalaya la vi parada en el borde del farallon, inmóvil mirándome fijamente y de repente, saltó al vacío.
Escuché el estrépito de su cuerpo al dar sobre las rocas y lajas sueltas del suelo y corrí en su auxilio.
Pero no vi su cuerpo, solo escuché gemidos lastimeros que se convirtieron en gritos espantosos.
Y corrí poseído por el terror dejando atrás mi tienda y todas mis pertenencias.
Nunca regresé.

jueves, 15 de septiembre de 2016

La mujer de gris

Un anochecer estaba yo sentado en un taburete en mi portal,  admirando la lenta muerte de la tarde cuando vi venir por el sendero a una mujer con sombrero y vestida de gris.
Mi curiosidad se activó
Qué hacía una mujer a aquella hora en un lugar tan desolado?, (vivo en un pequeña casa de madera junto al mar) la carretera pasa a dos millas de distancia y para llegar a mi morada se necesita andar por caminos que se cruzan y entrelazan a través del monte.
La mujer al verme se detuvo y estuvo un rato inmóvil analizando su situación.
Mi vida de ermitaño voluntario me ha provisto de gran barba blanca, piel tostada, ojillos hundidos y aspecto amenazante.
La mujer dudaba acercarce y para darle confianza le dije en voz alta.
Venga a mi casa, es usted bienvenida.
Me puse en pie.
La visitante dio un respingo y echó a correr de regreso.
Maldición, la asusté.
Y eché a correr para darle alcance y
explicarle que a pesar de mi soledad y de mi aspecto intimidante, soy inofensivo.
Después de una curva la vi, se volvió y vi que era pelirroja, me acerqué más y me detuve en seco, un escalofrío recorrió mi cuerpo, no tenía ojos y sus cuencas vacías me buscaban.
Entonces fui yo quién huyó despavorido.
Me encerre en mi casa respirando con dificultad, tratando de cobrar aliento, atento a los ruidos de la noche que me rodeaba espesa y cómplice de la ciega.
Aquella aparición había disparado mi miedo, mis nervios nunca se habían alterado de aquella manera.
Estaría la mujer rondando mi casa? pensé que tendría un desmayo si escuchaba toques en mi puerta.
Mi existencia había transcurrido sin contratiempos en aquel lugar que escogí para pasar los últimos años de mi vida alejado de la vida estresante de la ciudad, renuncie a las comodidades que hacen felíz al humano y lo convierten en inútil.
En mi paraíso habitaba aislado del mundo moderno, cazando y sembrando como los primeros humanos y solo una ves al mes iba a la ciudad a abastecerme de algunos viveres y utensilios necesarios.
Me fui tranquilizando , la ciega al parecer había regresado de donde vino, son hábiles en orientarse y mucho más cuando son ciegos de nacimiento.
Me desvesti y me acosté tapándose hasta el cuello, y bocarriba estuve desvelado toda la madrugada hasta notar la luz del amanecer.
Han transcurrido diez años de aquél suceso, nunca más la vi, pero sus cuencas vacias quedaron tatuadas en mi memoria.

martes, 13 de septiembre de 2016

Balada a los árboles

Todos los árboles están alegres, el viento los agita y la lluvia
los refresca del rigor del verano,
Los divide una línea ferrea por donde cruzan trenes apurados
rumbo a ciudades distantes.
Mojado camino sobre los rieles seguido por un felino naranja
que ruge a mis espaldas.
Dante y sus infiernos me esperan, descuelgo mi guitarra y rasgo
una canción inédita.
Todos los árboles están alegres,
los aviones vuelan bajos,
disparan sus trenes de aterrizaje
y como libélulas gigantes tocan
tierra.
Soy reo de la era, de mi mente y del
paisaje, voy descubriendo emociones
olvidadas y maneras distintas de ver
las imperfecciones de la existencia.
Tomen sus guitarras, cuando llegue
la noche haremos una flor roja
y cantaremos baladas.
Traigan flautas para que Dante
baile al borde de sus infiernos
y las ascuas salten eufóricas.
Que corra el vino como río
y emborrache a los árboles.


lunes, 12 de septiembre de 2016

El insignificante

He aquí la historia de un hombre al que todos llamaban, el insignificante.
Era un tipo grande, torpe y desdentado, solo poseía un afilado colmillo del color de yema de huevo y un vozarron intimidante que nada más asustaba a los gorriones pues sus ojos mansos delataban un carácter pusilánime.
Un día Rodolfo, ese era su nombre, se dijo.
Soy alto, fornido y musculoso, pero nadie me respeta por mi mansedumbre, eso hoy acaba, a partir de ahora mis bravuconadas dirán de mí, haré temblar a los que siempre me han ignorado y burlado de mi persona, no seré nunca más el insignificante.
Tomó un bate de beisbol y saliendo de su casa a las afueras, se fue por el rojo camino rumbo al pueblo.
Al rato se cruzó con dos hombres conocidos.
Hey Rodolfo, después de tonto, pelotero?- dijeron al unísono en tono de burla.
Se equivocan, ahora soy un garrotero que acabará rompiendo sus huesos.
Y si los hombres no corren los hubiera golpeado.
Entró al pueblo con mala cara y diciendo palabrotas y la gente comenzó a apartarse y murmurar.
Qué le sucede al insignificante? es tan manso, será que está enfermo y delira, tiene la mirada extraña y la boca torcida, llamemos al doctor.
Rodolfo entró a la cafetería y dando alaridos amenazó con el bate a los comensales que despavoridos corrieron hacia la calle.
Por qué huyen como conejos?
No me apodan ustedes el insignificante?
A partir de hoy exijo respeto- y como estaba hambriento devoró algunas empanadas y bebió un vaso de batido, la espuma quedó posada en su bigote y labios.
En ese momento arribaron a la puerta de la cafetería el doctor y dos policías del pueblo.
De qué padece este hombre doctor- preguntó uno de ellos nervioso.
El doctor lo escrutaba con fijeza, vio sus ojos enturbiados y la boca espumosa.
Rodolfo se golpeó el pecho y poniendo cara de pocos amigos les gritó con voz atronadora.
Dejenme en paz.
Tiene rabia- advirtió el doctor- hay que sacrificarlo.
 Lo acribillaron a plomo.
Y en su tumba reza
Aquí descansa el insignificante rabioso




El insignificante

He aquí la historia de un hombre al que todos llamaban, el insignificante.
Era un tipo grande, torpe y desdentado, solo poseía un afilado colmillo del color de yema de huevo y un vozarron intimidante que nada más asustaba a los gorriones pues sus ojos mansos delataban un carácter pusilánime.
Un día Rodolfo, ese era su nombre, se dijo.
Soy alto, fornido y musculoso, pero nadie me respeta por mi mansedumbre, eso hoy acaba, a partir de ahora mis bravuconadas dirán de mí, haré temblar a los que siempre me han ignorado y burlado de mi persona, no seré nunca más el insignificante.
Tomó un bate de beisbol y saliendo de su casa a las afueras, se fue por el rojo camino rumbo al pueblo.
Al rato se cruzó con dos hombres conocidos.
Hey Rodolfo, después de tonto, pelotero?- dijeron al unísono en tono de burla.
Se equivocan, ahora soy un garrotero que acabará rompiendo sus huesos.
Y si los hombres no corren los hubiera golpeado.
Entró al pueblo con mala cara y diciendo palabrotas y la gente comenzó a apartarse y murmurar.
Qué le sucede al insignificante? es tan manso, será que está enfermo y delira, tiene la mirada extraña y la boca torcida, llamemos al doctor.
Rodolfo entró a la cafetería y dando alaridos amenazó con el bate a los comensales que despavoridos corrieron hacia la calle.
Por qué huyen como conejos?
No me apodan ustedes el insignificante?
A partir de hoy exijo respeto- y como estaba hambriento devoró algunas empanadas y bebió un vaso de batido, la espuma quedó posada en su bigote y labios.
En ese momento arribaron a la puerta de la cafetería el doctor y dos policías del pueblo.
De qué padece este hombre doctor- preguntó uno de ellos nervioso.
El doctor lo escrutaba con fijeza, vio sus ojos enturbiados y la boca espumosa.
Rodolfo se golpeó el pecho y poniendo cara de pocos amigos les gritó con voz atronadora.
Dejenme en paz.
Tiene rabia- advirtió el doctor- hay que sacrificarlo.
 Lo acribillaron a plomo.
Y en su tumba reza
Aquí descansa el insignificante rabioso




El insignificante

He aquí la historia de un hombre al que todos llamaban, el insignificante.
Era un tipo grande, torpe y desdentado, solo poseía un afilado colmillo del color de yema de huevo y un vozarron intimidante que nada más asustaba a los gorriones pues sus ojos mansos delataban un carácter pusilánime.
Un día Rodolfo, ese era su nombre, se dijo.
Soy alto, fornido y musculoso, pero nadie me respeta por mi mansedumbre, eso hoy acaba, a partir de ahora mis bravuconadas dirán de mí, haré temblar a los que siempre me han ignorado y burlado de mi persona, no seré nunca más el insignificante.
Tomó un bate de beisbol y saliendo de su casa a las afueras, se fue por el rojo camino rumbo al pueblo.
Al rato se cruzó con dos hombres conocidos.
Hey Rodolfo, después de tonto, pelotero?- dijeron al unísono en tono de burla.
Se equivocan, ahora soy un garrotero que acabará rompiendo sus huesos.
Y si los hombres no corren los hubiera golpeado.
Entró al pueblo con mala cara y diciendo palabrotas y la gente comenzó a apartarse y murmurar.
Qué le sucede al insignificante? es tan manso, será que está enfermo y delira, tiene la mirada extraña y la boca torcida, llamemos al doctor.
Rodolfo entró a la cafetería y dando alaridos amenazó con el bate a los comensales que despavoridos corrieron hacia la calle.
Por qué huyen como conejos?
No me apodan ustedes el insignificante?
A partir de hoy exijo respeto- y como estaba hambriento devoró algunas empanadas y bebió un vaso de batido, la espuma quedó posada en su bigote y labios.
En ese momento arribaron a la puerta de la cafetería el doctor y dos policías del pueblo.
De qué padece este hombre doctor- preguntó uno de ellos nervioso.
El doctor lo escrutaba con fijeza, vio sus ojos enturbiados y la boca espumosa.
Rodolfo se golpeó el pecho y poniendo cara de pocos amigos les gritó con voz atronadora.
Dejenme en paz.
Tiene rabia- advirtió el doctor- hay que sacrificarlo.
 Lo acribillaron a plomo.
Y en su tumba reza
Aquí descansa el insignificante rabioso




domingo, 11 de septiembre de 2016

Una breve historia subterránea

Existe el pastel intocable que los duende antiguos guardan en una alacena de hojalata en los subterráneos de sus reinos.
Lo se porque una madrugada seguí a Vielka la duende desde mi cama a la entrada secreta que da paso a su mundo.
Su padre me esperaba fumando picadura aromatizada frente a su casa rosada.
Siéntate- me dijo con tono imperativo.
Lo hice,nervioso
Es cierto que mi hija está embarazada?
Ella sabrá- le respondí casi en un susurro
Humano insolente- estalló rojo como la grana- la sedujiste con tus artimañas.
Su hija y yo nos amamos.
El duende dio una larga chupada a su pipa, sus ojos saltones lagrimeaban.
Tienes que llevarla a tu mundo- ,y mirando a su hija que lloraba queda en un rincón le dijo con aflicción.
Violaste el código de no contacto con humanos, ve con él y nunca más regreses, las entradas secretas serán cambiadas.
No padre, soy tu hija, perdoname-clamó Vielka temblorosa.
Yo me quedo en su mundo- dije con resolución- mis padres murieron y no tengo hermanos, quiero tener hijos con su hija.
El duende estuvo de acuerdo y una comitiva me llevó a contemplar el pastel intocable que será devorado el día que la raza humana deje de existir y los duendes aband sus subterráneos y suban con sus tesoros para verlos brillar al sol.

Pobre trovador

He aquí la historia del hombre que no supo escapar de una ideología funesta,
era un poeta y con su guitarra a cuestas compuso canciones a los represores
mientras su alma lloraba en las sombras.
He aquí su sumisión a los atropellos de una cruel revolución,
su piel se hizo de hojalata para evitar las cuchilladas del terror.
Pobre trovador
Pobre trovador
Que apostó su talento a la censura y el dolor
Pobre trovador
Pobre trovador
Que ve sufriendo a su pueblo y se refugia en su mansión.
He aquí la historia del hombre que no encontrará perdón,
de los vivos y los muertos ni de su corazón.
Su poesía será heno esparcida por el viento y su legado
una ría revuelta y sin sol.
Pobre trovador
Pobre trovador
Confundió el odio con amor
Pobre trovador
Pobre trovador
Juglar de tiranos, un ciego que nunca vio


sábado, 10 de septiembre de 2016

La soledad del escritor

Septiembre 10 2016
Siempre solitario, es el castigo del escritor, su precio a pagar por saber vivir en mundos imaginarios.
Mientras el resto del mundo disfruta de las cosas banales el escritor da vida a sus personajes armando castillos de letras.
Siempre solitario, incomprendido por excéntrico, extraño e introvertido, para muchos un tipo aburrido y sin sustancia, un psicópata que decide si sus personajes viven o mueren.
Así somos, por gracia o maldición.


martes, 30 de agosto de 2016

Por los senderos de mi infancia

En el aire crecía la frescura del anochecer,
y yo vagaba bajo la sombra fantasmal
de los árboles de la costa pensando en
casi nada.
Aquél era un instante raro, sublime, difícil
de conseguir,
el mar cercano, profundo y cruel,
las primeras estrellas las descubrí
a través de los resquicios de las
inquietas copas mecidas por un viento
del Sur que rehusaba huir y dejar soplar
al terral.
Andube persiguiendo a un niño delgado
de pantalones cortos y descalzo que
 ágil
saltaba frente a mi.
Le pregunté
Quién eres?
Me dijo risueño.
Soy tú
Y entonces comprendí que avanzaba
por los senderos de mi infancia.
Lloré, lloré y lloré,
mientras el nino, sonreía en su inocencia.