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Pobre trovador

He aquí la historia del hombre que no supo escapar de una ideología funesta, era un poeta y con su guitarra a cuestas compuso canciones a l...

lunes, 31 de octubre de 2016

Sexo intergaláctico

Vi tus huellas fosforescentes en las arenas del desierto
y supe que tu nave estaba oculta
bajo el calor del Sahara.
Esperé tu presencia sin inmutarme,
sin hambre y sed.
Apareciste con un halo de sublimidad,
desnuda y violeta en busca de mi falo,
una llamarada era tu mirada eufórica,
y bajo los astros hicimos sexo intergaláctico.

domingo, 30 de octubre de 2016

Vamos al Sur

Vamos, es tiempo de avanzar rumbo Sur,
una lluvia azul nos acompaña, después, tal ves, en el cielo se dibuje un arcoíris.
Descalza a mi lado contemplas el paisaje mientras el auto devora millas,
acaricio tu mano pequeña, tienes las uñas cortas y disparejas, no has perdido la costumbre de comertelas.
De reojo admiro tu belleza ajena al maquillaje, te noto cansada y al rato duermes.
Escampa y aparece el arcoíris, no te despierto, quizás sueñes algo más interesante.
Bajo las ventanillas y el aire te despeina,
aparco al lado de la carrerera y te cubro pecho y brazos con una toalla.
La tarde es historia, prendo los faros y bajo astros y libélulas rodamos hacia Montana, lejana, distante.

miércoles, 26 de octubre de 2016

Existir

Existir no es una elección,
existes o no existes.
Brizna eres, flor eres,
elefante eres y colmillo.
Existir en las axilas
del tiempo, beber vino
regocijandote de la lluvia
y cínico, reír.

martes, 25 de octubre de 2016

Breve

Breve el camino del insecto
queda extenuado bajo la hoja
Breve la nieve de invierno
Breve el sol
Breve la sombra
Breve la alegría
Breve el amor
Breve el intento
Breve la vida
Breve la muerte

domingo, 23 de octubre de 2016

El regalo

Un regalo tengo guardado para una mujer
que me ha dado tanto, ofreciendo su todo
a mis ganas.
No es una flor, ni mucho menos chocolate, mi regalo es caminar junto a ella por el pueblo donde la conocí tomados de la
mano y en silencio.
Sentarnos en el viejo banco donde nos besamos por primera ves aquella soleada tarde de mil novecientos ochenta y tres y volver a jurarnos amor eterno.
Que mejor regalo.

Mi nostalgia por ti

Hoy el viento bate fuerte agitando
los almendros del patio, el olor
a lluvia satura el mundo anunciando
tormenta.
Hoy la casa extraña tu sonrisa, tu foto
sepia cuelga de la pared, antigua y opaca.
Hoy tengo nostalgia de ti
de los días felices y de los dias tristes
que pasamos juntos aquél lejano Abril.
Hoy tengo nostalgia de ti,
eras la mujer que más yo amaba
y nunca pensé que tan joven podrías morir.
Hoy el viento bate fuerte en las ventanas,
anuncia tu regreso o mi partida en el estrépito de Abril.
Hoy es tiempo de invitarte a mi cama,
besar tu desnudez o tal vez hoy es tiempo de partir.
No se, no se, hoy comienza Abril,
No se, no se, hoy el día es gris,
No se, no se, si mi instinto
suicida me junte a ti.
No se, no se.........

sábado, 22 de octubre de 2016

Vaterko y el Rey de los toldos Vll

Desperté sobresaltado, finos rayos de sol se filtraban por los resquicios de las frondas e iluminaban la penumbra boscosa.
Me puse en pie y al revisar mis heridas vi con asombro que habían sanado, aún mi cuerpo olía a menta.
Los duendes de la transparencia habían salvado mi vida llevandome a su reino subterráneo bajo el bosque.
Continúe camino zigzaguiando entre los enormes árboles, debía alcanzar la costa norte de la isla tal ves habitada por algún clan.
Me detuve y presté oído, escuché agua correr y apresurando el paso en pocos minutos alcancé las margenes de un cristalino arroyo y avido bebí hasta calmar la sed.
Seguí avanzando por su orilla, los sonidos del bosque me llenaron de optimismo, el chirriar de los insectos, la huída de pequeñas criaturas que espiaban mis movimientos, la belleza de orquídeas aéreas y el descubrimiento de jugosas frutas dispararon mi buen animo.
Devore gran cantidad de frutas y luego quitandome la maltrecha ropa tomé un reconfortante bano en el frío arroyo.
Mis zapatos de cuero habían soportado aquel largo viaje, los lave junto con mi ropa y desnudo decidí escalar un enorme árbol y desde su copa pude ver la lejanía.
El bosque se extendía hacia el Norte, al parecer la isla era extensa y comenzaba a desalentarme cuando divise una blanca humareda elevarse a unas tres millas.
Bajé de prisa, habían cazadores en el bosque y debía encontrarlos y vistiendome con la ropa aún húmeda continúe avanzando hacia mi objetivo.
Andube alrededor de una milla y media y mi olfato descubrió olor a humo al acercarme sigiloso por la espesura descubrí una vieja cabana, de su chimenea emababa un humo azulado y un olor a asado me hizo la boca agua.
Encorvado me acerqué a la pared del fondo y atisbe por una rendija.
.

jueves, 20 de octubre de 2016

Vaterko y el Rey de los toldos Vl

Escuché voces, abrí los ojos, luces brillantes y de un tono verdoso me rodeaban, flotaban sobre mí , subían, bajaban y se desplazaban en todas direcciones.
Me di cuenta que estaba acostado y traté de incorporarme pero varios brazos me lo impidieron.
Donde me encontraba?
Debe ser las mansiones subterráneas donde habitan los muertos -pensé.
Aquellas manos que me sujetaban eran muy blandas y gelatinosas, pude distinguir confusas figuras y creí ver los verdes resplandores a través de ellas.
Las extrañas luces seguían flotando en la penumbra, un olor a menta lo saturaba todo.
Dónde estoy- pregunté con voz débil- quiénes son ustedes?
Las inquietas luces subieron y quedaron estáticas iluminando una amplia habitación, vi unos hombres y mujeres sumamente delgados, no me había equivocando, eran criaturas transparentes de piel ambar y grandes ojos de un azul intenso.
Murmuraban entre ellos frases entrecortadas que no pude entender, una mujer de larga cabellera roja y labios grandes y gruesos habló en mi lengua.
Curamos sus heridas con plantas mágicas y refrescantes del bosque- dijo y vertió un liquido amentolado en mis heridas.
Arde-le dije apretando los dientes.
Arde y sana- respondió ella limpiandose los largos dedos con un paño atado a su cuello.
Alzó un brazo y tomando una de las luces la acercó a mi costado y miró con detenimiento, entonces supe que las luces se trataban de libélulas gigantes.
Quiénes son ustedes- insistí curioso.
Somos los duendes de la transparencia, los bosques son nuestro refugio  y si deseas regresar a tu mundo no hagas preguntas, es de mala educación.
Comprendí el mensaje, cerré los ojos
y comencé a contar mentalmente nubes veloces mientras consideraba que aquella advertencia demandaba de mi sabiduría.
La imagen sonriente de mi padre se hizo presente aprobando mi silencio.

domingo, 16 de octubre de 2016

Vaterko y el rey de los toldos V

La criatura clavó sus garras en mis costados, sentía su fétido aliento junto a mi cara, reía y luego lanzaba mugidos que hacían eco en el bosque.
Comenzó a aletear con fuerza levantandome del suelo.
Entonces con mi mano derecha sujete con presión la flecha y dando un fuerte jalón la saqué de mi hombro lanzando un grito de dolor y la clavé hasta mi puno en la garganta de la alada criatura.
Escuché un ronco estertor, su sangre comenzó salpicar mi rostro, su peluda cabeza giraba tratando de quitarse la flecha, lanzaba aullidos de dolor dejando al descubierto las dos hileras de afilados dientes, su mirada era lava en la mía.
Me di cuenta que perdía altura, aleteaba desorganizadamente, y me preparé para la caída que fue amortiguada por el batir de alas.
Una ves más cayó sobre mi ,aferrado a mi carne y trató de morderme la garganta, pude levantar las piernas y empujarlo por su velludo pecho empapado en sangre.
Logré safarme de una de sus garras, el sangrar de mis heridas bajaba a la arena,
le di puñetazos en su rostro.
Cayó a mi lado convulsionando, los estertores de la muerte lo cercaban y escuché su risa lánguida y lejana.
Quedó inmóvil y boca arriba con los ojos desorbitados y sanguinolentos fijos en  el estrellado cielo.
Mis dedos sacaron sus uñas enterradas en mi piel y descubrí con horror que dos de mis costillas al costado derecho estaban afuera.
Estaba mal herido, me puse en pie trabajosamente, una fuerte punzada brotaba de aquel hueco abierto por las garras, lo cubri con las palmas de mis manos y me adentre en el oscuro bosque andando en zigzag y desorientado.
A unos quince metros caí de rodillas dando arcadas , vomite y caí sobre un húmedo colchón de hojas y allí temblando y quejandome, esperé la muerte.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Vaterko y el Rey de los toldos IV

El ataque vino de sorpresa y rasante.
Pude dejarme caer de bruces y las garras del pugo rozaron mi espalda.
Me volví boca arriba y pude ver su alada sombra desaparecer rumbo al mar.
No se daría por vencido a pesar de su primer intento fallido.
Si hubiera podido hacer presa en mi con sus poderosas garras me hubiera levantado en peso por encima del bosque rumbo a su guarida aérea donde moribundo me devoraria vivo.
No tenía mucho tiempo para pensar, escuché su risa a unos cuarenta metros de la costa y entonces comprendí su estratagema de caza.
Quería que me internara en el bosque donde su poderosa visión y olfato le darían ventaja, me encontraría donde me escondiera.
A cielo abierto también tenía la ventaja de cazarme y en el mar podía zambullirme pero al salir a la superficie me atraparia.
Corrí por la playa, paralelo al bosque tratando de descubrir una rama afilada que me sirviera de arma.
A mis espaldas sentí el batir de sus alas, me detuve y volviendome lancé un estridente grito de guerra.
La criatura se posó en la arena a unos siete metros de mí.
Sus ojos eran rojos como ascuas, permaneció inmóvil como una roca mientras que su risa melancólica se elevaba a los astros.
Quedé quieto, con la respiración entrecortada, los oídos me zumbaban,
el pugo velaba mis movimientos.
Vete- le grité con voz ronca.
Batió sus alas y dio pequeños saltos hacia adelante lanzando chillidos espantosos.
Con uno de mis pies había tocado una piedra me agache la recogí y se la lance dandole en el pecho, abrió la enorme boca desmesuradamente y a la luz de las lunas pude ver la blancura de sus enormes colmillos.
Dio un salto y cayó sobre mi, derribandome.

Continuará

lunes, 10 de octubre de 2016

Vaterko y el Rey de los toldos lll

Dos horas después comenzó a vaciar la marea, la orilla estaba a unos cincuenta metros, dejé mi refugio e hice un esfuerzo supremo por llegar a la isla.
La corriente con el vaciante era poderosa pero mis ansias de sobrevivir eran más fuerte y pude alcanzar la costa salvadora.
Llegué a las rocas y extenuado me acosté con la respiración agitada y temblando de frío.
La flecha seguía enterrada en mi carne, si no me la extraía corría el riesgo de una infección, por ahora la sal había ayudado a la herida que no se infectara.
Debía calmar la sed, tratar de alimentarme, descansar y ganar fuerzas para luego intentar extraer la flecha que al parecer había dañado algún hueso.
El cansancio trató de llevarme al sueño, pero no se lo permití en aquel sitio junto al mar pues al llenar la marea podría ser arrastrado una ves más por la corriente.
Era media noche cuando caminando por encima de las rocas pude llegar a la arena de la playa, frente a mi la negra vegetación llena de ruidos nocturnos y peligros acechantes.
Desprendi ramas de pequeños arbustos y tendiendome en la arena hice lo posible por taparme con ellas.
El monótono suicidio de las olas se fue haciendo lejano, casi imperceptible.
Desperté sobresaltado, no se que tiempo había dormido tal ves una hora o dos,
y aguzando el oído escuché el impertinente ruido que me había despertado.
Era un chillido estridente seguido de una entrecortada y ronca risa que provenía del techo del bosque.
Un gran depredador se disponía a cazar en la madrugada, se trataba de un pugo, una criatura casi humana pero irracional, era un hombre velludo y alado que volaba y planeaba a gran velocidad, poseía excelente visión y un olfato muy fino.
Habitaba las remotas y deshabitadas islas del archipiélago y era un cazador nocturno, durante el día se ocultaba en el denso follaje del bosque.
Deduje que estaba en una isla no habitada, los pugos huyen de los hombres y suelen ser como todo depredador, astutos y oportunistas.
Sabía que eran cazadores solitarios que solo cazaban en grupos en la época de apareamiento.
No sabía si la criatura había olfateado la sangre de mi herida y se disponía a atacarme por sorpresa y en vuelo rasante.
En el firmamento aparecieron las dos lunas violetas del planeta Traos rodeadas de verdes astros.
La noche se hizo clara con tonalidades purpuras, los grillos no dejaban de chirriar y mi expectación iba en aumento.

domingo, 9 de octubre de 2016

Vaterko y el rey de los toldos ll

Guiando mi barca al Este navegue ayudado por el remo y la vela con el sol declinando a mis espaldas, el mar verde y rizado dejaba ver por instantes el brillo plateado de peces voladores.
Lloré profuso por la muerte de mi anciano padre, mi madre y mis hermanos habían muerto dos años atrás en otra incursión hostil de los crueles conquistadores, en aquella ocasión escapé guiado por mi padre que nada pudo hacer por salvar el resto de su familia.
El llanto calmó mi ánimo, no así mi crónica tristeza, dejé de remar, el viento a mi favor me llevaba a las islas del archipiélago donde pediría refugio en algún clan.
Cuanta sangre, cuantos clanes destruidos, cuántas vidas tomadas.
Aquellas cacerías despiadadas tenían que parar, iba con la resolución de hacer algo que cambiara aquella situación, era necesario unirnos y enfrentar a los esclavistas con un ejercito organizado y numeroso formado por guerreros de todos los clanes, seguir ocultandonos como conejos no era la solución.
Así cavilaba cuando vi dibujarse en el horizonte los contornos azulados de una isla, me arrodille y reme con fuerza hacia sus costas que se fueron haciendo más claras pero el dolor de mi brazo me hizo desfallecer y una negra turbonada frente a mis ojos llegó a mi barca mugiendo y levantando olas inmensas, llovía cortante, tronaba y los relámpagos herían la tarde.
Me aferre al borde de la barca y traté de poner proa a la tormenta, las olas la elevaban y luego caía al vacío para volver a montarse en el lomo líquido de otra ola.
La sal sazonaba mis ojos, no era tiempo de morir y así se lo hice saber a mis dioses, la barca resistía los embates a pesar de su fragilidad y la turbonada siguió su camino hacia el oeste.
La lluvia cesó, dejando una fría llovizna, el viento amainaba y las aguas comenzaron a calmarse, había perdido el remo así que la barca a la deriva era arrastrada por la corriente y comprendí que la única manera de alcanzar la cercana costa de la isla era nadando a sus orillas.
Me lancé de cabeza y al salir a la superficie comencé a bracear soportando el dolor de mi hombro, la corriente corría paralela a la costa así que debía dejarme llevar y en el punto más cercano de la isla nadar con fuerza para tratar de alcanzar tierra.
Cuando llegué al lugar más próximo a la costa, hice un esfuerzo sobrehumano por acercarme a aquella punta rocosa que se adentraba en el mar, mi hombro sangraba y mi vigor mermaba, probé a tocar fondo con mis pies pero aún estaba hondo y la corriente amenazaba con alejarme de aquellas rocas salvadoras, tragué el agua amarga y estaba a punto de ahogarme cuando descubrí una pequeña barrera de coral que sobresalía del agua.
Mi adrenalina se disparó y nade hacia los corales subiendome en un orejon grande, mis manos se aferraron a sus cortantes bordes hiriendome las palmas de las manos y un tobillo.
Y allí permanecí extenuado y temblando de fiebre.
Un anochecer ventoso se impuso, las aguas se tornaron oscuras y amenazantes y sobre mi cabeza volaron tres pelicanos buscando el seco refugio de la isla.

Continuará

sábado, 8 de octubre de 2016

Vaterko y el rey de los toldos I

Planeta Traos, mediodía


Dormitaba cuando el ataque vino de los aires, las ramas se quebraron y las hojas bajaron planeando sobre las cabañas ocultas bajo el follaje del bosque.
Vaterko- gritó mi padre- a las armas.
Me incorporé en el preciso momento en que las bestias aladas llamadas Golos, bajaban a través del boquete aéreo hecho por sus pesados cuerpos.
Chillaban como demonios batiendo sus escamosas alas y escupiendo de sus enormes bocas bolas de saliva pegajosas y fosforecentes capaces de envolver y pegar al suelo a los fugitivos que corrían espantados.
Logré agarrar mi garrote y junto a otros guerreros corrí lanzando gritos de guerra hacia los jinetes que desmontaban de las bestias y daban tajos con sus espadas matando a hombres, mujeres y ninos que trataban de abandonar el claro del bosque.
Los que no ofrecían resistencia eran atados de pies y manos o permanecian pegados con la pegajosa baba de los Golos.
Logramos derribar la ofensiva, masacrandolos por sorpresa, degollando y cortando extremidades y cabezas pero más guerreros enemigos bajaban en oleadas a la villa.
Venían del continente, los conociamos como los Beosos, eran conquistadores  que venían a nuestras islas en busca de hombres, mujeres y ninos saludables con la intención de atraparlos y venderlos como esclavos en la ciudad imperial conocida como Gretol, la metrópolis de los canibales por su repulsiva costumbre de alimentarse de carne humana.
A los viejos los mataban por inservibles.
Comenzamos a retroceder, a mi alrededor empezaron a morir los guerreros de mi clan, una flecha penetró la carne de mi hombro izquierdo, caí, apretando los dientes de dolor, un enorme Golo trató de atraparme dando rugidos y mi daga le vació uno de sus amarillos ojos, pude arrastrarme entre los cadáveres hasta detrás de un árbol y recobrar un poco de aliento, vi a los conquistadores lanzar alaridos de triunfo y alimentar a sus cabalgaduras con los restos de los muertos, picandolos con sus hachas, lanzaban roncas carcajadas y troceaban los cadáveres con las mejores partes guardandolas en mochilas que descolgaban de sus espaldas para luego devorarlas.
Aquél espectáculo horripilante me causó náuseas y vomite mientras me alejaba de la arrasada villa que comenzaba a arder incendiada por aquellos asesinos.
Andube por el bosque desorientado y adolorido, aún tenía la flecha en mi carne atravesada de lado a lado y produciendome un dolor intenso, la cabeza me dolía y el mundo giraba,
de pronto supe que estaba cerca del mar, escuché el sonido de las rompientes y su olor se filtraba entre los árboles.
Dando tumbos logré salir a la solitaria ensenada donde amarramos nuestras canoas bajo la sombra del manglar para no ser vistas desde las alturas.
Caí arrodillado en la arena y mis cansados pulmones se llenaron con la brisa marina que venía del archipiélago de Greus formado por cientos de islas algunas habitadas y  la mayoría aún no hollada por hombre alguno.
Aquel gran archipiélago era mi patria, tierra de nadie no gobernada por nadie.
Los clanes que habitaban islas vivían en ellas desde tiempos antiguos, sin guerrear, ofreciendo hospitalidad en sus villas y el libre tránsito de todos los habitantes del archipiélago donde la caza y la pesca era abundante.
Las islas deshabitadas eran territorio de todos, los clanes pescaban y cazaban y compartían sus ganancias entre ellos, no existía el dinero sino el trueque.
Cuando los Beosos comenzaron a expandir su imperio concluyó la paz del archipiélago, invadiendolo en busca de mano esclava para construir sus enormes templos y suntuosas mansiones donde organizaban fiestas que se convertian en orgías que duraban semanas,  bebían grandes cantidades de licor y organizaban banquetes donde la carne humana era el principal manjar, sacrificando a los esclavos de las islas, principalmente ninos y jóvenes alimentados y engordados para la ocasión.
Levanté la vista al escuchar aleteos y vi a más de una treintena de grotos volar rumbo al continente cargando con mis hermanos del clan.
Levanté los brazos al cielo clamando a mis dioses por ellos y por los que habían muerto y juré que algún día cortaría la cabeza de Duor el sanguinario emperador de la ciudad imperial.
Comenzaba a anochecer cuando me embarque en mi canoa y afiebrado y tembloroso me hice a la mar dejando a mis espaldas mi isla ensangrentada.
Continuará


sábado, 1 de octubre de 2016

Insomnio

Sutil el terral
trayendo
olores lejanos
El mar dormido
inquietos
sus peces
La noche  le ladra
a los astros
Sonidos difusos
entran
por la ventana
abierta y astutos
muertos que ríen,
levitan
y vuelven a morir.
Las horas
lentas, amotinadas,
avanzan cojeando,
se acuestan
a mi lado
y desdentadas
me hacen
sexo oral.
Sutil el chasquido
de sus lenguas
y el semen es río
corriendo por
las sombras.
Un letargo
oscuro vence
a mi insomnio
y me hace
dormir.