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martes, 1 de noviembre de 2016

Vaterko y el Rey de los toldos

Vi a un hombre velludo y de aspecto feroz que se paseaba de un lado a otro de la habitación, era robusto y de mediana estatura, ojos pequeños y enrojecidos, nariz aporronada y de sus secos labios brotaban dos colmillos curvos como los de los jabalíes.
Su rostro estaba cubierto por una barba espesa y larga hasta el pecho.
De pronto se detuvo de frente a mi y comenzó a olfatear el aire mientras un ahogado grunido brotaba de su garganta.
Me había descubierto, lo vi correr hacia la puerta de salida grunendo amenazante.
Retrocedi y agachandome pude recoger dos piedras , la criatura apareció en una esquina exterior de la casa y avanzó hacia mi en cuatro patas mostrandome sus colmillos mientras grunia.
Levanté el brazo izquierdo dispuesto a arrojarle una piedra y esperé alerta.
Comenzó a dar vueltas a mi alrededor, yo giraba sin perderlo de vista.
Se detuvo y poco a poco dejó de grunir y noté que en su mirada de animal salvaje  comenzaba a despertarse un signo de raciocinio.
Quién eres?- preguntó con voz ronca.
Soy Vaterko, del clan Vur, y tú quién eres?
Gruesas lágrimas brotaron de sus ojillos y rodaron por dentro de la barba, un temblor estremeció su cuerpo y dejandose caer al suelo boca abajo rompió en sollozos, lloró por un rato, gemia y se soplaba la nariz, me puse en cuclillas y esperé.
Cuando se calmo se sentó y me dijo.
Eres el primer hombre que veo desde hace cinco largos años, buenvenido a mi hogar, puedes llamarme Guon el ermitaño y a ti agradezco no haberme convertido en una bestia, al verte fui capaz de recobrar mi memoria, gracias, gracias.
Y acercándose me extendió sus manos y tomando las mias las estrechó con efusividad.
Entremos a mi humilde morada, hagamos fuego y juntos cazemos para celebrar mi retorno a la vida.

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