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Pobre trovador

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viernes, 11 de febrero de 2011

Bigirita.

Bigirita, Bigirita, ven a la cocina.
La niña vino sudorosa del patio, brillandole las oscuras trenzas.
Que quieres mami?
Ayudame a fregar hija?
Se puso seria.
Soy una niña todavía- dio media vuelta- fregaré cuando sea mujer.
Y escapó de prisa al patio.
Le gustaba correr bajo los árboles, tratando de atrapar las hojas inservibles
que bajaban danzando al suelo y detestaba ayudar a su madre en los queaceres domésticos tan fastidiosos y que le robaban tiempo para sus juegos.
Su madre volvió a llamarla.
Hija, el baño te espera.
Corrió hacia la cerca, se escabulló por un hueco secreto oculto en la enredadera
y corrió por la calle polvorienta rumbo a la casa de una de sus tías.
Iba tarareando una canción, cuando vio venir en sentido contrario a una viejecita
que caminaba a duras penas, apoyandose en un viejo y retorcido bastón y llevado a sus espaldas un saco de tela.
Al acercarse la arrugada mujer le acarició la cabeza.
Niña, como te llamas?
Me llamo Rachel, pero todos me conocen por Bijirita.
Y eso por qué?
Porque me gusta pintarme el cuerpo con todos los colores de mi acuarela y mis padres
dicen que me parezco a las aves llamadas Bijiritas.
Hizo una pausa.
Pero yo no conozco a esas aves, dice mi papi que tienen un plumaje muy bello.
Es cierto- dijo la anciana- son tan bellas como tú.
Los ojos de Bijirita resplandecieron.
Usted las ha visto?
La anciana sonrió.
No solo las he visto, sino que las alimento en el patio de mi casa, te gustaría verlas?
Claro que sí- dijo dando saltos de alegría.
Dejaron el camino del pueblo y tomaron una vereda del bosque pues la anciana le dijo que vivía en las afueras y por la vereda llegarían más pronto.
Bijirita lo miraba todo, era la primera vez que veía el bosque.
Se divertía con la gracia de las ardillas, se maravillaba con los hongos que crecían bajo la humedad de las frondas y con el zumbido de los insectos.
Pero de repente el bosque se hizo oscuro y empezó a sentir temor.
Hay lobos? - preguntó
Por supuesto que no, ya falta poco y cuando lleguemos te daré golosinas.
De repente en un claro apareció una cabaña que humeaba por la chimenea.
Llegamos- anunció la anciana.
Abrió la puerta con una pesada llave que traía atada al cuello.
Adelante Bijirita.
La niña entró y vio una sala polvorienta, desordenada y los rincones y el techo cubiertos de telas de araña.
Siguieron al interior, la mesa del comedor estaba llena de platos, cucharas, ollas
y vasos sucios.
El suelo cubierto de polvo, papeles y otrs desperdicios.
Entraron a una cocina, oscura y mugrienta, había tizne y suciedad por todos lados.
La niña le dijo en tono tajante.
-Quiero ver las Bijiritas y volver a casa.
La anciana la pellizcó suave en la mejilla y le dijo.
Los pajarillos vienen a comer a las tres de la tarde y son las once de la mañana,
pero antes de que lleguen puedes ayudarme a limpiar la casa.
Bijirita se puso brava.
No, yo vine a ver las bijiritas, soy una niña y me gusta jugar no limpiar mugre.
La expresión dulce desapareció del rostro de la anciana y su rostro se transformó en duro y sombrío.
Sientate en esa silla- chilló con su boca desdentada.
La niña se puso pálida y comenzó a temblar.
La anciana se le acercó con mirada chispiante.
Ahora mismo te daré un delantal y quiero que limpies toda la mugre de mi casa o si no te como.
Y lanzó una chillona carcajada, mientras bailaba con una agilidad sorprendente.
Entonces Bijirita comprendió que estaba en la casa de una bruja.
Se puso el delantal y llorosa tomó la escoba y se puso a barrer la sala.
Espera-le ordenó la bruja- primero pon agua para aplacar el polvo, mientras tú limpias yo iré a la cocina a preparar la cena, que esta noche tengo invitados.
Y frotandose las huesudas manos se fue a sus queaceres.
Bigirita regresó con un balde de agua que pesaba y el asa le lastimaba sus tiernas manos.
Lo dejó en el medió de la habitación y corrió a la puerta de entrada pero estaba bien asegurada con dos pestillos a una altura que ella no alcanzaba.
La voz de la bruja la estremeció.
Que sucede que no te escucho barrer.
Regó el agua,barrió la sala, recojió la basura con el recogedor y sacudió los antiguos muebles con un plumero.
Le dolían los brazos, las piernas y el cuello.
Luego se fue al comedor y al ver tanto reguero se puso a llorar.
Se acordó de su madre llamandola para que la ayudara a fregar, si le hubiera hecho caso ahora no estuviera prisionera de la bruja.
Con un cansancio inmenso continuó la limpieza, recogió los platos y los puso cerca de la puerta de la cocina para fregarlos cuando la dueña de la casa terminara su cena.
Barrió la inmundicia, puso un mantel nuevo y se puso a sollozar sentada en el suelo.
De repente dos ratoncitos salieron de un hueco de la pared y timidos y curiosos se acercaron a la niña.
Hola- le dijeron con sus vocecitas.
Hola- les respondondió secandose los lagrimones.
Soy Miquito.
Y yo,Tronquito, y estamos aquí para ayudarte a escapar.
Pero todo está cerrado-se lamentó la niña.
Baja la voz, que las brujas tienen un oido muy fino- susurró Miquito.
Bijirita les preguntó.
Por qué viven en casa de una bruja?
Tronquito le respondió.
Porque siempre tiene queso en la despensa y como sabrás esa es nuestra debilidad- y se relamió sus finos bigotes.
Mientras tanto la bruja tarareaba una tonada en la cocina.
Iré a ver que hace- dijo Tronquito y veloz y silencioso se fue hasta la puerta.
Enseguida regresó.
La Malvada, así la llamamos, está afilando un enorme cuchillo y comprobando el filo con las yemas de sus dedos, y en el fogón hierve una sopa con coles y zanahorias,
solo le falta la carne.
Bigirita tuvo que ponerse las manos en la boca para no gritar.
Niña, debes huir antes que oscurezca, la bruja ha invitado a sus amigas también brujas a un banquete y tu eres su cena.
Tronquito continuó.
Te abriremos los pestillos.
Escucharon los pasos de la Malvada y se esfumaron por la pared.
Ajaah, veo que eres una niña obediente y muy trabajadora, ahora ve a la cocina, friegalo todo y revuelve la sopa.
-Cuando termine, me puedo ir a casa?
-Pero como te vas a marchar tan de prisa criatura de Dios, si tu eres invitada de honor en mi banquete.
No, dejeme ir a casa cuando todo esté limpio, extraño a mis padres.
La bruja volvió a enojarse.
A la cocina- vociferó.
Bigirita se subió sobre un banco y se puso a fregar, viendo como hervía la sopa.
Estaba por terminar cuando escuchó un grito espantoso de la Malvada.
-Cochinos ratones, dejen de robar mi queso.
Se bajó del banco, se asomó a la puerta y vio a la bruja roja como un tomate por la ira.
Blandía la escoba y perseguía a Miquito y a Tronquito por toda la sala, luego el comedor y después se fue a su cuarto.
La niña miró los pestillos, estaban corrídos, de puntillas se fue hacia la puerta, la abrió y salió afuera.
Casi era noche, el viento refrescó sus mejillas y echó a correr por el claro rumbo a la boca negra del bosque.
Entró por su garganta y desorientada andubo por las estrechas veredas procurando no desviarse.
Caminó rodeada de extraños ruidos y silvidos, pensando en sus padres que a aquella hora debían estar buscandola desesperados.
De repente escuchó risas espantosas por encima de las frondas y se estremeció de pavor.
Las invitadas llegaban a la fiesta.
Apuró el paso pero tropezaba en la oscuridad y se arañaba las piernas con los arbustos espinosos y las ramas secas.
De pronto a sus espaldas retumbó un clamor que la hizo detenerse en seco.
Escuchó los alaridos y maldiciones de la Malvada que le contaba a gritos a sus amigas que la cena se había arruinado pues la niña había logrado escapar.
Vamos tras ella- chillaron y se lanzaron a la persecusión.
Las voces se fueron acercando, Bijirita temblorosa y extenuada se escondió tras el tronco de un árbol.
La luna había salido dandole al bosque un aspecto plateado.
Entonces sintió pasos y una conversación a pocos metros de ella.
-No puede escaparse, es nuestro alimento de esta noche de aquelarre y pócimas- decía La Malvada.
La encontraremos- le respondió una de sus amigas con voz ronca- no es así Moldova?
Claro que sí- y comenzaron a hablar todas a la vez, eran ocho brujas en total.
Silencio- ordenó Moldova- acabo de olfatear carne humana, hacia aquella dirección-
y se dirigieron hacia la niña.
De repente Bigirita vio delante de ella a un lobo de espeso pelaje y se sintió perdida y acorralada entre depredadores.
Pero el lobo le habló.
Soy Blish el jefe de la manada del bosque y amigo de Miquito y Tronquito que me enviaron para que te lleve a casa, monta sobre mi lomo.
La niña saltó sobre el lobo que sacó sus afilados colmillos y le gruñó a Moldova que
apareció olfateando el aire.
El depredador de los bosques se lanzó a una vertiginosa carrera hacia el pueblo.
Sujetate bien- le gritó a la niña.
Pero las brujas no se dieron por vencido y montadas en sus escobas los persiguieron por aire.
Blish salió de la espesura y corrió por el camino bajo la luz de la luna.
Sus persiguidoras comenzaron a bajar en picada lanzando risas espantosas.
De repente en el camino se vieron antorchas y se escucharon voces.
Las brujas subieron a las alturas y desaparecieron en el firmamento.
El lobo se detuvo jadeante.
Ve con los humanos, estás a salvo.
La niña lo abrazó.
Gracias Blish.
Y el animal regresó al bosque.
Las antorchas pertenecían a los lugareños que la buscaban por todas partes.
Bigirita hija mia.
La niña cerró los ojos y se refugió en el calor materno.
Mami te quiero.
Yo también mi amor, pero donde has estado, pequeña?
Por supuesto que nadie le creyó la historia de la bruja, el bosque, la cabaña, los ratoncitos y el lobo.
Siempre ha sido una niña muy imaginativa- le dijo la madre a los lugareños.
Su padre la cargó sobre sus hombros y regresaron a casa.



A la mañana siguiente sus padres despertaron tarde, agotados por las peripecias de la última noche y cual no fue su sorpresa al encontrarse a Bigirita subida sobre un banco preparando el desayuno.
Hija- le dijo la madre sorprendida- por qué no estás descansando en tu cuarto?
Mami- le respondió la pequeña- ya barrí la casa y sacudí los muebles, boté la basura,
planché la ropa de papá,fregué, alimenté las gallinas.
Tienes algo más que hacer?

Autor; Ernesto Ravelo García.

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