El niño descubre la cebolla,
fría, morada,dormida en el mercado.
La carga, la besa, se le cae
al suelo y su madre lo reprende.
Si la muerdes, pica,
si la rompes, lloras.
El niño le pide que la compre
La madre le advierte.
Huele feo.
Pero al muchacho no le importa
y se la lleva a casa.
La madre la necesita para
un sofrito, pero el niño
molesto se opone.
La madre llora y su hijo
le recuerda que no es a causa
de su cebolla morada.
Se la lleva a su cuarto,
le pinta ojos saltones,
nariz griega y labios
azules.
Se duerme con su protegida
bajo la almohada y sueña
que un ejercito de brujas
lloronas, vuela entre
un vapor de nubes con rumbo
a la nada.
Autor; Ernesto Ravelo
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