Tengo que cazar al gorrión blanco,
ese hijo de puta que salta por la acera
cuajada de polvo.
Si lo atrapo seré rico, viajaré a Europa
y escupiré sobre sus calles.
No se ofendan europeos, todos escupimos
porque tenemos saliva.
Tengo que cazar al gorrión blanco,
meterlo en una jaula y enseñarle a cantar
como los mirlos.
Lo acecho tras mi ventana, al otro lado
de la calle mi vecina limpia su portal
con las tetas al aire mientras canta
una canción.
Carajo, así no se puede cazar.
El gorrión devora las migas de pan y me dice.
Coño, no ves que me muero de hambre.
Pongo cara de asesino y el muy cabrón
se muere de risa.
Autor; Ernesto Ravelo
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