Siembras serpientes en mi huerto,
reptan hacia mi boca maldita,
donde a la sombra crecen manzanas.
Eva desnuda cabalga sobre Adán,
no saben que existimos ocultos
en el verdor del jardín.
Un duende tuerto toca una flauta
de bambú y la cobra escupe
su veneno brillante sobre
el paraíso.
Siembras lujuria en mi lengua
que lame tus pies descalzos,
busco tu altar y mi semilla
penetra tu cuerpo mientras
me miras.
No todos son hijos de la pareja
del Edén, los otros brotaron
de tu vagina santa, bebieron
de los mismos manantiales
y no se pelearon como Caín y Abel.
Tú y yo sabemos que Dios es ébano
y marfil.
Autor; Ernesto Ravelo
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