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jueves, 2 de junio de 2011

Mota

Mota, la perra del vecino murió esa mañana atropellada por las ruedas de un camión.
La noticia corrió como polvora por la vecindad y los vecinos se reunieron y acordaron sepultarla bajo la mata de mango del parque.
El amo de Mota arribó en un taxi,se desmontó y desconsolado se abrazó a su difunta mascota.
No, no deseo que la entierren quiero embalsamarla para que siempre esté a mi lado.
Osmani el bodeguero le dijo.
Pero Macho, eso es un disparate, solo se embalsaman las piezas de caza,además está muy magullada.
La comitiva siguió su camino.
Macho levantó la voz.
Cojones, dije que no la entierren.
Todos se dieron vuelta y los cuatro hombres que cargaban el cadaver sobre una sábana,
la balancearon por sus cuatro puntas y tomando impulso lanzaron a la perra por los aires.
El animal cayó en el medio de la calle y otro camión la hizo un amasijo de carne.
Los vecinos se fueron hacia sus casas dejando a Macho arrodillado frente a Mota.
Después de sollozar por un rato y detener el tráfico, puso los restos sobre un pedazo de cartón,se fue al parque y escarbó con sus uñas bajo el árbol de mango.
Adios Motica- susurró tapando la tumba.
Y regresó a casa sangrando de las manos.

Autor. Ernesto Ravelo

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