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sábado, 22 de octubre de 2016

Vaterko y el Rey de los toldos Vll

Desperté sobresaltado, finos rayos de sol se filtraban por los resquicios de las frondas e iluminaban la penumbra boscosa.
Me puse en pie y al revisar mis heridas vi con asombro que habían sanado, aún mi cuerpo olía a menta.
Los duendes de la transparencia habían salvado mi vida llevandome a su reino subterráneo bajo el bosque.
Continúe camino zigzaguiando entre los enormes árboles, debía alcanzar la costa norte de la isla tal ves habitada por algún clan.
Me detuve y presté oído, escuché agua correr y apresurando el paso en pocos minutos alcancé las margenes de un cristalino arroyo y avido bebí hasta calmar la sed.
Seguí avanzando por su orilla, los sonidos del bosque me llenaron de optimismo, el chirriar de los insectos, la huída de pequeñas criaturas que espiaban mis movimientos, la belleza de orquídeas aéreas y el descubrimiento de jugosas frutas dispararon mi buen animo.
Devore gran cantidad de frutas y luego quitandome la maltrecha ropa tomé un reconfortante bano en el frío arroyo.
Mis zapatos de cuero habían soportado aquel largo viaje, los lave junto con mi ropa y desnudo decidí escalar un enorme árbol y desde su copa pude ver la lejanía.
El bosque se extendía hacia el Norte, al parecer la isla era extensa y comenzaba a desalentarme cuando divise una blanca humareda elevarse a unas tres millas.
Bajé de prisa, habían cazadores en el bosque y debía encontrarlos y vistiendome con la ropa aún húmeda continúe avanzando hacia mi objetivo.
Andube alrededor de una milla y media y mi olfato descubrió olor a humo al acercarme sigiloso por la espesura descubrí una vieja cabana, de su chimenea emababa un humo azulado y un olor a asado me hizo la boca agua.
Encorvado me acerqué a la pared del fondo y atisbe por una rendija.
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