Un regalo tengo guardado para una mujer
que me ha dado tanto, ofreciendo su todo
a mis ganas.
No es una flor, ni mucho menos chocolate, mi regalo es caminar junto a ella por el pueblo donde la conocí tomados de la
mano y en silencio.
Sentarnos en el viejo banco donde nos besamos por primera ves aquella soleada tarde de mil novecientos ochenta y tres y volver a jurarnos amor eterno.
Que mejor regalo.
Desde la terraza contemplo un pedazo del mundo mientras bebo una taza de buen café y escribo poesía y comentarios para compartirlo con mis semejantes.
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domingo, 23 de octubre de 2016
El regalo
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