Entrada destacada

Pobre trovador

He aquí la historia del hombre que no supo escapar de una ideología funesta, era un poeta y con su guitarra a cuestas compuso canciones a l...

jueves, 17 de marzo de 2011

Los enemigos

Abelardo se sintió aliviado cuando supo que Andres había muerto,
le pidió al cantinero un trago doble y celebró en silencio.
Habían sido enemigos jurados desde su juventud y todo a causa de una mujer,
que al final no fue de ninguno de los dos y se marchó al extranjero dejandolos
enemistados para siempre.
Cuando se veían en el pueblo se evitaban,y hacía unos cuarenta años atrás en una apuesta de gallos coincidieron, se desafiaron y terminaron fajados a machetazos.
Andrés perdió un brazo y después de salir del hospital se marchó con su familia a otra provincia y nunca más regresó.
Abelardo no tuvo la dicha de casarse,las numerosas novias que tuvo se apartaban cuando descubrian su temperamento violento, y ahora viejo y decrépito sus esperanzas de matrimonio se habían esfumado.
Sin embargo Andrés el manco como le llamaban, tuvo una esposa bella y numerosos hijos,nietos y bisnietos.
Esto lo supo por los comentarios de un pariente de Andrés que vivía en el pueblo y lo visitaba todos los años en su lejana provincia.
Abelardo moraba en una finca heredada de su padre,su situación ecónomica no era mala
pues supo mantener el ganado y la tierra productiva.
Cinco empleados trabajaban para él y tenía sufiente dinero en el banco para pasar su vejez.
Por esa parte se sentía feliz pues había vivido mejor que su enemigo que murió pobre
y cargado de deudas.
Se bebió otro trago y salió a la calle, su perro labrador lo esperaba en la parte trasera de su vieja camioneta de trabajo.
Tarareando una canción la echó a andar y rodó por la avenida principal hacia la salida del pueblo, hizo izquierda y tomando un polvoriento terraplén se dirigió a su finca.
Se sentía eufórico, siempre vivió con el temor de morir primero que Andrés, no soportaba la idea de estar acostado en su ataud mientras su enemigo con una sonrisa burlona en sus labios lo contemplaba.
Comenzó a entonar la canción a toda voz, había bebido más de lo acostumbrado pero el momento lo ameritaba.
Entró a una curva cerrada y perdiendo el control de la camioneta se precipitó al río.


Abelardo abrió los ojos y una intensa luz lo cegó,le dolía la cabeza y todo el cuerpo,poco a poco sus pupilas se fueron adaptando a la claridad y a su lado descubrió el rostro sonriente de un joven.
Era Andrés.
De golpe cerró los ojos,volvió a abrirlos y allí estaba el fantasma burlandose de él.
Entonces comprendió que estaba en el mundo de los muertos.
Como se siente don Abelardo?- le preguntó la conocida voz.
Ahora me llamas Don, deja de burlarte maldito.
Señor, señor, despierte, tiene visita- dijo una cálida voz de mujer.
Abrió los ojos y vio a una enfermera cambiandole el suero.
Andrés continuaba sonriendo y ahora le puso una mano en el hombro.
Donde estoy?- le preguntó asustado a la enfermera
En la sala de cuidados intensivos,y este hombre fue quien le salvó la vida.
Como pudo ser posible, este hombre está muerto.
El joven le respondió.
Se equivoca Don Abelardo soy el hijo de Andres Castillo que nació y creció en este pueblo y su última voluntad fue que lo enterraran en su tierra.
El enfermo se sentó en su lecho.
Nunca te habló de mi?
Sí,le contó a la familia que ustedes habían sido muy buenos amigos en la juventud.
Y que les dijo del brazo que le falta?
El joven se puso serio.
Nos dijo que lo perdió al caerse de una carreta de bueyes y una de las ruedas se lo destrozó.
Abelardo quedó anonadado.
Lentamente y con la ayuda del joven volvió a tenderse y su vista quedó posada en el techo.
Mi familia y yo veniamos llegando al pueblo con el cadaver de mi padre cuando de repente vimos su camioneta caer al río,su perro salió nadando hacia la orilla mientra dos de mis hermanos y yo saltamos a las aguas, zambullimos y a pesar de la corriente y la poca visibilidad logramos rescatarlo.
Hizo una pausa y prosiguió.
No sabe lo orgulloso que estoy de haberle salvado la vida al mejor amigo de mi padre.
Gruesos lagrimones corrieron por las mejillas pálidas del anciano que tembloroso
rompió en entrecortados sollozos y luego en un llanto desgarrador.


Autor; Ernesto Ravelo

No hay comentarios: