La derrota no es del derrotado,
aunque se quede sin venas
y sin aire.
La derrota es del que la propina,
que pena insomne en su almohada
y se agita en las sombras.
La derrota siente hambre y su hambruna
es una epidemia entre los hombres.
Sale el derrotado escupiendo sangre,
rugiendo y cargando su derrota cochina,
sin notar que un revés es una diminuta
mancha en el horizonte lejano.
La derrota al principio es oscura, feroz,
pero cuando muestra su otra mejilla,
esparce soles.
Autor; Ernesto Ravelo
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