La mejilla en el hombro, pálida, llorosa,
a través del cristal brilla la lata del avión,
y el murmullo de los viajeros se esparce, vuela.
Un mar inmenso pondrá distancia, un mar erizado
de olas y navegado por naves y banderas.
Por fin el beso y los cuerpos que escapan hacia
la espera perenne.
La mejilla se seca,la garganta traga angustia
y el vestido se pierde por las calles coloridas.
El tiempo corre se desboca, no hay brida que pueda
detenerlo...
De nuevo los labios aprenden a sonreir y la piel
pide a gritos caricias.
Irremediablemente el amor naufraga cuando la distancia
se impone.
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