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viernes, 7 de enero de 2011

El mojado

Un verano de la decada de los noventa nos pusimos de acuerdo con nuestros vecinos y buenos amigos Eduardito y Dayamí para irnos de camping.
Les propuse ir al Faro punta Los Colorados, bello lugar donde nací y me crié hasta casi la adolecencia.
Para los cienfuegueros le recuerdo que el faro está situado entre Pasacaballos y Rancho Luna.
Pues bien, compramos las cosas de comer y las imprecindibles botellas piquilargas de ron decano y decidimos irnos en la patana hasta el muelle de Pasacaballo y luego ir pedaleando en nuestras asmaticas bicicletas hasta el Faro que estaba a cuatro kilometros.
Llegamos al muelle real y abordamos la cuadrada y pesada embarcación, no sin antes dejar las bicicletas junto a un montón de otras en la proa.
La cantidad de personas era impresionante, así que decidimos viajar en el segundo piso.
Despegó la patana y cuando estaba enfilando por las tranquilas aguas de la bahía, escuchamos a alguien voceando en el muelle.
Era un hombre que corría a toda velocidad con una maleta en la mano, pero el patrón permaneció impasible con la mirada perdida en el mar.
Para sorpresa de todos el hombre no se detuvo al llegar al final del muelle sino que saltó al agua con su maleta y comenzó a bracear hacia la patana.
La gente comenzó a reir por la azaña de aquel valiente.
Tremendo quemao- dijo alguien.
Al patrón no le quedó otro remedio que ir a recoger al naufrago.
Lo ayudaron a subir y uno de los marineros le dijo malhumorado.
Regresamos a recogerte porque te podías ahogar pero no estamos obligados a virar después de salir del muelle.
El hombre le agradeció, se quitó la camisa, la exprimió y comentó.
Tenía que saltar, este es el último viaje y si lo perdía no iba a llegar a tiempo al cumpleaños de la vieja que hoy cumple 82 abriles.
La patana volvió a tomar su rumbo hacia cayo Carena pero en ese instante arribaron varias mujeres al lejano muelle y comenzaron a vocear.
El marinero que había recriminado al mojado le gritó al patrón.
Es fulanita y menganita y la patana volvió a girar rumbo al muelle a pesar de la protesta de varios viajeros.
El hombre que había saltado exclamó molesto.
Le ronca los timbales, verdad que un bollo y un par de tetas, halan más que una carreta.


ERG

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