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viernes, 7 de enero de 2011

Manuel Cachimba

Manuel Cachimba era considerado por muchos de sus conocidos como un mentiroso o paquetero.
Pero yo que lo conocí y tuve la oportunidad de escuchar algunas de sus historias
creo que es un tipo simpatico, imaginativo y con una astucia natural que le brota de sus pequeños y sagaces ojillos.
Manuel se casó con su esposa Felita dueña junto a su hermano de una pequeña finca y tuvieron cinco hijos, todos rubios y pecosos.
No se de donde surge el apodo de Cachimba pues el hombre fuma tabaco pero no usa cachimba, al menos en el tiempo que lo conocí.
Era un hombre muy trabajador que se dedicaba a trabajar en el campo y a fabricar enormes hornos de carbón que luego le vendía al gobierno.
En sus ratos libres se dedicaba a su gran pasión que era la pesca.
Una tarde llegó a la casa del abuelo de mi esposa que lo había contratado para que lo ayudara a matar y pelar un puerco de más de cien libras.
Después de picada la carne, Cachimba se puso a freir chicharrones y nos comentó a los presentes que él era el único cristiano que comía chicharrón sin tener dientes.
Y sacando uno con la espumadera, se lo llevó hirviendo a la boca y lo trituró con las encías, todos quedamos boquiabiertos mientras Manuel reía con su boca desdentada y devoraba chicharrones.
Fue esa tarde bajo el ateje y golpeados por el fuerte aire del sur que me contó su famosa historia de su viaje a Honduras.
Pues resulta ser - me dijo- que un amanecer me voy al pesquero del tamarindo donde estaba picando el parguete, engoo, tiro el cordel y cojo un peje como de tres libras que enganché en el cordel de 500 libras , lo tiré por una banda y le puse una lata.
Ya había subio más de diez parguetes cuando la lata salió volando y cayó al agua,
agarré el cordel y clavé a un peje inmenso que halaba como un toro, le di cordel pero cuando trataba de frenarlo para virarle la cabeza me quemaba los dedos, así que amarré el cordel de la proa y aquella bestia me fue arrastrando mar afuera.
Estuve a punto de coger el cuchillo y cortar el cordel pero me dije.
Lo que sea tendrá que cansarse y entonces lo arrimo al bote, le dio unos palos en la cabeza y me lo llevo a tierra.
Pero no sucedió así y el enorme peje me remolcó hasta que perdí la costa de vista.
Y durante tres días con sus noches estuve navegando hacia el sur, topandome con peces damas y enormes ballenas.
Al fin al amanecer del cuarto día vi tierra y por fin pude ver al animal, era un enorme jaquetón de ley que asustado como estaba se varó en una playa solitaria.
Salté del bote y lo maté dandole con un remo en la enorme cabeza, mientras que en la orilla un grupo de indios guerreros me observaban.
Salí a la orilla bañado con la sangre del tiburón y los asombrados nativos me consideraron un heroe y cargandome en hombros me llevaron a la aldea que estaba cerca.
Me llevaron ante el cacique todo cubierto de oro y vistosas plumas me dijo que estaba en el pais de Honduras y que pidiera comida y cuantas mujeres quisiera.
Imaginete-sigue contandome- las indias estaban desnudas y eran jovenes y muy bellas,
esa noche organizaron una fiesta en mi honor con carne de venado y licor hecho por la tribu, esa noche dormí con 15 indias incluida la princesa y mujer del cacique que me dijo que si no le hacía el amor lo consideraría una ofensa y me mandaría a cortar la cabeza al día siguiente.
Así estuve como huesped ilustre hasta que la hechicera de la tribu, vieja y más fea que un sijú se quiso acostar conmigo y le dije que ni loco.
La vieja se quejó al cacique y este decidió echarme de la aldea.
Se queda en silencio contemplando el bronce del océano.
Y que hiciste Manuel?- le pregunto divertido.
Pues fácil, regresé a casa con Felita.
Pero como lo lograste?
Lo mismo, me fui a pescar cerca de la costa hondureña y al rato enganché un peje que me trajo a esta misma playa- sonríe- esta ves fue una guasa como de 8000 libras pero tuve lástima y la dejé volver a las profundidades por el favor de regresarme.
Se pone de pie y me pregunta.
Crees en mi historia.
Serio le clavo la mirada en sus ojillos y le respondo.
Claro que si Manuel- y le palmeo la espalda.
Me estrecha la mano y pensativo se despide y desaparece en una curva del camino.


ERG

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