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sábado, 8 de enero de 2011

Omar el pajero

Lo recuerdo caminando en short y sin camisa por las calles cienfuegueras.
Muchos aseguraban que se había vuelto loco por la cantidad de masturbaciones
que se hacía a diario.
Era alto, delgado y trigueño.
Lo recuerdo parado en San Fernando y Prado metiendose con las mujeres, tocandole las nalgas y mostrandoles el pene muy desarrollado por su manía de disparador.
La policía se lo llevaba preso y a las pocas horas ya estaba Omar haciendo de las suyas.
Recuerdo que una mañana me dirigía a la plaza del mercado situada en Santa Cruz cuando veo doblar a Omar por San Carlos rumbo a San Fernando.
Estaba en short, sin camisa, descalzo y echaba espuma por la boca mientras emitía un sonido ronco y gutural.
A esa hora la antigua cafetería El Naranjito estaba abarrotada de comensales que degustaban el pan con croqueta, refresco y sus famosos polvorones y otros dulces.
Y Omar irrumpió en su interior provocando una estampída y gritos histéricos.
El Naranjito quedó sin clientes y al momento Omar salió a la calle devorando de todo y con panes y dulces bajo las axilas.
Desde aquel percance estuvo mucho tiempo recluído en el sanatorio y cuando por fin regresó a las calles lucía diferente.
Lo habían pelado al rape, estaba desdentado y casi no hablaba y sí trataba de hacerlo era balbuciendo.
La gente comentaba que le habían puesto unas inyecciones para que no tuviera erecciones y así evitar que se metiera con las mujeres, otros aseguraban que lo habían castrado.
Lo cierto es que Omar el Pajero era un muerto viviente.


ERG

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