Fue Isabel la que hizo llorar a los caracoles,
lo se porque la espiaba aquella tarde limpia
y cubierta de polen de Abril.
Triste regresó a casa y noté en sus ojos un mar
de penas.
Entró a su patio y dando suspiros se acostó
en el jardín.
Fue Isabel la que hizo llorar a los caracoles,
a los sapos ocultos, a las hormigas ajetreadas,
y a las abejas que libaban el nectar de las flores.
Desde mi ventana vi su piel cubierta de pétalos,
mientras el viento traía los acordes de un violín.
Fue Isabel la que hizo llorar a los caracoles,
muriendose bajo la paz del jazmín, cubierta de noche
y asediada de ruidos y silencios.
Ernesto Ravelo
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